Quienes me preguntan
por un ejemplo de relación ágama suelen ser víctimas de una breve disquisición sobre la naturaleza de los ejemplos. Mi mensaje final es: “No es
que la agamia no esté proporcionando ejemplos. Es que la no monogamia, en
general, no los proporciona.”
La sensación de que
conocemos ejemplos de no monogamia pero no de agamia es, casi siempre, una
sugestión que tiene mucho que ver con el uso poco riguroso del concepto “ejemplo”. Y
el asunto no es baladí. Ese rigor es muy importante para construir nuestras
prácticas relacionales. Debemos diferenciar bien lo que es un ejemplo de lo que
no lo es. Si no lo hacemos no solo acabaremos imitando falsos ejemplos, sino
que creeremos que, ante la falta de ejemplos, no podremos empezar a caminar. Y
nada más lejos de la realidad.
La pregunta por el ejemplo es un clásico. Y es lógico que lo
sea, porque por mucha teoría que tengamos siempre parece que podemos estar
equivocándonos si no disponemos de algo real con lo que comparar. “Ya he
conseguido que me salga bien esta receta marroquí. Está deliciosa pero, ¿será
así como sabe la original?”
Entonces, ¿por qué no se ha respondido antes? ¡Qué fallo,
Israel!
Voy a intentar resolver las dos cosas. Voy a intentar dejar
lo más claro posible cómo es una relación ágama concreta. Y de paso voy a
intentar que se entienda un poco por qué no me he puesto con ello así,
directamente, hasta ahora (en realidad sí lo he hecho, extensamente, en Agamia. Día uno).
Y empiezo por lo segundo, porque lo necesito para explicar
lo primero; para que el ejemplo lo parezca.
Veamos.
El problema de los ejemplos es que no es tan fácil ofrecer
un verdadero ejemplo.
¿Qué es un ejemplo? Un ejemplo es algo que se señala. No es
algo que se dice. No es un enunciado. No es un símbolo, sino una cosa. Yo no
puedo poner un ejemplo aquí, desde aquí, absolutamente de nada, porque no estoy
ahí, contigo, para señalarte aquello que es el ejemplo. O, dicho de otra
manera, de lo único que un texto puede ser ejemplo es de texto o de cosas
hechas de texto, porque es la única cosa que es. Todo lo demás, todo aquello a
lo que un texto hace referencia, no lo es, sino que lo representa y es, por
ello, de uno u otro modo, no su ejemplo, sino su definición.
Y dirás: “Bueno, pero puedes poner una foto”. En eso tienes
mucha razón. Hay cosas, quiero decir cosas reales, particulares, que se avienen
bastante bien a ser atrapadas y transportadas a través de una señal digital. Si
yo quiero que sepas cómo es la flor que acaba de salir en mi jardinera puedo
intentar describírtela, aunque voy a terminar mucho antes mandándote una foto.
Pero el asunto no se ha resuelto del todo. Esa foto sigue sin ser la flor real,
y solo va a servir en la medida en que lo captado en ella contenga los rasgos
necesarios para diferenciarla de otras que puedan parecérsele. Es otra
descripción, solo que a través de un medio descriptivo privilegiado para la
ocasión. Vuelves a tener un símbolo, una historia, un fragmento de información,
más detallado esta vez. Sigo siendo yo el único que está delante de la flor y
que puede asegurar que se refiere a esa. Al final, si quieres saber de verdad
qué flor ha salido en mi jardinera no te queda más remedio que venir aquí a
tomarte un café. Pero eso no es problema. Estás invitadx.
Como ves, para poder ponernos ejemplos verdaderos
necesitamos tener experiencias comunes. Entre personas desconocidas no es fácil
tener experiencias comunes más allá de las cosas estandarizadas o
reproducibles. Una película, una bufanda fabricada en serie, incluso una
hamburguesa de una gran cadena, pueden ser cosas experimentadas en común que
funcionen como ejemplos casi perfectos. Pero es muy difícil señalar una
relación como ejemplo, porque tú y yo no compartimos experiencias. Yo puedo
decirle a mi hermana que no quiero una relación como la de nuestrxs m/padres.
Pero de poco sirve que te lo diga a ti.
Entonces, ¿qué es lo que sí tenemos? Pues tenemos varias
cosas. Las pondré por aquí, todas bien separadas y diferenciadas,
para que se vea que no son pocas, porque seguramente habrá parecido por un
momento que casi no tenemos nada, y que lo de las relaciones al final va a ser algo
individual e incomunicable. Y nada de eso.
DEFINICIONES
Para empezar tenemos una distinción engañosa que podemos
mantener, pero recordando que no es literal, sino más bien una forma de
expresarnos. Es la distinción entre definición y ejemplo. Todo lo que no sean
cosas son definiciones, lo que pasa
es que algunas son más extensas, más prolijas, más pesadas, también, que otras.
Una definición “definición” (es decir, en sentido reducido) es algo muy
concreto (una abstracción muy concreta, habría que decir), muy sintético, muy
al corazón de la cosa. Se supone que si es verdaderamente buena debe servir
como línea divisoria entre lo que es y lo que no es esa cosa que define.
Ninguna definición de cosas reales es tan buena. Por eso suele enriquecerse con
esas otras definiciones a las que a veces llamamos “ejemplos”, y que son las
definiciones de detalle, a veces de mucho detalle, a veces de detalle
indiscriminado, que se nos da sin filtro para que filtremos nosotrxs por si en
lo que parece que no tiene importancia encontramos algo que sí la tiene.
DESCRIPCIONES
Es una categoría intermedia entre la anterior y la
siguiente. Una descripción es una definición en la que entra todo (nunca puede
entrar todo, claro, pero entra mucho). No hay una discriminación tan clara
entre los contenidos relevantes e irrelevantes.
Pero también se puede decir que es un relato congelado, sin
tiempo, donde hay prácticas, pero no sucesos. Las personas de la relación no
jugaron al ajedrez en una ocasión, o en varias, sino que juegan al
ajedrez. Estábamos solo de paso por las
descripciones. Saltemos ya a los relatos.
RELATOS
Emplearé esta categoría de un modo muy amplio, por oposición
a la de definición. Fíjate: tenemos toda la variedad de formatos de definiciones-relatos que podemos
compartir (recordando siempre que no son ejemplos). Nuestras posibilidades no
se reducen a frases que determinan una u otra característica. “Que tenga tres
cuernos en la cola”, “que se alimente de insectos”… Disponemos de muchas más
cosas para que nuestras definiciones adquieran tanta riqueza y complejidad, o
más incluso, que las de cualquier ejemplo. No solo están las imágenes, las
descripciones, los relatos propiamente dichos (¡libros!), las narraciones
audiovisuales, los testimonios… Es que incluso una misma definición, una misma
frase, por ejemplo, puede aportar cosas nuevas cuando cambia su contexto o su
medio, y adquirir en esa contextualización un cierto carácter de relato. No es
lo mismo leer una conferencia que escucharla. No es lo mismo pensar una frase
que oírla, etc…
“Disculpa, Israel. Has mencionado los testimonios. ¿Los
testimonios no son ejemplos?”
Por supuesto que no. Y este es uno de los errores que hacen
que los ejemplos parezcan tan accesibles, tan inmediatos, y que acaben
convirtiéndose en falsas experiencias o, incluso en fraudes de ejemplo.
Un testimonio sobre una relación no es una relación, sino un
símbolo muy detallado pero, sobre todo, muy cercano a esa relación. Es esa
cercanía la que puede confundirnos. “Estuve en Alemania. ¡Te traigo este trozo
del Muro de Berlín! ¡Ups! ¡Disculpa! Olvidé quitarle la etiqueta de la tienda
del aeropuerto”.
Esa relación que se nos cuenta es un ejemplo, pero no lo es
su relato. Esto es fundamental, porque si no recordamos que un testimonio está
tan construido como cualquier definición, podemos caer en el error de
confundirlo con la realidad. Hay multitud de testimonios públicos de
relaciones, y hay algunos testimonios públicos de relaciones no normativas que
acaban pasando por hechos reales que presenciamos (algunos, incluso, tienen su
correspondiente obra de teatro, que nos puede llevar a una confusión aún mayor).
Debemos recordar que no hay por qué concederles más credibilidad que a los
testimonios que nos cuenta cualquiera sobre sus relaciones normativas. ¿Y
cuánta es esa credibilidad?. A ver si sé explicarlo.
Un testimonio no es real en tanto que es una relación real
puesta ante nosotrxs. Nosotrxs no sabemos si lo que se nos cuenta es real, ni
acertado, ni completo. Estamos ante la misma limitación que nos encontramos en el
resto de las definiciones (en sentido amplio, otra vez). Pero un testimonio es
real en tanto que testimonio (es decir, que sí es real que eso se nos está
contando, ¡¿qué duda cabe?!), y es real en tanto que las relaciones se componen
también de testimonios. Bien, pues esto es, casi siempre, lo más interesante de un testimonio. Este es su cachito de verdad.
En eso es en lo que sí es un poquito un ejemplo, porque estamos asistiendo,
ahora sí, a una parte, por pequeña que sea, de la relación. La relación se está
haciendo delante de nosotrxs, no solo porque se verbaliza sino, sobre todo,
porque el que una de las personas participantes decida ahora mismo verbalizarla
para nosotrxs forma parte de las cosas que le pasan a la relación.
Podemos decir, para resumirlo mucho, que la parte real de un
testimonio es la que estamos presenciando, el momento de darlo, y la parte
simbólica, la definición, es el contenido del testimonio.
¿Se entiende esto? Si no es así os agradeceré que me lo
digáis en los comentarios para que procure aclararlo un poco más.
METÁFORAS
En tercer lugar disponemos también de todos los recursos que
nos ofrece la distinción entre definición filosófica y definición poética. Ya
sabéis que la filosofía pretende “decir verdad” o, expresado de otra manera,
definir literalmente. La filosofía podría ser representada por una bala. Donde
da, da. Y si falla, falló. El discurso poético es metafórico o analógico, nos
cuenta algo que presenta alguna similitud, y desde ahí nos ayuda a entender. Es
como un disparo de metralla, que alcanza de forma difusa un amplio espacio. Es
una pista, una intuición, una inspiración, una sugerencia, un sueño.
Decimos que en una conferencia se emplea un lenguaje
filosófico, y que una película emplea lenguaje poético. Pero también podemos
decir que una película sobre relaciones, como Closer, por su literalidad, es
filosófica con respecto a las relaciones, pero que un thriller de ciencia-ficción,
como Alien, es poético con respecto a ellas.
¿He puesto un ejemplo? ¡Pero si no era posible! En realidad
no lo he puesto, porque “ponerlo” habría sido dejar aquí las dos películas. Lo
que he hecho ha sido señalarlo. Pero, ¿recordáis?: cuando se trata de una
experiencia que forma parte del espacio común señalar un ejemplo es casi casi
como ponerlo y puede tomarse como tal.
También puede decirse que el espacio común nos permite
señalar más lejos de donde alcanza nuestro dedo. En cualquier caso el factor
clave es “lo común”: cuánto de común tenemos para poder señalar y entendernos.
Si Alien no fuera un relato conocido y accesible yo tendría que haber dicho
“como en esa historia en la que una nave…” y difícilmente nadie podría haberse
hecho una composición de lugar adecuada sobre la cosa señalada. O, en un caso
todavía peor, todavía menos común, tendría que haber dicho “como esa vez que
estuve yo en una nave con otrxs seis tripulantes…”. No es demasiado verosímil,
lo sé, pero sirve para comprender que en ese caso sí que la idea formada habría
sido muy pobre, muy insuficiente con respecto a lo que necesito para entender
el ejemplo. La contrapartida de que una película sea común es que no es un
ejemplo, sino ella misma un relato. Lo que vemos en ella, obviamente, no ha
pasado, y no puede ser, simplemente, imitado. Ni siquiera cuando se trata de un
relato literal sobre relaciones. No imitéis Closer. Acaba fatal.
EJEMPLOS VERDADEROS
Y, por último, tenemos la herramienta que nos dota de
verdaderos ejemplos: crear y compartir relaciones. Probar y acumular
experiencia enriquecedora, consciente, no rutinaria, repetitiva o previsible. Y
compartirla, pero compartirla de verdad. Vivirla en común, y disponer de un
bagaje suficiente como para poder señalar cosas reales, emplearlas como
ejemplos y plataformas desde las que establecer relaciones futuras, y
contrastar también en común lo bien o lo mal que funcionan. Es una dimensión
más del eslogan lo personal es político;
una razón más para tenerlo siempre en cuenta. En la medida en que podamos, las
relaciones son el patrimonio relacional de la comunidad, de nuestra comunidad,
y es necesario que tengamos la mayor cantidad posible de ellas para que
dispongamos de ejemplos, de verdaderos ejemplos, a la hora de pensarlas.
Así que necesitamos buscarlas en nuestro entorno. Hagámoslo, y mostremos las nuestras para que la gente las conozca, porque un eslabón fundamental en nuestro crecimiento como personas ágamas es poder comparar nuestras relaciones, no con otras cualesquiera, sino con algunas que, en alguna medida, sean ya ágamas.