Pocos días después de que Gallimard publicara el inesperado
cuarto volumen de la Historia de la sexualidad de Michel Foucault, el mundo de
la cultura, y en concreto de la cultura sexual, recibe otra gran noticia
editorial: la inmediata aparición de la gran obra póstuma de Erich Fromm, autor
de la biblia contemporánea del amor, con el sugerente título de El arte de follar.
Lo que tendremos pronto en nuestras manos es el último gran
esfuerzo de Fromm por entender el signo de su tiempo y contribuir, como ya
había hecho con sus trabajos anteriores, a sanar sus más arraigadas patologías.
Durante sus últimos 14 años, desde su retiro en Muralto, Suiza,
el genial psicoanalista, otrora miembro insigne de la Escuela de Frankfurt,
abordó lo que en varios episodios del texto es referenciado como “el más
complejo de los misterios de la condición humana”.
Parece que el proceso para llegar hasta aquí no ha sido
fácil. “El arte de follar es una obra inmensa y laberíntica, llena de pasajes
crípticos, puntos muertos y hallazgos deslumbrantes” –nos explica su editora.
“Fromm se había adentrado en un mundo que pronto se reveló inabarcable, casi
infinito. Seguirle en su recorrido es fascinante. A veces casi tan inabarcable
como el viaje que él emprendió. Un laberinto dentro de un laberinto”.
Efectivamente, parece que son varios miles de páginas las
que Fromm llegó a redactar. Lo que en un principio parecía un plan definido se
ramificó pronto en una multiplicidad de investigaciones secundarias, análisis
de casos, digresiones eruditas y reflexiones personales. “El manuscrito carece
de orden y, por supuesto, carece de final. Lo que lxs lectorxs encontrarán es
una breve síntesis de 800 páginas para cuya elaboración hemos tenido que tomar
decisiones a veces puramente comerciales, buscando la intelegibilidad o
estableciendo un hilo argumental que, somos conscientes, tal vez no es
necesariamente el espíritu original de la obra”.
Pero, ¿cuál era el objetivo de Erich Fromm con este
proyecto? Sepámoslo por las palabras introductorias del propio genio de Hesse: “En
1952 la crisis generalizada de la pareja me llevó a abordar la sagrada misión de
garantizar la supervivencia de la especie. Para transformar la dinámica
histórica necesitaba un cambio revolucionario; una visión completamente
novedosa que resultara, además, irresistiblemente atractiva. Algo que todo el
mundo quisiera hacer. Un día, caminando por la orilla del Apatlaco, la idea
vino a mí: el amor es un arte. El amor debe ser entendido como una manufactura
lenta, laboriosa, cuyo producto poseerá, por lo tanto, una belleza
indescriptible. El resto surgió solo, y es de sobra conocido.
Aunque no se
puede decir que Fromm “invirtiera la dinámica histórica”, no cabe duda de que
introdujo en ella un poderoso factor retentivo. Sin embargo, la sociedad
seguía avanzando, a veces incluso cogiendo por sorpresa a mentes tan
privilegiadas como la suya: “Pensaba que con conseguir que la pareja
sobrevivieran sería suficiente. Que el resto lo harían la búsqueda de placer,
el deseo, la liberación de prejuicios,… Hoy nos encontramos con un nuevo
problema: la inapetencia sexual. Queridos lectores. Tienen ustedes que
practicar el coito o habremos retornado al callejón sin salida de la extinción.
La buena noticia es que nada es tan placentero como él. Permítanme que se lo
muestre. Acompáñenme en este recorrido por El arte de follar”.
A juzgar por la nota del editor a este párrafo, parece que
fue precisamente la cuestión del título una de las que más de cabeza trajo a
Fromm. “durante todo el proceso de elaboración barajó varios posibles nombres:
El miedo a follar, La libertad del arte de follar, El miedo a la libertad del arte de follar, incluso uno más sintético y rotundo, que, desde nuestro punto
de vista, se ajusta mejor a la intención general de su trabajo: Follar. Elegimos El arte
de follar porque sabemos que era el más usado por Fromm para referirse en
privado a su obra, especialmente si había bebido.”
Una de las cuestiones más complejas ha sido la gestión de
las innumerables notas a pie de texto, en las que Fromm da rienda suelta a su
faceta más creativa, personal y espontánea. “No hay una diferencia clara entre
las anotaciones que Fromm hacía para sí mismo y aquellas que pretendía que
aparecieran en el texto” –nos explican desde la editorial. “A veces se diría
que pasa de uno a otro destinatario en la misma frase. Nos ha sido muy difícil
establecer un criterio de selección”.
En la página 208, por elegir uno de entre una infinidad de ejemplos
posibles, como nota a un párrafo en el que se refiere al pesado estigma que
durante siglos ha acarreado el sexo en nustra cultura, nos dice: “Nuestra
sociedad necesita una palabra que enmarque un discurso positivo en torno al
sexo. Algo así como “sexobondad” o “follopositividad”. Y luego ya desarrollar
esa ideología en todas direcciones. Libros y libros. Y charlas. Y talleres. Y
películas. Tengo que encontrar esa palabra. Espero que no se me adelante el
cabrón de Marcuse”.
Y otra: “El arte del follar requiere un equilibrio perfecto
entre pensar y hacer, entre teorizar y practicar. Ambos lados del balancín
deben recibir una atención similar, para que este pueda oscilar y mantenerse en
el aire. Insistir mucho en uno de los lados hará que el balancín se clave en la
tierra estrangulando poco a poco la vida sexual. Y si eres un gilipollas, como
yo, pues te pasarás diez años escribiendo un libro sobre sexo y no follarás una
mierda.”
Como vemos, su propia experiencia sexual, y no solo la de
sus pacientes, era fuente inagotable de inspiración. El conflicto personal se
convertía en materia de reflexión, hasta el punto de llegar a ser un enigma que
le atormentara: “La separatidad sexual, es decir, la unión entre amantes que no
se materializa sexualmente con regularidad, devuelve al ser humano al
desvalimiento existencial. La vida que no folla es vida estéril en la que el
instinto de muerte cobra vigor. Las fantasías sexuales se van tiñendo de más y
más violencia, y llega un momento en que lo que te apetece, más que follar, es
quitar la tontería de una buena hostia. Y luego follar.”
En otras ocasiones ese mismo conflicto hace surgir
intuiciones y líneas de investigación de una modernidad asombrosa: “Cuanto más
me dice que no más me imagino que la ato a la cama. Le tengo que preguntar si
me deja, a ver si cuela. No. Le voy a decir que le dejo que me ate ella. Y si
acepta, le digo que primero la ato yo. Me gustaría tenerla atada a la cama y
aparecer de repente vestido todo de negro ajustado, al estilo del Comandante
Cousteau…¡A ver cómo consigo yo un traje de buzo en medio de Suiza! ¡Bah! ¡Si
es que lo tengo todo en contra!”.
La entrega de Fromm a la elaboración del libro fue extrema
hasta el último momento, siendo a veces presa de una auténtica fiebre creadora.
Pocos días antes de su fallecimiento aún escribía. “Me acabo de enterar de que
se ha muerto Marcuse. ¡Todo el tema para mí! ¡Jeje! ¡Que se joda!”.
Ahora él será todo para nosotrxs.
2 comentarios:
Brillante y descojonante. Merecería, si existiera, el Premio Stanislaw Lem a la mejor reseña de un libro inexistente.
http://impedimenta.es/libros.php/vacio-perfecto
que parche, me encanta la punchline
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