lunes, 17 de julio de 2017

sobre lo que ES y NO ES sexo.


Vamos con una idea muy sencilla sobre sexo.

Si la miramos en función del sexo, nuestra vida se puede dividir en “vida sexual” y el resto, a la que podemos llamar “vida no sexual”. La vida sexual se compone de todo eso a lo que llamamos “sexo”, que son conductas sexuales, en situaciones sexuales, con personas con las que tenemos relaciones sexuales. Fuera del sexo queda todo lo demás, y tenemos claro que todo eso otro no es sexo.

Hasta aquí está todo muy claro, y podemos estar perfectamente de acuerdo.

Yo, de todos modos, lo voy a ilustar.
Está claro que ahí, entre medias de esas dos áreas claramente diferenciadas, la barrera debería ser algo más que una línea. Hay, qué duda cabe, un pequeño espacio ambiguo que se compone de ésas conductas que han estado a punto de ser sexuales, o que eran sexuales de intención, o que fueron sexuales sin que nos diéramos cuenta en el momento. Y también hay gente, claro. Está la gente con la que hace poco que tuvimos una relación sexual y no está claro si la repetiremos. Y las personas con las que hemos tenido esa relación y son vistas desde fuera como relaciones sexuales para nosotrxs. Y algunas otras. La barrera no es una línea. Es un área fina.

O no tan fina.

Porque si de lo que hablamos no es de conceptos normativos, sino descriptivos, que sirvan para distinguir entre qué es sexo y qué no lo es, nos vamos a encontrar con un espacio indefinido bastante amplio. Tomemos como ejemplo una tienda de objetos eróticos. El tema de esa tienda es el sexo, qué duda cabe. Si enfrente tenemos una tienda donde se venden, por ejemplo, miel y derivados, sabemos también, con claridad, que ésta última no es una “tienda sexual”.

Pero, ¿qué es una farmacia, donde se vender preservativos, lubricantes, etc…? ¿Y qué es una tienda de ropa, donde gran parte de los artículos tienen como objetivo realzar el valor sociosexual? ¿Y qué es un bar, si en él se liga?

Se dirá “establecimientos sexuales no”. Pues no sexuales tampoco. Así que engrosan el espacio indefinido de lo sexual que no es sólo sexual.

¿Hacemos el mismo ejercicio con las relaciones? ¿Y si extraemos de las no sexuales a aquellas donde una de las dos personas tiene aspiraciones sexuales sobre la otra? ¿Y si incluimos en el espacio indefinido las relaciones que no tienen sexo pero que tienen, como uno de sus vínculos principales, el procurárselo mutuamente (lo que ha sido siempre un “grupo para salir/ligar”)? ¿Y si dejamos de decir algo tan extraño como que las personas cuyo tema de conversación más frecuente es el sexo no tienen una relación sexual?

En cuanto a las actividades en sí mismas… ¿A partir de qué nivel de excitación de alguna de las personas imlplicadas podemos decir que el sexo está presente en aquello que se esté haciendo, sea lo que sea? Si el sexo tiene preliminares que sirven para construir un espacio amigable dentro del cual realizar la actividad sexual, ¿esos preliminares no son sexuales? Y si una orgía es un lugar donde varias personas follan, aunque no folle yo… ¿a qué distancia debe estar la persona excitada más próxima para poder decir que no estoy formando parte de un entorno sexualizado? ¿He dicho entorno sexualizado? Había olvidado mencionar la omnipresencia del lenguaje audiovisual y de su monotema: el sexo. ¿Se puede decir que actividad alguna pertenece al ámbito del no sexo si en la tele están poniendo el vídeo de Despacito? ¿Y si suena la canción?

El amor está en el aire”, decían. Lo que ha estado siempre en el aire es el sexo. El amor es el guardián que lo vigila para confinarlo al espacio del gamos y su sexo coital.

Parece que estábamos equivocadxs con nuestro esquema. Las dos áreas que habíamos representado son, en realidad, minúsculas, comparadas con la que habíamos dibujado como una simple línea. Ésta, sin embargo, crece hasta abarcarlo prácticamente todo.
Así que éste es el estado de cosas: la vida parece difícilmente desexualizable en cualquiera de sus ámbitos. Prácticamente todo es algo sexual pero no del todo sexual. Sin embargo la entendemos justo al revés. Como si el sexo estuviera guardado en un espacio concreto donde, por lo demás, apenas hay otra cosa que sexo. Esto último tampoco es cierto. Lo específicamente sexual no es, ni mucho menos, sólo sexual, y no podría ni entenderse ni realizarse sin la inclusión de esos otros elementos que, fuera del sexo, entendemos como aislados del sexo. Cuando el sexo prevalece depende completamente de todo aquello que no es sexo y lo acompaña: el contexto, el lenguaje, los estímulos no sexuales…

Bueno, y, si es así, ¿qué?

Todo. Si es así, todo.

Porque si las cosas no son sexuales ni no sexuales, sino más o menos sexuales, entonces se acabó lo de tener o no tener relaciones sexuales, porque estaremos teniendo relaciones sexuales siempre. Y se acabó lo de la orientación sexual, porque tenemos relaciones sexuales con todo tipo de personas, animales y cosas. Y se acabó lo del valor sociosexual, porque ni las personas más deseadas pueden dejar de tener relaciones sexuales con nosotrxs, ni nosotrxs podemos evitar tenerlas con las que lo son menos.

En definitiva, que todo consistiría en determinar qué hacemos y qué no hacemos en cada ocasión. Pero esas cosas que hagamos y dejemos de hacer ya no se distinguirán de las otras porque sean sexo, de modo que el que den o no paso al establecimiento de relaciones sexuales dejará de condicionar nuestra decisión.

Habrá quien diga que esto da para mucho desarrollo. Pues sí, muchísimo. Algo tremendo. Pero este texto acaba aquí.


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