Vamos con una idea muy sencilla sobre sexo.
Si la miramos en función del sexo, nuestra vida se puede
dividir en “vida sexual” y el resto, a la que podemos llamar “vida no sexual”.
La vida sexual se compone de todo eso a lo que llamamos “sexo”, que son conductas
sexuales, en situaciones sexuales, con personas con las que tenemos relaciones
sexuales. Fuera del sexo queda todo lo demás, y tenemos claro que todo eso otro
no es sexo.
Hasta aquí está todo muy claro, y podemos estar
perfectamente de acuerdo.
Yo, de todos modos, lo voy a ilustar.
Está claro que ahí, entre medias de esas dos áreas
claramente diferenciadas, la barrera debería ser algo más que una línea. Hay,
qué duda cabe, un pequeño espacio ambiguo que se compone de ésas conductas que
han estado a punto de ser sexuales, o que eran sexuales de intención, o que
fueron sexuales sin que nos diéramos cuenta en el momento. Y también hay gente,
claro. Está la gente con la que hace poco que tuvimos una relación sexual y no
está claro si la repetiremos. Y las personas con las que hemos tenido esa
relación y son vistas desde fuera como relaciones sexuales para nosotrxs. Y
algunas otras. La barrera no es una línea. Es un área fina.
O no tan fina.
Porque si de lo que hablamos no es de conceptos normativos,
sino descriptivos, que sirvan para distinguir entre qué es sexo y qué no lo es,
nos vamos a encontrar con un espacio indefinido bastante amplio. Tomemos como
ejemplo una tienda de objetos eróticos. El tema de esa tienda es el sexo, qué
duda cabe. Si enfrente tenemos una tienda donde se venden, por ejemplo, miel y
derivados, sabemos también, con claridad, que ésta última no es una “tienda
sexual”.
Pero, ¿qué es una farmacia, donde se vender preservativos,
lubricantes, etc…? ¿Y qué es una tienda de ropa, donde gran parte de los
artículos tienen como objetivo realzar el valor sociosexual? ¿Y qué es un bar,
si en él se liga?
Se dirá “establecimientos sexuales no”. Pues no sexuales
tampoco. Así que engrosan el espacio indefinido de lo sexual que no es sólo
sexual.
¿Hacemos el mismo ejercicio con las relaciones? ¿Y si
extraemos de las no sexuales a aquellas donde una de las dos personas tiene
aspiraciones sexuales sobre la otra? ¿Y si incluimos en el espacio indefinido las
relaciones que no tienen sexo pero que tienen, como uno de sus vínculos
principales, el procurárselo mutuamente (lo que ha sido siempre un “grupo para
salir/ligar”)? ¿Y si dejamos de decir algo tan extraño como que las personas
cuyo tema de conversación más frecuente es el sexo no tienen una relación sexual?
En cuanto a las actividades en sí mismas… ¿A partir de qué
nivel de excitación de alguna de las personas imlplicadas podemos decir que el
sexo está presente en aquello que se esté haciendo, sea lo que sea? Si el sexo
tiene preliminares que sirven para construir un espacio amigable dentro del
cual realizar la actividad sexual, ¿esos preliminares no son sexuales? Y si una
orgía es un lugar donde varias personas follan, aunque no folle yo… ¿a qué
distancia debe estar la persona excitada más próxima para poder decir que no
estoy formando parte de un entorno sexualizado? ¿He dicho entorno sexualizado?
Había olvidado mencionar la omnipresencia del lenguaje audiovisual y de su
monotema: el sexo. ¿Se puede decir que actividad alguna pertenece al ámbito del
no sexo si en la tele están poniendo el vídeo de Despacito? ¿Y si suena la
canción?
“El amor está en el aire”, decían. Lo que ha estado siempre
en el aire es el sexo. El amor es el guardián que lo vigila para confinarlo al
espacio del gamos y su sexo coital.
Parece que estábamos equivocadxs con nuestro esquema. Las
dos áreas que habíamos representado son, en realidad, minúsculas, comparadas
con la que habíamos dibujado como una simple línea. Ésta, sin embargo, crece
hasta abarcarlo prácticamente todo.
Así que éste es el estado de cosas: la vida parece
difícilmente desexualizable en cualquiera de sus ámbitos. Prácticamente todo es
algo sexual pero no del todo sexual. Sin embargo la entendemos justo al revés.
Como si el sexo estuviera guardado en un espacio concreto donde, por lo demás,
apenas hay otra cosa que sexo. Esto último tampoco es cierto. Lo
específicamente sexual no es, ni mucho menos, sólo sexual, y no podría ni
entenderse ni realizarse sin la inclusión de esos otros elementos que, fuera
del sexo, entendemos como aislados del sexo. Cuando el sexo prevalece depende
completamente de todo aquello que no es sexo y lo acompaña: el contexto, el
lenguaje, los estímulos no sexuales…
Bueno, y, si es así, ¿qué?
Todo. Si es así, todo.
Porque si las cosas no son sexuales ni no sexuales, sino más
o menos sexuales, entonces se acabó lo de tener o no tener relaciones sexuales,
porque estaremos teniendo relaciones sexuales siempre. Y se acabó lo de la
orientación sexual, porque tenemos relaciones sexuales con todo tipo de
personas, animales y cosas. Y se acabó lo del valor sociosexual, porque ni las
personas más deseadas pueden dejar de tener relaciones sexuales con nosotrxs,
ni nosotrxs podemos evitar tenerlas con las que lo son menos.
En definitiva, que todo consistiría en determinar qué
hacemos y qué no hacemos en cada ocasión. Pero esas cosas que hagamos y dejemos
de hacer ya no se distinguirán de las otras porque sean sexo, de modo que el
que den o no paso al establecimiento de relaciones sexuales dejará de condicionar
nuestra decisión.
Habrá quien diga que esto da para mucho desarrollo. Pues sí,
muchísimo. Algo tremendo. Pero este texto acaba aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario