-Hola guapa.
-Hola gilipollas.
Utilicé este texto para justificar la propuesta de la
discriminación sexual positiva como marco desde el que proponer tanto una ética
como una normativa legal de las relaciones heterosexuales.
Empleé este otro para establecer un primer ejemplo. En él se
trataba el problema de “ligar” desde dicho marco, y se esbozaba una primera
propuesta concreta.
Este que presento ahora da la moción por aprobada y pretende
ser un esquema general de trabajo; una primera ocurrencia sobre lo que esta
tarea abarca y sobre cómo debe afrontarse. Parto de la idea de que la puesta en
práctica de todo esto requiere de abundantes tentativas y puntos de vista, y de
que lo que yo pueda decir aquí estará plagado de ocurrencias desechables. Pero
el objetivo es, como digo, dar el primer paso.
En primer lugar propondré algunas nociones generales sobre la
implementación de la discriminación sexual positiva. Aunque en mi
opinión esta no debe ser solo una nueva norma de conducta en las relaciones
heterosexuales, sino que debe ser recogida por la legislación como ya lo son
otras discriminaciones positivas de género, me centraré en el código de
conducta social.
1-Entendemos que la discriminación sexual positiva implica
un cambio de paradigma que abandona la
idea de la norma igualitaria y la sustituye por una norma compensatoria de la
desigualdad. Así, las medidas deberán tener la forma de dos, y no uno,
códigos de conducta: uno para mujeres y otro para hombres.
Esto deja abierta la pregunta sobre cómo se aplica en la
comunidad LGTBI. La respuesta que propongo es que debemos apoyarnos en la idea
de que los distintos colectivos de esta comunidad disfrutan de distintos
niveles de privilegios y desfavorecimientos patriarcales en función del lugar
en el que la sociedad los lee según el parámetro hombre-mujer. De ese lugar, y
del de las personas con quienes interactúen sexualmente, debe deducirse el
nivel de aplicación de la discriminación sexual positiva. Este parámetro es
insuficiente y no se adapta ni lejanamente a la complejidad de este colectivo.
Pero creo que merece consideración como referencia central de partida.
2-La norma compensatoria debe generar un privilegio compensatorio de límite
inteligible. La forma más eficaz de hacer inteligible ese límite es la asunción de la responsabilidad del
privilegio compensatorio. Esto quiere decir que las mujeres deberán adoptar las
normas compensatorias desde el reconocimiento de la compensación y desde la
voluntad del uso igualitarista de esa compensación. Al incremento de poder debe
acompañar el incremento del compromiso con el objetivo final de la igualdad.
3-La parte desfavorecida por la norma compensatoria, esto
es, los hombres, debe comprometerse con
ella más allá de relaciones e intereses individuales. Así, el compromiso no
puede depender de la justicia con la que dicha norma se aplica en cada ocasión
sino, como toda norma de conducta social, de la justicia de la norma y de su
condición de código colectivamente adoptado. Los hombres debemos asumir que las
injusticias cometidas sobre nosotros en nombre del privilegio compensatorio no
invalidan la norma compensatoria. La norma compensatoria no nos expone a
mayores injusticias en términos absolutos, sino que reparte la exposición a las
injusticias entre hombres y mujeres.
4-La norma compensatoria solo puede ser una norma viva, en la que teoría y práctica
se retroalimenten, y esto sin detrimento
de su objetivación. La norma no será subjetiva, sino objetiva y explícita,
pero no será inamovible, sino sujeta a debate y reformulación, pues debe
generar un cambio de poder que requerirá de una nueva norma.
5-La norma compensatoria debe ser colectivamente consensuada mediante
debate continuo, y socialmente
exigida mediante el parámetro inclusión-exclusión.
Ahora mencionaré algunos de los ámbitos en los que
entiendo que es preceptiva la aplicación de la discriminación sexual
positiva, así como una visión, eso sí, muy superficial, de las
necesidades y las medidas a adoptar.
Se deduce sin dificultad que todos los ámbitos en los que el
sexo juega algún papel requieren una normativa de conducta social establecida
desde la discriminación sexual positiva. Esto es así no solo porque el sistema
patriarcal establece diferentes cuotas de poder para mujeres y hombres en todos
sus ámbitos, sino porque el ámbito sexual tiene características específicas que
lo hacen especialmente desigual y, a la vez, especialmente opaco en su
desigualdad.
Estas características dimanan del hecho de que lo concerniente
al sexo, como su nombre indica, es el núcleo simbólico de la diferencia
heterosexual. Heterosexual quiere decir “sexo diferente” y es esa diferencia y
todo lo que la rodea el cimiento sobre el que se erigen las restantes.
Diferente sexo quiere decir también diferente práctica y sentido de lo sexual.
1-el ámbito del ligar,
seducción, acercamiento o como se desee llamar. Se trata del espacio natural
del acoso heterosexual. Más urgente que preservar ningún derecho a ligar es
atajar dicho acoso. Apenas es concebible una forma de aproximación que no sea
susceptible de constituir acoso porque las mujeres viven en una perpetua
exposición al acercamiento con fines sexuales o sexosentimentales de modo que
TODOS los espacios y TODAS las formas de acercamiento están ya contempladas por
el mercado. No existe una forma buena de
ligar, existe una forma de ligar que no se ha extendido lo suficiente como
para ser incluida en la categoría de acoso. Según la propuesta tomada de
antiseductor.com y analizada en el texto anterior, los papeles tradicionales deben ser invertidos.
Los hombres debemos
dejar de ligar, o ligar solo reactivamente. Las mujeres serán las que se
apropien de la parte activa y de los privilegios que conlleva.
2-el ámbito del
consentimiento. En él se entrecruzan de manera confusa el aspecto legal con
el código de conducta. Dejaré el primero para otro texto. Con respecto al
segundo solo decir que ni el consentimiento, ni el consentimiento entusiasta,
ni la empatía son medidas de discriminación positiva y, por tanto, su
aplicación sigue obviando que el consentimiento sexual no tiene el mismo
significado para mujeres que para hombres.
La pregunta sobre la legitimidad de cada relación sexual debe
quedar suspendida indefinidamente sobre la conciencia de ambos sujetos, pero
tendrá que ir acompañada de una diferencia cualitativa de parte de los sujetos
varones. Dado el componente simbólico que nuestra cultura otorga al sexo como
acto de posesión en el que una mujer pasa a ser propiedad de un hombre, los
hombres no tenemos legitimidad para despreocuparnos del consentimiento. No hay consentimiento posible, no hay
empatía suficiente, no hay nada. Toda práctica sexual, dado que es dinámica y
cambiante, debe realizarse desde la conciencia
de la condición de amenaza potencial por parte del hombre y las precauciones
continuas correspondientes.
Propongo el concepto de “consentimiento real”, esto es, hacer
recaer sobre el hombre la responsabilidad de cerciorarse de que ese
consentimiento es tal, sin que pueda excusarse por otra cosa que no sea la
voluntad de engaño (sería la única excepción: un consentimiento dado con el fin
de engañar). Cualquier situación en la que el consentimiento no sea válido
conlleva una culpa del hombre por violación (en diverso grado). Esto no pone en
peligro la agencia de las mujeres, ni la madurez, ni nada. Es el tipo de
responsabilidad asimétrica que se establece en las relaciones comerciales y
laborales, donde se supone que una de las partes tiene ventaja sobre la otra, así
como más recursos para aprovecharse de ella, y que debe, por lo tanto, asumir
una responsabilidad mayor a la hora de asegurar la justicia de la interacción.
3-el ámbito de las
prácticas sexuales. El carácter simbólico arriba mencionado se traduce en
prácticas que representan con mayor o menor claridad la posesión de las mujeres
por parte de los hombres. Los hombres
somos violadores pasivos. Todos. Porque en la medida en que tenemos
relaciones sexuales en esta cultura sexual de dominación realizamos la
dominación en cualquier relación sexual. Violamos por defecto. Cuando negamos
ese hecho damos el primer paso para convertirnos en violadores activos. El
primer paso. El primer grado.
No hay igualdad posible desde este reparto de las prácticas
ni tampoco desde la supresión de dichas prácticas, dado que todo símbolo
emanado de esta cultura sexual, por nimio que sea, es susceptible de
convertirse en símbolo de posesión. Dicho en términos aritméticos, una cantidad
menor nunca se iguala con una mayor si de la mayor solo pueden sustraerse
fracciones de la diferencia. La única forma de igualar a estos dos sujetos de
poder es invertir el sentido de la
dominación. Por eso la simbología de la dominación debe cambiar de bando.
Las relaciones sexuales deben, por defecto, simbolizar dominación por parte de
las mujeres. Se entiende, por lo dicho más arriba, que esa dominación no debe
usarse con fines de sometimiento, sino preventivos y compensatorios. El sexo
“femenino” puede seguir siendo el sexo con afecto. El sexo “feminista” deberá ser el sexo con dominación de las mujeres
hacia los hombres, y esta dominación no será un fetichismo, sino una
dominación real.
4-el ámbito del
capital erótico. “Disfrutar” del capital erótico es el privilegio parcial
que se concede a las mujeres a cambio de un desfavorecimiento total. Las
mujeres manejan el objeto de deseo sexual, pero a cambio pierden todos los
demás. Sufren, además, acoso sobre este, bajo la excusa, precisamente, del
privilegio: el uso del capital erótico es entendido como un abuso que legitima
un abuso mayor.
Los hombres debemos
renunciar a cuestionar el uso y abuso del capital erótico como herramienta para
nuestro sometimiento (esto no es incompatible con que el feminismo denuncie
sistemáticamente el uso del capital erótico como mercado de sometimiento de las
mujeres y de establecimiento de competencia entre ellas).
Dado que, como hombres, tenemos privilegios sexuales, el uso
del privilegio del capital erótico (cuando se usa exclusivamente contra
nosotros) es legítimo. A cambio las mujeres tendrán que pasar de la conciencia
personal del privilegio a la conciencia política del mismo, es decir, de que el
capital erótico no debe ser usado en beneficio individual, sino de las mujeres
como grupo.
6 comentarios:
Interesante planteamiento en los 4 ámbitos de relación. Invertir los papeles es un paso necesario pero no termino de entender cómo se traduce en el ámbito de lo real la dominación invertida si es simbólica. Además que condena a la negación de uno mismo especialmente si es voluntaria.
Yo iba a preguntar precisamente que como se traduce esto en la práctica.
Tarea: revisar la dialéctica del amo y el esclavo.
Necesitamos que una determinada comunidad, digamos, un cierto feminismo, establezca consenso social sobre ello a partir de la difusión y el debate.
Ese debate debería ir produciendo ideas cada vez más concretas cuya forma de aplicación fuera sencilla y obvia como, por ejemplo, la adquisición y potencial uso de simbología dominante por parte de las mujeres sobre los hombres en las prácticas sexuales. Ej: inversión del lugar donde mayoritariamente se encuentran las lenguas. Pasar de la cavidad bucal de las mujeres a la cavidad bucal de los hombres.
Discriminación sexual positiva: minimiza el trato con mujeres.
¿puedes desarrollarlo?
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