Oh, can’t you see? You
belong to me.
How my poor heart
aches with every breath you take!
Every Breath You Take, The
Police
Uno (otro) de los lugares comunes del debate contraamoroso
es la reivindicación del otro amor, ése que, a diferencia del amor romántico,
sí es bueno. Y uno de los otros amores más frecuentemente reivindicados es el
amor universal, ése que nos hermana a todxs, y a todxs con todo.
“Nada que ver” nos suelen decir, “con el amor como
normalmente se entiende. Este amor no proviene de nuestra cultura, se opone a
ella y la desarma. Es su antídoto, porque renuncia al egoísmo y a la ambición,
y consiste en la celebración de la plenitud de la vida presente, del mundo y de
lxs otrxs”.
Todo esto nos lo dicen como argumento contra el
cuestionamiento del amor y, como sabemos por otras experiencias, como recurso
para salvarlo. Para ello se ven obligadxs a defender su descontextualización (es
decir, su condición de sucedáneo y de mala traducción cultural), su
infrecuencia (por lo tanto no es que el amor sea eso, sino que “eso” es una
propuesta amorosa personal) y, lo que más debilita la tentativa, su altruismo.
Lo que voy a contar no es una prueba de nada. Es sólo un
ejemplo con ciertas pretensiones paradigmáticas. Pero estoy seguro de que habrá
a quien le cuadre. Y a quien le suene.
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Aunque la presencia visual de Sting tuvo siempre un marcado
componente de dandismo, las historias de las canciones de The Police habían
dejado ya atrás el rock cipotudo de Rolling Stones, Led Zeppelin o AC/DC y se
adscribían a una nueva masculinidad preochentera que problematizaba sus
relaciones.
En muchas y significativas ocasiones, los machos de la
música estaban abandonado la sensibilidad milleriana en la que el “sexo” que
conformaba el primer pilar de la tríada legendaria, junto con las drogas y el
rock’n’roll, consistía en la instrumentalización despectiva y sin complejos de
las fans. No es ése el discurso general de la New Wave, y no será de lo que
hablen las letras de The Police.
Lo que encontramos en sus temas, más bien, es la cartografía
de una nueva vulnerabilidad masculina; de aquellos espacios en los que el
hombre parece haber perdido el control y las cosas ya no van rodadas. Su
descripición, eso sí, irá acompañada de elementos inquietantes, a veces de autohumillación,
a veces de obsesión, a veces de delirio. Se diría que el nuevo hombre herido se
muestra enfermo. O que alega enfermadad para justificar la revuelta contra su
devaluación. Ese lugar de incertidumbre competitiva y de ambigüedad moral es
parte del enorme atractivo de una larga lista de clásicos como “Do do do de da
da da”, “Can’t stand losing you”, “Walking on the moon”, “Every Little thing she
does is magic”, “Wrapped around yout finger” o “Don’t stand so close to me”. Y
ha sido la fuente de la justificada controversia que desde no hace tanto
acompaña a “Every Breath You Take”, una de las canciones más inspiradas y
sobrecogedoras de la historia del pop.
En mi opinión, los temas de The Police son, en su conjunto,
una buena descripción de la perspectiva masculina de lo que llamamos hoy amor
romántico. El hombre que no puede someter directamente debe jugar la carta del
amor, y ese juego consiste, sobre todo, en manifestar su propia agonía, la
injusticia en la que consiste no poder realizar sus deseos mediante un simple
mandato. Las letras de estas canciones, y por encima de todas Every Breath You
Take, describen perspectivas así de atractivas, patológicas y amenazadoras.
Muchxs recordamos la transformación de Sting cuando se
disolvió la banda (algunxs, no yo, con desprecio), y cómo se convirtió, de la
noche a la mañana, y a pesar de competir con otras primeras figuras, en uno de
los más destacados portavoces de la interculturalidad musical y, como parte
fundamental de la ideología que la sustentaba, del amor universal de
inspiración lennoniana.
“Love is the 7th wave” fue el himno personal con el que
predicó la llegada de este nuevo amor en el que todxs cabíamos como iguales. Un
tema luminoso y magnífico, perfecto para cantar a plena luz del día en los macroconciertos
colectivos de Human Rights Watch, y al que sumar a Paul Simon, Peter Gabriel o
Bob Geldof en interpretación colectiva. El fin del ego encontraba su símbolo
musical en estos encuentros entre estrellas incompatibles, en la participación
del público en los coros finales, y en los abrazos entre ídolos. 20 años
después, la propuesta de All You Need is Love, que también se mostraba a sí misma
como una obra de madurez y reconciliación, y que había dejado el amargo sabor a
fracaso de la separación de The Beatles, se hacía canon y se convertía en el
tipo de canción a cantar por todxs, en todo momento y en todas partes.
El amor había evolucionado por fin. Provenía de otra
cultura, era escaso, pero en expansión, y se mostraba, ante todo, altruista.
Era otro y se había salvado a sí mismo. Se trataba, en definitiva, de un amor
defendible y reivindicable. Sting, con ropa blanca de yoga, coleta descuidada y
sonrisa franca, nos animaba a sentirlo: “I say love!” y todxs contestábamos “is
the 7th wave!” Y él, de nuevo, “I say love!” y otra vez todxs, “is the 7th
wave!”, una vez, y otra, con la infinita paciencia del maestro, hasta que conseguía
que la multitud se emancipara y cantara por sí sola el verso completo; hasta
que el público mismo se convertía en depositario y fuente del nuevo amor. Sólo
un enorme coro de voces empastadas diciendo una y otra vez que el amor es la
séptima ola.
Y entonces, sin que nadie lo esperara, pero con una lógica
que todxs experimentábamos como natural, Sting añadía a su coro de amor
universal los versos de resonancia sagrada y maldita. Como un conjuro, como una
invocación al siniestro espíritu verdadero de todo lo que allí pasaba, se
escuchaba de nuevo, irresistible en su hermosura: “Every breath you take… every
move you make… every vow you break… every single day…”. Como si Sting,
sacerdote del amor, entregara a toda aquella muchedumbre, ahora altruista e
indefensa, a las ávidas fauces del padre de los dioses.
El conjuro quedaba ultimado, exactamente como se propuso
originalmente, con aquella voz destemplada de McCartney surgiendo de entre el
coro que invocaba al amor maduro y universal diciendo “All you need is love”,
ése que era lo único que necesitábamos, y contra el qué él gritó de nuevo “She
loves you yeah, yeah, yeah!!!”
Ella te ama. Sí! Lo has vuelto a lograr.
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