Lo que hace un tiempo denominé Mitos del Buen Amor sigue siendo una herramienta eficaz para
cuestionar, desglosar y refutar tanto la ideología amorosa como la
actualización y lavado de cara que de ella realiza la Crítica al Amor Romántico.
Es probable, sin embargo, que quien se haya servido de estos
mitos en el debate haya encontrado fatigoso responder a según qué réplicas e,
incluso, que el enredo haya generado ciertas dudas sobre la idoneidad de la
forma dada a los mitos como herramienta de cuestionamiento del amor.
Quiero analizar una familia de estas réplicas a la que nos
tenemos que enfrentar en casi cualquier ocasión. Aunque sobre el papel son
fácilmente refutables resulta útil exponerlas aquí para agilizar la
contrarréplica e impedir que la confusión, objetivo favorito de la ideología
amorosa, se adueñe del debate.
Me estoy refiriendo al bien conocido recurso demagógico de deducir de una negación la afirmación de su
contrario. Si, ante un vaso cuyo volumen está ocupado por agua hasta la
mitad, la persona interlocutora afirma que está lleno, y yo contesto que no lo
está, ella podrá intentar refutar mi crítica diciendo que, “dado que afirmo que
el vaso no está lleno, estoy diciendo que el vaso está vacío, lo que es
evidentemente falso”. Esto le permitirá recuperar su primera afirmación, la de
que el vaso está lleno, aduciendo que no es peor que la que yo propongo, y eludiendo
el verdadero contenido de la mía, que es que la suya no es cierta. Así,
reduciendo las opciones a que el vaso sea juzgado o lleno o vacío, podrá evitar
la refutación de su afirmación primera. La confusión creada, las tablas
alcanzadas entre ambas afirmaciones, son ventajosas para quien sostiene la que
es falsa. La conclusión será que no se
puede afirmar con total seguridad cómo está el vaso, pues algunas personas
opinan que está lleno, otras que está vacío, y ninguna parece tener la razón
completamente de su parte.
Nadie nos va a colar que un vaso medio lleno está tal vez
lleno porque no está vacío. Pero cuando hablamos de amor la complejidad crece
un poco y da aliento a la demagogia.
Veamos cómo se utiliza este recurso contra cada uno de los mitos.
Normalmente la persona interlocutora hará una afirmación verdadera pretendiendo
que se trata de un ejemplo de aquello que hemos afirmado que no hay ejemplo
posible. La mayoría de estas falacias os van a sonar. Familiaricémonos con
ellas para poder anticiparnos y desactivarlas sin perder un minuto.
1-“El amor existe”.
Es la respuesta a la crítica del Primer Mito del Buen Amor, cuyo enunciado es: “el amor es”.
Se pretende con ella decir que lo que la crítica afirma es
que el amor no existe, y dado que el amor tiene formas innegables o
difícilmente negables de existencia, dicha crítica queda refutada.
Pero lo que la crítica cuestiona no es la existencia del
amor, sino la necesidad de esta existencia.
Aunque se podría defender que el amor no existe si debe
darse en la forma en la que el amor dice de sí mismo que existe, la crítica
tiene otro objetivo, que es la supuesta ininteligibilidad de las relaciones
cuando estas no son explicadas a través del amor o realizadas según su
discurso. En otras palabras: el mito
afirma que no podemos escapar al concepto “amor”, que nadie ha escapado jamás,
y que nadie escapará nunca. La crítica dice que eso es simple superstición, y que solo se sostiene por la imposición que
ejerce el propio mito; porque el mito naturaliza esa idea.
2-“Todo el mundo
necesita amor”.
Así se responde a la crítica al Segundo Mito, cuyo enunciado es: “el amor es el fin supremo”.
Se nos dice que la crítica niega la necesidad de
relacionarnos sexosentimentalmente, así como el hecho evidente de que las personas
que renuncian a, o no disponen de, pareja(s) sufren una carencia grave en su
realización y desarrollo personales.
Pero la crítica no dice que la(s) pareja(s) no ocupe(n) un
lugar en el desarrollo personal. Dice que ese
lugar no es ni el principal, ni el más interesante, ni la realización última
del sujeto, ni el sentido final de la vida, sino algo mucho menos relevante
de lo que se nos pretende hacer creer. Y dice, apoyándose en la crítica al primer
mito, que eso que la(s) pareja(s) realiza(n) y desarrolla(n) de manera tan deficitaria
puede realizarse y desarrollarse de
formas mucho más edificantes si, precisamente, prescindimos de las parejas y,
por ende, del amor.
3-“El amor hace feliz
a mucha gente e inspira, con frecuencia, buenas acciones”.
Se contesta así a la crítica al Tercer Mito: “el amor es el
bien”.
Se nos pretende hacer creer que criticando el mito afirmamos
que todas las conductas inspiradas por el amor tienen un carácter directa y
evidentemente egoísta, y que todo lo que nos llegue como expresión de amor
redundará en nuestro perjuicio.
La crítica, sin embargo, está muy lejos de afirmar que el
amor no pueda ir acompañado de algún bien. Lo que denuncia es que cualquier cosa que vaya acompañada de amor,
tanto lo que damos como lo que recibimos, es
automáticamente considerada un bien, y que esto es así incluso cuando es
evidente que, de no llevar esa favorecedora compañía, esa misma cosa sería
indiscutiblemente considerada un mal.
Afirma además que, gracias a este mito, el amor legitima cualquier acción, función esta para la que ha sido
creado.
4-“No todo lo que
sucede por amor tiene explicación”.
Es la respuesta más habitual a la crítica al Cuarto Mito: “el amor es inviolable por la razón”.
La afirmación sugiere que esa crítica entiende el conjunto
de conductas humanas enmarcadas en el ámbito del amor como una mecánica
sencilla, y a quienes conozcan dicha mecánica como sujetos omniscientes en el
amor.
La crítica no propone esta estupidez de ninguna manera, sino
que reivindica el derecho de la razón a incluir en su dominio al ámbito del
amor, único que le permanece vetado. El
amor, como cualquier otra cosa, puede conocerse, entenderse e incluso
predecirse. Si a día de hoy no se conoce, se entiende y se predice no es
porque se trate de una materia especialmente compleja o de una naturaleza
particular, sino porque nuestra cultura proyecta una prohibición sobre ese conocimiento.
5-“El sexo es mejor
con afecto” o “la falta de afecto
deshumaniza al sexo”.
El Quinto Mito del Buen Amor dice que “el sexo y el
afecto son inseparables”.
Cuestionar este mito no es, como aquí se pretende, decir que
el afecto debe quedar fuera del sexo ni el sexo fuera del afecto, (aunque esta
última posibilidad resulta menos controvertida).
Cuestionarlo es decir que el sexo y el afecto no son un continuo, ni diferentes
manifestaciones de una misma cosa, ni los dos componentes imprescindibles para
nada en particular. Cuestionarlo es bajar esa mística a la realidad diciendo
algo tan sencillo y a la vez tan extraordinario como que el afecto es una disposición general a procurar el bien de la otra
persona, y que eso, lógicamente, puede ser beneficioso en el sexo como lo
es en cualquier ámbito de nuestras relaciones.
Es decir, también, que ni
el sexo genera afecto ni el afecto sexo más allá de lo que cada una de estas
cosas pueda circunstancialmente reforzar a la otra, o sea, más allá de las
formas en que el sexo genere afecto o el afecto sexo, como cualquier tercer
ámbito de las relaciones pueda reforzar a cualquiera de estos dos. Más allá,
por ejemplo, de lo que la lectura de un mismo libro pueda llevar a tener
relaciones sexuales, sentir afecto, o a ambas cosas.
Ánimo con el debate.
Son muchxs. Son muy pesadxs. Pero no tienen razón.
3 comentarios:
Gracias Israel.
Muy bueno.
Gracias a ti.
Excelente. Graciaas!
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