Tal vez hayas detectado en tu entorno a alguna de esas personas con
una especial proclividad a reivindicar más amor en el mundo, o a solicitar y
provocar, especialmente para con ellxs, expresiones repetitivas de afecto, a veces vacías o hasta inadecuadas.
Es posible, incluso, que te hayas topado con alguien que, a
pesar de vivir envueltx en este mar de amor, parezca estar sufriendo una
déficit crónico de afecto.
Con frecuencia juzgamos a estas personas benévolamente,
atribuyéndoles alta sensibilidad o empatía, y respondemos de manera favorable a
su conducta.
Quizás, sin embargo, nos encontremos ante algo
que debe ser tomado mucho más en serio: un nuevo síndrome adictivo, a veces
devastador, que recibe el nombre de “amorexia”.
En 2015 el equipo de la doctora en psicología social I.
Martheleur, de la Universidad de Hasselt, detectó rasgos similares a los de un
síndrome de adicción en algunxs estudiantes.
“Hicimos un primer estudio de campo en las instalaciones de
la propia Universidad en el que observamos algunas conductas inquietantes. No
era raro encontrar a estudiantes entregadxs a interminables rituales afectivos
que parecían carecer de propósito. Algunxs abrazaban inesperadamente a otrxs.
Estxs solían responder receptivamente. Pero tras ese primer abrazo, se solicitaba
otro y otro más, al mismo sujeto o a cualquiera que anduviera próximo. La
expresión de la persona que los solicitaba, lejos de mostrar satisfacción,
reflejaba una creciente angustia. En ocasiones acababa profiriendo expresiones
estereotipadas y descontextualizadas como “¡viva el amor!” o sonidos
inarticulados, como una larga “i” al modo del chillido de un roedor.”
Ante hechos tan estrafalarios y preocupantes el equipo de la
doctora Martheleur decidió investigar el fenómeno a fondo. Lo que descubrió sobrepasó
sus peores previsiones. Más de un 20% de la población universitaria era víctima
de lo que ella denominó “Síndrome de Obsesión Afectiva Infantilizante” o
“amorexia.”
El SOAI es un síndrome completamente diferente a la
tradicional dependencia afectiva hacia una pareja. “En este caso no es un
sujeto, sino una visión mágica y edulcorada del mundo lo que se convierte en el
objeto de dependencia. La persona que padece amorexia necesita representar
continuamente la idea de que vive en un universo trivializado del que han
quedado fuera tanto los conflictos de la vida adulta como los mecanismos de
afrontamiento de dichos conflictos. Para compensar la evidencia de que el mundo
no coincide con su proyección idealizada de la infancia, estas personas
contrarrestan toda arista que les presente la realidad con diferentes
mecanismos objetivadores de amor. Podemos describir a la persona amoréxica como
aquella que tapa sistemáticamente la realidad con amor” –explica la doctora
Martheleur.
“Tapar la realidad con amor” no parece tan mala idea en
algunas ocasiones. “La amorexia es un síndrome altamente incapacitante” –aclara
la doctora. “Tapar la realidad con amor es un modo tan autodestructivo de huir
de la realidad como refugiarse en cualquier otro paraíso ficticio que destruya
progresivamente las herramientas de afrontamiento dejando al sujeto cada vez
más indefenso. Utilizar el afecto como herramienta para subsanar problemas de
indefensión ante circunstancias adversas es darle al afecto un uso normal y
adaptativo. El problema empieza cuando el afecto se convierte en la única
herramienta y, al mostrarse insuficiente, suple sus carencias con más afecto en
una espiral adictiva”.
Esta es la razón por la que el síndrome recibe el nombre de
“amorexia” y no “afectorexia”. Cuando el afecto se exalta y se utiliza como una
cura omnivalente y omnipotente no hablamos ya de afecto, sino de esa palabra
mágica que encontramos por doquier representando la realización de la felicidad
completa.
¿Es, entonces, esta cultura del amor la causante de la
amorexia? Parece que hay que atribuirle una gran parte de responsabilidad.
Estudios posteriores han confirmado que la combinación entre
cultura amorosa y crisis del modelo relacional normativo es una bomba de
relojería. “Las personas que escapan a los fracasos en sus relaciones de pareja
mediante la glorificación de alguna variante de esa misma ideología –es decir,
de alguna forma de amor- entran en un bucle infinito de búsqueda de sustitutivo
amoroso. Poco a poco van atribuyendo el origen de cualquier dificultad a la
falta de amor, y desarrollando una fobia paralizante a todo aquello que no
llega presentado bajo la especie de expresión amorosa. Su vida se simplifica,
se infantiliza y se vuelve inoperante. Es urgente que el descubrimiento de la
Doctora Martheleur sea tomado muy en serio por la comunidad científica” –afirma
Ángel Miguel Guzmán, psicopatólogo y experto en adicciones de la Universidad de
Badajoz.
¿Cómo reconocemos a una persona amoréxica?
El equipo de Hasselt propone los siguientes criterios
diagnósticos:
-Manifestaciones afectivas afuncionales o disfuncionales
(“afecto inútil” y “afecto incómodo”).
-Presencia desproporcionada del amor como tema de
conversación o explicativo.
-Pereza mental.
-Conductas infantilizadas (aflautamiento de la voz, imitación
de la sintaxis preescolar, simulación de torpeza motora, fetichismo no sexual,
etc.).
-Gustos infantilizados (tendencia al consumo de dulces y golosinas, preferencia por las combinaciones caóticas de colores vivos,
gustos musicales sencillos y evocadores de melodías infantiles, afición por las
narraciones de contenido mágico o fabuloso, lecturas con alto porcentaje de
imágenes, etc.).
-Sensibilidad a flor de piel, especialmente para la
tristeza, la melancolía y la decepción (“personalidad amigdaliana” o de control
prefrontal ineficaz).
-Entorpecimiento o deterioro de las dinámicas sociales
(saludos inacabables, constantes malentendidos, hipersensibilidad a la ofensa,
intrusismo comunicativo –hablar improcedentemente del amor o de la situación
afectiva personal-, descarrilamiento, etc.).
-Narcisismo.
-Insatisfacción sentimental cronificada (constante crisis de
pareja o de falta de pareja, conflictos por la atención de las personas más
cercanas, angustia social repercutida sobre el espacio personal o síndrome del
“público inexistente”, etc.).
-Hostilidad o agresividad hacia cualquier forma de
cuestionamiento del amor. “Policía del amor”.
-Risa nerviosa.
-Alegría estúpida y frágil.
¿Cómo se escapa de la amorexia?
Hasta el momento no hay respuestas que hayan demostrado ser
eficientes, así que, de momento, parece más fácil entrar que salir. En opinión
de la doctora Martheleur el problema de las personas amoréxicas es sobre todo
contextual. “Es el entorno el que refuerza sus conductas obsesivas
interpretándolas sistemáticamente como adecuadas, beneficiosas y dignas de
elogio, hasta el punto de que la propia amorexia llega a convertirse en la
virtud más apreciada de la persona que la sufre. La infelicidad en la que la/el
amoréxicx va cayendo progresivamente es entendida por las personas que la
rodean como un síntoma de que no está siendo entendida y valorada como merece,
y la animan a que incida aún más en su dependencia. A diferencia de otros
síndromes propios de nuestro tiempo, la obsesión por el amor carece de crítica
y, cuando en un espacio social se manifiesta un caso, suele ser cuestión de
tiempo el que la comunidad entera se contagie.”
Con el pertinente consentimiento reproduzco este fragmento
de una conversación mantenido hace pocos días con una persona cercana:
-No me encuentro bien. Creo que me he resfriado. ¿Te
acuerdas de que anoche salí con mis amigxs? Pues para despedirnos, como
siempre, más de 40 minutos de besos y abrazos.
-¡Pero si estábamos bajo 0º!
-Ya, pero es tan bonito… Hay otrxs dos con fiebre y unx que
dice que le duele todo el cuerpo. Pero mira, entre que nos lo contábamos por
wsp y que nos quejábamos de estar tan malitxs, otro montón de besos y abrazos.
Así que genial.
¿Una peligrosa cepa amoréxica? Probablemente. Procuraré
mantenerme alejado.
4 comentarios:
Hola, llegué a tu blog a través de una amiga y cuando leí este tu texto, quise desde ya compartirlo en mi blog (https://ogajeironagavea.wordpress.com/) pero traducido al "galego-português". Es por eso que escribo este comentario para solicitar tu permiso para hacerlo. Por supuesto poniendo tu autoría y el enlace a este tu blog.
Espero tu respuesta.
Por cierto, muy bueno el artículo y muy necesario; cuanto menos por Galiza está triunfando en algunos sectores ese buen rollismo infantil de darse cuidados y mimos y que nadie les mire ni les hable sin su permiso ou el de su "pandi" (y no estoy hablando de adolescentes)
olvidé poner mi correo de contacto: comochoconto(arroba)gmail.com
Hola, edu.
Claro, puedes compartir el texto y te lo agradezco. La amorexia es un mal que nos atenaza en todas partes.
Un saludo.
Gracias!!
Ya publiqué (ya lo había traducido pues me esperaba que tu respuesta fuese afirmativa)
Aquí esta el enlace:
https://ogajeironagavea.wordpress.com/2018/02/23/o-inferno-da-amorexia-x-israel-sanchez/
Saudos e saúde
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