lunes, 1 de mayo de 2017

experiencias y reflexiones de 5 personas ágamas.


A raíz del post 5 claves para llevar la agamia a la práctica surgió en el grupo de facebook un jugoso debate sobre las diversas formas en que la agamia se iba entendiendo y construyendo en la vida de cada unx.

Nos ha parecido interesante traer al blog la voz de cinxo de lxs compañerxs del grupo, que dialogan tanto con aquel texto como con su propia experiencia como agamxs.


ELI. 31. (Agora)fóbica superviviente. Propiedad de un gato c*brón. Nombrarse y existir al margen de las parejas o no-parejas le parece una bonita manera de crecer y construir una realidad más amable para todes:


Mi texto va a estar dispersito y desorganizado. Como yo. Pero espero que aporte algo.

Al margen de superhéroes con poderes, unicornios que saben lo que quieren y lo que no en todo momento y además saben pedirlo o rechazarlo con asertividad y seguridad y en un tono agradable para oídos ajenos, a pesar de un posible encabronamiento eventual, que poseen una red afectiva sólida y circundante, probablemente son bellos y sin ninguna tara física o mental... Existimos seres humanos vulnerables y/o de gamas más bajas, bueno, en fin, seres humanos en general, y creo que si los modelos relacionales alternativos a la trampa gámica no son capaces de ofrecer un marco teórico en el que desarrollar cuidados para todos, se convierten en otra mierdecilla al servicio de una élite inalcanzable. Al final, otro producto capitalista al que pocos pueden acceder sin hipotecarse emocionalmente.
Hablo entonces de lo que me aporta el pensamiento ágamo desde mi vulnerabilidad de ser humano, y cada una de estas aportaciones las convertiría en "puntos", si bien ya entran en cierto modo en los cinco de Israel, o son de por sí bastante obvias.

1. Valorar mi red afectiva como individuos totalmente insustituibles a los que cuido y para quien busco espaciotiempos.

2. Cuidarme a mi primero. Comer bien, aceptar ese trabajo, leer, pasar tiempo conmigo... Sin culpa ninguna y con un disfrute absoluto.

3. Liberarme de la promiscuidad en sí misma. Para mí personalmente es el gozo del "no" (y seguir leyendo en pijama o diciendo chorradas con una primah) lo más importante del-no gamos. Creo que el sexo, como evento que se celebra con tantísimo más jolgorio que cualquier otro, es otra trampa.

4. La consciencia de que los momentos compartidos son auténticos y no persiguen un fin último de posesión.

5. Aceptación de mis deseos como válidos, sean cuales sean...

Me dejo seguro cosas, pero, al final, creo que todo esto contribuye a construir una existencia más feminista, más igualitaria y más libre y plena.


GUILLERMO, turolense de 27 años, estudiante de filosofía, nos habla de la relación entre agamia y amistad:
Haciendo mía la expresión de Protágoras, diré que para mí la amistad es “la medida de todas las relaciones”.

Al principio creí que la agamia se trataba de una especie de excusa formal para la promiscuidad -suponiendo que se necesite una excusa-, pero, pasado ese primer bache, entendí que la promiscuidad (sola) no va a ninguna parte, y quien dice a ninguna parte, dice a los mismos senderos monógamos y desiguales de siempre para cubrir necesidades afectivas no vinculadas con el sexo.

Mi experiencia es corta y está sembrada de dudas a cada paso que doy, pero de lo que me he dado cuenta “practicando” la agamia es de que quiero mantener relaciones al nivel al que se dan dentro de mis círculos de amistades, es decir: cuidándolas, dándoles tiempo para madurar -o incluso para que se pudran-, sin esperar que me exijan imposibles -y sin exigirlos yo-, con una relación entre personas iguales y libres de hacer lo que les venga en gana sin pedir permiso o, necesariamente, dar/exigir explicaciones. Ya es hora de que primen nuestros valores sobre los de la cultura normativa del amor.
En definitiva, creo que independientemente de las relaciones sexuales, y sorteando las dificultades que nuestra mente -domesticada a fuerza de latigazos amorosos y al ritmo marcado por los esclavistas de la monogamia, con la canción del momento retumbando en nuestra psique- yo me planteo qué es lo que quiero de un/a amigx y cómo trato a mis amigxs, y con estas premisas construimos, o destruimos, la relación sin caer en la falsa necesidad de una pareja, y de la forma más horizontal posible.


Nombre de guerra: ALTAVISTA BASURTO
Modelo relacional: peripatético resistente al gamos
Estado civil: al loro
Se trata de buscar la vida buena. Es un afán que de una u otra manera nos empuja a todxs desde siempre.

Si nos retrotraemos a la cuna en plan freudiano, todo quisqui ha necesitado abrazos y protección para desarrollarse. Unxs más y otros menos lo tuvimos, y unxs más y otrxs menos venían con la ontogénesis colocadita para recibir el empujón necesario a la supervivencia y de ahí a seguir con la evolución propia y de la especie.

Cojamos la pértiga del tiempo, plantémonos en el momento actual y miremos cuántas veces y por qué nos hemos enredado en la madeja del amor, en la creación de una pareja, en la tendencia a formar un hogar, en repetir patrones de idealidad que en la imaginación eran putos anuncios de Coca-cola y en la realidad una película de neorrealismo italiano emocional.

Creo que es evidente la búsqueda de la seguridad perdida o, en su defecto, la sustitución melancólica de un hogar originario que nunca fue como lo pintaba la propaganda de la tribu.

Y como hijxs de nuestro tiempo que somos, cargados en nuestra memoria colectiva con los recuerdos de una vida fabulosa del New-Deal americano, del hippismo de la anterior generación, de razones ya masticadas en contra del modelo tradicional de la familia, de drogas que se cargaron a la generación de nuestrxs primxs mayores, de sexo libre pero no tanto, de libertad para sentir, nos aferramos al viaje que nos daba el enamoramiento y quisimos construir desde ahí, en nuestra burbuja individual y narcisísticamente única, nuestra arcadia del amor entre dos, del amor original que no era como el de nuestros padres.
Pero entonces vino Ikea y nos empezó a bombardear con la construcción de una república independiente entre cuatro paredes, y nos daban imágenes de mamás despeinadas, papás buenorros con jerseys de punto grueso y niños monísimos en calcetines entretenidos con juguetes de madera. Además nos tragamos cientos de comedias románticas las sobremesas de los fines de semana y seguimos obviando una y otra vez las cabezas de hidra del aburrimiento, del sinsentido, de la manipulación, de los celos y la dominación que se estaban instalando en nuestras parejas.

Fue a base de acostumbrar al cerebro una y otra vez a la disociación de cómo funcionaba el imaginario y chocaba con la realidad, como acabamos por negar la realidad. Pero la insatisfacción permanente, como una cuerda de un bajo en un concierto para chelo, resonaba como una irritación cada vez más extendida.

Y no entendíamos las broncas. Y no entendíamos los dramas. Y nos desgarrábamos en la incomunicación. Y no había forma de poner nada en común. PERO SI YA ÍBAMOS A IKEA LOS SABADOS, JO-DER.

Y en la resolución entraban los demonios de las malas artes. Y el poder, el puto poder y el patriarcado que ya sabemos a quién se lo da. Y salíamos malparadas, despechadas, con sensación de estafa y recurríamos a la justicia y unas veces nos daban la razón y otras nos hundían aún más.

Así que… por qué no parar el juego y plantearse seriamente qué es lo que merece ser vivido y cómo hacer(nos) justicia.

Yo, desde luego, empiezo por el respeto y por la realidad tal cual es huyendo de narraciones y ficciones que me lleven de nuevo a la ciénaga. La Ciénaga, por cierto, que buena peli. No dejéis de verla.


MARIA, sin acento ya que tengo la suerte o desgracia, según la época que se mire, de ser valenciana y vivir en Valencia. Soltera y sin hijos por vocación, sin embargo, volcada profesional, corporal y anímicamente en la infancia. Esquivadora de obstáculos y ataques desde que defiendo otra forma de relacionarnos que no esté necesariamente vinculada al enamoramiento. Definitivamente en estado de constante construcción:
El tema del afecto me ha estado rondando desde que leí el post en "Contra el amor".

El afecto es problemático, tan intangible como necesario, se puede analizar, ahora bien, no creo que se pueda diseccionar o clasificar.

Todos de acuerdo aquí en la necesidad de separar radicalmente el afecto del amor romántico. Es, de hecho, cuando ambos aparecen relacionados cuando todo se pervierte.

Me parece fundamental, para funcionar medianamente bien en nuestras relaciones, que entendamos qué es un buen afecto, cómo y cuándo darlo y cómo recibirlo, que tampoco es siempre fácil.

¿Implica el afecto atención y cuidados? Considero que éstos son una manifestación básica del mismo, resulta que la palabra "manifestación" es clave. ¿Debe ser el afecto manifestado o de lo contrario se convierte en algo bastante estéril? Personalmente creo en la necesidad de la manifestación. Pero, ¿cómo? Bueno, aquí, irremediablemente, voy a ser simplista. Esto es muy complejo, claro.
Pienso que una buena manifestación afectiva debe ser considerada, siempre, a través de unos filtros. ¿Es este sentimiento compatible con mi bienestar? ¿Quiero dar afecto? ¿Puedo dar afecto? ¿La persona receptora quiere y acepta mi manifestación afectuosa?

Otra idea interesante es la relación entre sexo y afecto, siempre y cuando el afecto no sea entendido, tampoco en este caso, como un sinónimo de amor romántico.

Me quedo cortísima. Es un tema complejo.


CLARA ha gastado 33 años y vive en Madrid. Ha pasado por distintas visiones sobre las relaciones: monogamia, anarquía relacional...Hace menos de un año que encontró en la agamia qué nombre poner a su visión. Desde entonces se considera ágama y eso le hace reflexionar sobre la educación:
A los cinco puntos aportaría alguno sobre cómo nos planteamos la educación, porque gran parte de los problemas que tenemos para la práctica son debidos a la educación que hemos recibido, y si seguimos reproduciendo eso no conseguiremos crear la sociedad que buscamos.

Educación en dos aspectos: como asimetría, porque si defendemos la no jerarquía de las relaciones tendríamos que ser coherentes con ello en cada tipo de relación, incluidas las relaciones con los hijos o los menores en general. Un modelo jerárquico no se mueve, un modelo asimétrico está en constante movimiento.

Sobre los tres clásicos modelos educacionales definidos desde los años 70: autoritario, permisivo, democrático; considero que no nos serviría ninguno dentro de la agamia. Creo que se conocen los peligros de los dos primeros y el democrático, vendido como dialogante, con lo gastada y falsamente usada que está tanto la palabra como el concepto de democracia, tampoco me parece que sirva. Es un engaño pretender colocar en la posición de diálogo cosas que a veces no pretendemos dialogar o incluso que no son dialogables. 

El modelo de la terraza que se expone aquí para las relaciones me parece fabuloso y creo que es aplicable, bajo esta asimetría, a la educación. En este modelo, que es asimétrico porque no se parte de la misma situación entre cada una de las dos personas, dado que sus circunstancias son inconmensurables, no se niega la igualdad de ellas, es decir, la igualdad de los elementos que forman las relaciones. Habrá fricciones, movimientos, pero los acuerdos, que equivalen a las terrazas, se cumplen. No pueden no cumplirse porque nacen de las dos partes. Podrán cambiar o caducar, pero no generan principios ni finales, sino una continuidad. Siguiendo el modelo de la terraza, hay una naturaleza que es la tierra y sus propiedades, pero ésta se modifica según las necesidades tanto de ambiente como de consumo. Con consumo me refiero a necesidad de que esa relación asimétrica aporte algo y no la producción, porque la relación no tiene nada que producir en sí, es válida por sí sola, pero sí defiendo que tiene que enriquecer. Si no, no merecería la pena vivir en comunidad.
El otro aspecto en el que quiero hablar de educación es el de la educación emocional. Creo que los avances que se han hecho desde la psicología y otras materias en terreno de educar emociones son aprovechables para nuestra práctica.

Uno de los puntos del texto al que nos referimos trata expresamente de las montañas emocionales, que se disiparán con la práctica de la agamia. Esto no es no dejarse sentir ni experimentar, sino todo lo contrario. Cuando comencé a ver textos sobre la agamia le achaqué la falta de explicación sobre esto y en un principio interpreté que se pretendía tapar esas emociones. Ahora que lo practico y que he leído, hablado y reflexionado un poco más sobre el tema, lo conjugo con otras prácticas de mi día a día, como son la atención plena y el ejercicio de manejar las emociones.

Como todo lo que estamos hablando, a más práctica, mejor. La práctica hace al maestro. Desde este punto de vista, considero que el entrenarnos en reconocer emociones y poderlas manejar, que no controlar ni ocultar, es útil para una vida sana e íntegra. Las emociones nos sobrevienen como nos sobreviene el tiempo meteorológico, pero nosotros no somos la emoción. Somos la conciencia que observa la emoción, somos los observadores de nuestras propias emociones.

Lo mismo ocurre con los pensamientos en bucle. Si podemos observar las estructuras creadas en torno al género y reestructurarlo, observar lo que rodea e implica al sexo o a las relaciones sexuales y resignificarlo, podemos observar también que estos procesos no van a ser gratuitos, pensaremos muchas cosas y sentiremos muchas cosas. Ahora bien, de la misma manera que nos colocamos en posición de observadores, de testigos, para estar pendientes sobre el sexo y el género, podemos hacerlo con las emociones. Clasificar los registros emocionales que podemos tener y poderlos seleccionar en su expresión o momentos oportunos, creo que nos será útil en la práctica de la agamia.

Estas dos vías a mí me sirven para ejercitarme en vivir plenamente, cada instante con cada persona, ya sean mis hijos o mis vecinos o quien sea. Todos los días me equivoco. Cómo, si no, podría aprender.




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