jueves, 3 de diciembre de 2020

"¡Nadie me dice cómo es una relación ágama!" El problema de los ejemplos.

Quienes me preguntan por un ejemplo de relación ágama suelen ser víctimas de una breve disquisición sobre la naturaleza de los ejemplos. Mi mensaje final es: “No es que la agamia no esté proporcionando ejemplos. Es que la no monogamia, en general, no los proporciona.”
La sensación de que conocemos ejemplos de no monogamia pero no de agamia es, casi siempre, una sugestión que tiene mucho que ver con el uso poco riguroso del concepto “ejemplo”. Y el asunto no es baladí. Ese rigor es muy importante para construir nuestras prácticas relacionales. Debemos diferenciar bien lo que es un ejemplo de lo que no lo es. Si no lo hacemos no solo acabaremos imitando falsos ejemplos, sino que creeremos que, ante la falta de ejemplos, no podremos empezar a caminar. Y nada más lejos de la realidad.

La pregunta por el ejemplo es un clásico. Y es lógico que lo sea, porque por mucha teoría que tengamos siempre parece que podemos estar equivocándonos si no disponemos de algo real con lo que comparar. “Ya he conseguido que me salga bien esta receta marroquí. Está deliciosa pero, ¿será así como sabe la original?”

Entonces, ¿por qué no se ha respondido antes? ¡Qué fallo, Israel!

Voy a intentar resolver las dos cosas. Voy a intentar dejar lo más claro posible cómo es una relación ágama concreta. Y de paso voy a intentar que se entienda un poco por qué no me he puesto con ello así, directamente, hasta ahora (en realidad sí lo he hecho, extensamente, en Agamia. Día uno).

Y empiezo por lo segundo, porque lo necesito para explicar lo primero; para que el ejemplo lo parezca.

Veamos.

El problema de los ejemplos es que no es tan fácil ofrecer un verdadero ejemplo.

¿Qué es un ejemplo? Un ejemplo es algo que se señala. No es algo que se dice. No es un enunciado. No es un símbolo, sino una cosa. Yo no puedo poner un ejemplo aquí, desde aquí, absolutamente de nada, porque no estoy ahí, contigo, para señalarte aquello que es el ejemplo. O, dicho de otra manera, de lo único que un texto puede ser ejemplo es de texto o de cosas hechas de texto, porque es la única cosa que es. Todo lo demás, todo aquello a lo que un texto hace referencia, no lo es, sino que lo representa y es, por ello, de uno u otro modo, no su ejemplo, sino su definición.

Y dirás: “Bueno, pero puedes poner una foto”. En eso tienes mucha razón. Hay cosas, quiero decir cosas reales, particulares, que se avienen bastante bien a ser atrapadas y transportadas a través de una señal digital. Si yo quiero que sepas cómo es la flor que acaba de salir en mi jardinera puedo intentar describírtela, aunque voy a terminar mucho antes mandándote una foto. Pero el asunto no se ha resuelto del todo. Esa foto sigue sin ser la flor real, y solo va a servir en la medida en que lo captado en ella contenga los rasgos necesarios para diferenciarla de otras que puedan parecérsele. Es otra descripción, solo que a través de un medio descriptivo privilegiado para la ocasión. Vuelves a tener un símbolo, una historia, un fragmento de información, más detallado esta vez. Sigo siendo yo el único que está delante de la flor y que puede asegurar que se refiere a esa. Al final, si quieres saber de verdad qué flor ha salido en mi jardinera no te queda más remedio que venir aquí a tomarte un café. Pero eso no es problema. Estás invitadx.

Como ves, para poder ponernos ejemplos verdaderos necesitamos tener experiencias comunes. Entre personas desconocidas no es fácil tener experiencias comunes más allá de las cosas estandarizadas o reproducibles. Una película, una bufanda fabricada en serie, incluso una hamburguesa de una gran cadena, pueden ser cosas experimentadas en común que funcionen como ejemplos casi perfectos. Pero es muy difícil señalar una relación como ejemplo, porque tú y yo no compartimos experiencias. Yo puedo decirle a mi hermana que no quiero una relación como la de nuestrxs m/padres. Pero de poco sirve que te lo diga a ti.

Entonces, ¿qué es lo que sí tenemos? Pues tenemos varias cosas. Las pondré por aquí, todas bien separadas y diferenciadas, para que se vea que no son pocas, porque seguramente habrá parecido por un momento que casi no tenemos nada, y que lo de las relaciones al final va a ser algo individual e incomunicable. Y nada de eso.

DEFINICIONES

Para empezar tenemos una distinción engañosa que podemos mantener, pero recordando que no es literal, sino más bien una forma de expresarnos. Es la distinción entre definición y ejemplo. Todo lo que no sean cosas son definiciones, lo que pasa es que algunas son más extensas, más prolijas, más pesadas, también, que otras. Una definición “definición” (es decir, en sentido reducido) es algo muy concreto (una abstracción muy concreta, habría que decir), muy sintético, muy al corazón de la cosa. Se supone que si es verdaderamente buena debe servir como línea divisoria entre lo que es y lo que no es esa cosa que define. Ninguna definición de cosas reales es tan buena. Por eso suele enriquecerse con esas otras definiciones a las que a veces llamamos “ejemplos”, y que son las definiciones de detalle, a veces de mucho detalle, a veces de detalle indiscriminado, que se nos da sin filtro para que filtremos nosotrxs por si en lo que parece que no tiene importancia encontramos algo que sí la tiene.

DESCRIPCIONES

Es una categoría intermedia entre la anterior y la siguiente. Una descripción es una definición en la que entra todo (nunca puede entrar todo, claro, pero entra mucho). No hay una discriminación tan clara entre los contenidos relevantes e irrelevantes.

Pero también se puede decir que es un relato congelado, sin tiempo, donde hay prácticas, pero no sucesos. Las personas de la relación no jugaron al ajedrez en una ocasión, o en varias, sino que juegan al ajedrez.  Estábamos solo de paso por las descripciones. Saltemos ya a los relatos.

RELATOS

Emplearé esta categoría de un modo muy amplio, por oposición a la de definición. Fíjate: tenemos toda la variedad de formatos de definiciones-relatos que podemos compartir (recordando siempre que no son ejemplos). Nuestras posibilidades no se reducen a frases que determinan una u otra característica. “Que tenga tres cuernos en la cola”, “que se alimente de insectos”… Disponemos de muchas más cosas para que nuestras definiciones adquieran tanta riqueza y complejidad, o más incluso, que las de cualquier ejemplo. No solo están las imágenes, las descripciones, los relatos propiamente dichos (¡libros!), las narraciones audiovisuales, los testimonios… Es que incluso una misma definición, una misma frase, por ejemplo, puede aportar cosas nuevas cuando cambia su contexto o su medio, y adquirir en esa contextualización un cierto carácter de relato. No es lo mismo leer una conferencia que escucharla. No es lo mismo pensar una frase que oírla, etc…

“Disculpa, Israel. Has mencionado los testimonios. ¿Los testimonios no son ejemplos?”

Por supuesto que no. Y este es uno de los errores que hacen que los ejemplos parezcan tan accesibles, tan inmediatos, y que acaben convirtiéndose en falsas experiencias o, incluso en fraudes de ejemplo.

Un testimonio sobre una relación no es una relación, sino un símbolo muy detallado pero, sobre todo, muy cercano a esa relación. Es esa cercanía la que puede confundirnos. “Estuve en Alemania. ¡Te traigo este trozo del Muro de Berlín! ¡Ups! ¡Disculpa! Olvidé quitarle la etiqueta de la tienda del aeropuerto”.

Esa relación que se nos cuenta es un ejemplo, pero no lo es su relato. Esto es fundamental, porque si no recordamos que un testimonio está tan construido como cualquier definición, podemos caer en el error de confundirlo con la realidad. Hay multitud de testimonios públicos de relaciones, y hay algunos testimonios públicos de relaciones no normativas que acaban pasando por hechos reales que presenciamos (algunos, incluso, tienen su correspondiente obra de teatro, que nos puede llevar a una confusión aún mayor). Debemos recordar que no hay por qué concederles más credibilidad que a los testimonios que nos cuenta cualquiera sobre sus relaciones normativas. ¿Y cuánta es esa credibilidad?. A ver si sé explicarlo.

Un testimonio no es real en tanto que es una relación real puesta ante nosotrxs. Nosotrxs no sabemos si lo que se nos cuenta es real, ni acertado, ni completo. Estamos ante la misma limitación que nos encontramos en el resto de las definiciones (en sentido amplio, otra vez). Pero un testimonio es real en tanto que testimonio (es decir, que sí es real que eso se nos está contando, ¡¿qué duda cabe?!), y es real en tanto que las relaciones se componen también de testimonios. Bien, pues esto es, casi siempre, lo más interesante de un testimonio. Este es su cachito de verdad. En eso es en lo que sí es un poquito un ejemplo, porque estamos asistiendo, ahora sí, a una parte, por pequeña que sea, de la relación. La relación se está haciendo delante de nosotrxs, no solo porque se verbaliza sino, sobre todo, porque el que una de las personas participantes decida ahora mismo verbalizarla para nosotrxs forma parte de las cosas que le pasan a la relación.

Podemos decir, para resumirlo mucho, que la parte real de un testimonio es la que estamos presenciando, el momento de darlo, y la parte simbólica, la definición, es el contenido del testimonio.

¿Se entiende esto? Si no es así os agradeceré que me lo digáis en los comentarios para que procure aclararlo un poco más.

METÁFORAS

En tercer lugar disponemos también de todos los recursos que nos ofrece la distinción entre definición filosófica y definición poética. Ya sabéis que la filosofía pretende “decir verdad” o, expresado de otra manera, definir literalmente. La filosofía podría ser representada por una bala. Donde da, da. Y si falla, falló. El discurso poético es metafórico o analógico, nos cuenta algo que presenta alguna similitud, y desde ahí nos ayuda a entender. Es como un disparo de metralla, que alcanza de forma difusa un amplio espacio. Es una pista, una intuición, una inspiración, una sugerencia, un sueño.

Decimos que en una conferencia se emplea un lenguaje filosófico, y que una película emplea lenguaje poético. Pero también podemos decir que una película sobre relaciones, como Closer, por su literalidad, es filosófica con respecto a las relaciones, pero que un thriller de ciencia-ficción, como Alien, es poético con respecto a ellas.

¿He puesto un ejemplo? ¡Pero si no era posible! En realidad no lo he puesto, porque “ponerlo” habría sido dejar aquí las dos películas. Lo que he hecho ha sido señalarlo. Pero, ¿recordáis?: cuando se trata de una experiencia que forma parte del espacio común señalar un ejemplo es casi casi como ponerlo y puede tomarse como tal.

También puede decirse que el espacio común nos permite señalar más lejos de donde alcanza nuestro dedo. En cualquier caso el factor clave es “lo común”: cuánto de común tenemos para poder señalar y entendernos. Si Alien no fuera un relato conocido y accesible yo tendría que haber dicho “como en esa historia en la que una nave…” y difícilmente nadie podría haberse hecho una composición de lugar adecuada sobre la cosa señalada. O, en un caso todavía peor, todavía menos común, tendría que haber dicho “como esa vez que estuve yo en una nave con otrxs seis tripulantes…”. No es demasiado verosímil, lo sé, pero sirve para comprender que en ese caso sí que la idea formada habría sido muy pobre, muy insuficiente con respecto a lo que necesito para entender el ejemplo. La contrapartida de que una película sea común es que no es un ejemplo, sino ella misma un relato. Lo que vemos en ella, obviamente, no ha pasado, y no puede ser, simplemente, imitado. Ni siquiera cuando se trata de un relato literal sobre relaciones. No imitéis Closer. Acaba fatal.

EJEMPLOS VERDADEROS

Y, por último, tenemos la herramienta que nos dota de verdaderos ejemplos: crear y compartir relaciones. Probar y acumular experiencia enriquecedora, consciente, no rutinaria, repetitiva o previsible. Y compartirla, pero compartirla de verdad. Vivirla en común, y disponer de un bagaje suficiente como para poder señalar cosas reales, emplearlas como ejemplos y plataformas desde las que establecer relaciones futuras, y contrastar también en común lo bien o lo mal que funcionan. Es una dimensión más del eslogan lo personal es político; una razón más para tenerlo siempre en cuenta. En la medida en que podamos, las relaciones son el patrimonio relacional de la comunidad, de nuestra comunidad, y es necesario que tengamos la mayor cantidad posible de ellas para que dispongamos de ejemplos, de verdaderos ejemplos, a la hora de pensarlas.

Así que necesitamos buscarlas en nuestro entorno. Hagámoslo, y mostremos las nuestras para que la gente las conozca, porque un eslabón fundamental en nuestro crecimiento como personas ágamas es poder comparar nuestras relaciones, no con otras cualesquiera, sino con algunas que, en alguna medida, sean ya ágamas.