No nos gusta el modo en el que el valor sociosexual jerarquiza nuestras relaciones.
No nos gusta que las personas con más vss estén no sólo
sexosentimentalmente favorecidas sino que su favorecimiento se extienda hasta
convertirlas directamente en líderes del
grupo. Y no nos gusta que las personas que ocupan los lugares más bajos
sufran, además, del desfavorecimiento sexosentimental.
Ésa es la razón por la que nuestros grupos tiendan a estar formados por personas con un vss
similar.
Sucede así en los grupos de ocio (de amigxs), en los que
ninguna razón determina a priori sus integrantes (como sucede en la familia, el
trabajo…). No significa que estos grupos no se jerarquicen también, dado que
ésa es la tendencia natural del vss. Pero al menos lo hacen con un nivel de incertidumbre que implica dinamismo y, por
ello, cierta equidad. Si los grupos estuvieran abiertos a cualquier nivel
de vss, como sucede, por ejemplo, en el ámbito laboral, nos encontraríamos en
nuestros espacios vinculares cercanos con el vasallaje más crudo y
estratificado.
A pesar de este desagrado que nos produce la dinámica del
vss, nos preguntamos si tiene sentido
buscar una alternativa, y si cualquier alternativa no será aún peor.
Éste pretende ser un post eminentemente práctico, de modo
que pasaré ya a un ejemplo que, por serlo, incluirá multitud de elementos sobre
los que no se ha hecho hincapié en la presentación. Obviémoslos en lo posible.
Vamos a ver un caso en el que un poder originalmente diferente se inserta en la dinámica del vss,
las distintas formas en que puede hacerlo, y cómo modifica cada una de ellas
esa dinámica.
En los colectivos no monógamos nos encontramos con
frecuencia una muy deseable mezcla de edades. Reivindicarlo es hacer de la
necesidad virtud, pero entre las virtudes reales que ya podemos reivindicar
está el haber pasado por ello, de modo que aprovechémoslo para reflexionar.
La razón por la que los
grupos de ocio son generacionales no es sólo la diferencia de intereses. Echad un vistazo a los que conozcáis. La edad influye en el vss, y eso genera
dinámicas concretas por parte de los grupos, tanto de asimilación de aquellos
sujetos de vss similar como de expulsión de los que constituyen una amenaza,
tanto por exceso como por defecto de vss.
Hasta determinada edad, y en líneas generales, acumular años
es acumular experiencia sin pérdida de belleza normativa (o incluso con
ganancia, pero simplifiquemos) y, por consiguiente, de vss. A partir de dicha
edad la acumulación de experiencia va acompañada de una pérdida de belleza
normativa que puede o no ser compensada por aquélla. Esta regla obivia y general
enseña a las personas y a los grupos a reaccionar espontáneamente al vss
implicado por la edad.
¿Qué sucede cuando una persona de una edad sensiblemente
superior (10-15 años) a la edad típica del grupo se integra en él de manera
estable? Seguramente os van a sonar todas las variaciones.
-Su experiencia
convierte a esa persona en líder alfa (es decir, líder preeminente,
visible, referente. En la mayoría de las ocasiones hablamos, lógicamente, de un
hombre) del grupo.
Se convierte en la cima de la pirámide de vss y acumula
privilegios. El liderazgo por edad se naturaliza y lxs líderes previos, de edad
típica e inferior, quedan relegadxs.
La intuición de esta posibilidad es una de las principales
razones por las que el grupo tiende a cerrarse a estos individuos, y por las
que nuestra cultura tiene naturalizada la idea de que no es bueno que las
edades se mezclen. Si nuestra cultura fuera coherente también condenaría que se
mezclaran los distintos niveles de belleza normativa. En realidad, en cierta
forma, lo condena.
-Su experiencia se
muestra insuficiente (porque no es bastante o porque no compensa su
inferioridad en otros valores) para
convertir a la persona en líder alfa.
Ocupa entonces cualquier otro puesto en el ranking de vss.
Si esa persona asume su posición de manera cordial tiende a producirse una
cierta invisibilización de la diferencia de edad. La jerarquía del grupo
asimila al sujeto diferente. La edad
típica del grupo prevalece como virtud por sobre la de la persona de mayor
edad, y ésta tiende a perder conciencia de ella. Nos encontramos con una
persona que, con frecuencia, vista desde fuera, nos resulta infantilizada, o
que es percibida como alguien que acepta ser infantilizadx a cambio de un
determinado vss.
-Su experiencia se
muestra insuficiente para convertir a la persona en líder alfa, pero ella se
resiste a aceptar la posición en la que la coloca el grupo.
En estas ocasiones la experiencia se sobrerrepresenta. La
persona la reivindica continuamente, a la vez que el resto del grupo la rechaza
(“¡pesadx! ¡rancix!”) o la confina a una valoración de escaso rédito
sociosexual (“graciosx, cebolletx…”). Estas personas exacerban habitualmente la
competitividad dentro del grupo y tienden a generar afiliaciones (subgrupos de
vss específico donde se encuentran quienes sí conceden vss a la experiencia)
que pueden llevar a la escisión. Esta competitividad extrema las valoraciones
individuales hacia ellxs (la mayoría lxs considera de poco vss, mientras que
unxs pocxs lxs consideran de mucho), haciendo depender su éxito sociosexual de
la existencia de juicios extremos favorables.
En estas tres variaciones no aparece, o apenas lo hace, otra
cosa que no sea la pura competitividad
gámica.
Son tres sujetos diferentes al sujeto típico del grupo, que
compiten desde sus poderes propios, reforzando con ello la dinámica del vss
como valor genérico capaz de asimilar cualquier otro. Si entendemos la belleza
normativa como principal factor determinante del vss del grupo, en estas
variaciones simplificadas la experiencia
se pone al servicio de la competitividad sociosexual, pugnando por prevalecer
sobre dicha belleza. Allí donde lo logra (primera variación y parte de la
tercera) nos encontramos con la distopía con la que amenazan quienes se aferran
al mal menor de nuestro presente vss: la experiencia, la edad, ¡la vejez misma
como vss! La sustitución, sin embargo, es trivial, porque el vss es el deseo mismo, y se acumule donde se acumule, sea rosa o
espina, es experimentado como deseo sano.
En los tres ejemplos presentados hasta ahora la experiencia
no ha determinado en nada la naturaleza de la competición. Sigue siendo el
gamos lo que lo hace.
-Existe una cuarta variación, que también nos resultará
familiar. La llamaré la de “sujeto de
poder latente”, y consiste en no
dedicar las fuerzas a competir por vss. Cuando esas fuerzas se dedican a
asegurar una posición propia justa en el grupo e, incluso, a asegurar que el
grupo proporcione posiciones justas a sus integrantes, podemos hablar de “sujeto justo” (se vuelve prescindible
añadir “de poder latente” porque el sujeto justo “ajusta” de suyo el uso de su
poder). Este poder, que puede estar más o menos cerca del poder del/a líder/esa
visible, es ya una alternativa no sólo a la belleza normativa, sino a la propia
dinámica del vss.
La gestión que de su poder hace el sujeto de poder latente
del ejemplo puede ser justa o injusta, pero la probabilidad de que sea justa es superior a la del poder que dimana
de la belleza normativa, porque la experiencia conlleva un desarrollo humano no
implicado en aquélla (a no ser que queramos trabajar la hipótesis de que
lxs guapxs tienen más gusto estético, y que el gusto estético es inteligencia…
pero eso nos acercaría peligrosamente a defender la inteligencia de modelos por
ser modelos o de futbolistas por ser futbolistas).
Podemos encontrar ejemplos de latencia abiertamente injusta
(poder secreto que busca sorprender o que confabula, cuando lo hace con fines
injustos), pero normalmente la latencia
es una renuncia a la optimización de la explotación del poder, y apunta,
por lo tanto, a un comportamiento virtuoso.
Si entendemos que el poder
es la capacidad de obrar, y la autoridad
la legitimidad para obrar, podemos decir que el uso virtuoso del poder consiste en el reparto justo de autoridad,
de modo que el poder original desaparece, quedando, normalmente, latente.
La experiencia es sólo un ejemplo de valor cuyo
funcionamiento con respecto a la gestión justa del grupo es diferente al de la
belleza normativa. No quiere esto decir que sea el valor sustituto que
buscamos. Lo que se pretende es persuadir de que la sustitución de la belleza
normativa por otras formas de vss abre la posibilidad a que esos nuevos valores
puedan deconstruir la competitividad sociosexual. Hace falta que sean los
valores adecuados, y que se ejerzan también sobre la acumulación misma del
poder.
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