Recibo un inesperado wsp de Sofía: “ven. Quiero presentarte a alguien.”
“Inesperado”, unido a “de Sofía” es un pleonasmo. Un
pleonasmo es una figura retórica consistente en añadir palabras innecesarias
cuya función expresiva es el énfasis. Pero es que los mensajes que recibo de
Sofía son inasequibles a la generalización. Incluso bajo la categoría de “inesperado”.
Da igual que ya sepa que me van a sorprender. Aun así, siempre me sorprenden.
“Ok”, es mi insulsa respuesta. Si cualquier otra persona me
dijera “quiero presentarte a alguien” le contestaría “¿por qué?” y, respondiera
lo que respondiera, crearía un colchón de seguridad entre la petición y su
satisfacción diciendo “hoy no puedo”. Pero si Sofía me propone algo todo lo que
pueda retenerme se vuelve de papel. Una propuesta de Sofía cambia
automáticamente mi disposición anímica como si se pulsara un botón. Son mis
propias tareas las que parecen indicarme que la mejor manera de realizarlas es
abandonándolas por algo de lo que sólo conozco la fuente.
Antes de comprometerme con ello, ya lo estoy haciendo.
“Ok”, le digo. Pero no hace falta. Eso sí que es un
pleonasmo.
Cuando llego al lugar acordado Sofía ya está allí. Ella y
Diego, un conocido de ambxs por quien no siento especial simpatía. Hay una
cuarta persona, a la que me presenta como “Fredi”. De modo que Sofía va a
aprovechar para que Diego también le conozca. Bueno.
Pero Fredi no es el objeto de nuestra cita. O eso nos cuenta
Sofía, a saber con qué intención. Nos dice que Carla, una gran amiga suya, está
a punto de aparecer, que hacía tiempo que no venía a Madrid, y que quería
aprovechar para presentárnosla. “Sé que os va a gustar”, nos dice.
Apenas cinco minutos después aparece Carla. Está claro que
es una mujer interesante y de carácter absolutamente encantador. Está claro,
porque Sofía ha dicho que nos va a gustar, y es evidente que no podía referirse
a su aspecto. No describiré ese aspecto, pero cuando toma asiento junto a la
anfitriona, el contraste es extremo. No es que Carla me genere ningún tipo de
repulsión. Es, simplemente, que, ante ella, el deseo se ausenta. Nada que ver
con lo que me pasa cuando miro a Sofía.
Estoy seguro de que no soy el único que está pensando algo
parecido. Y estoy seguro de que Sofía es consciente, porque de vez en cuando
reorienta la atención del grupo sobre Carla. Efectivamente, no sólo es
interesante y sensata, sino que combina la empatía con el protagonismo en dosis
perfectas. Carla nos ha convencido sin esfuerzo de que valía la pena conocerla.
Eso hace que la diferencia de atractivo destaque aún más, porque ahora es
prácticamente la única diferencia.
Pero Carla tiene que irse. Es muy probable que haya más
gente por la que tenga que ser conocida, de modo que se despide afectuosamente
y lxs tres convocadxs nos quedamos solxs con Sofía. Lxs tres a solas con Sofía.
“Ofrezco sexo al primero que sienta deseo por Carla”, nos
dice.
Nos lo ha comunicado como quien informa de que tiene que ir
al servicio. En cualquier otra situación, con cualquier otra persona, habrían
surgido risas nerviosas. Pero aquí, nosotrxs, con ella, nos hemos saltado esa
fase y pasado directamente a mirarnos con mutua desconfianza.
Comprendemos que acaba de empezar la parte práctica del
ejercicio. Y es una competición.
-¡Un momento! ¡Un momento! ¡Un momento! – interrumpo, sea lo
que sea, aquello que está teniendo lugar - ¿Quieres decir que la condición para
acostarte con nosotrxs es que nosotrxs nos acostemos con Carla?
-No.
Nos seguimos mirando lxs tres. No podemos dejar de mirarnos.
Estamos atadxs a mirarnos, lxs unxs a lxs otrxs.
El idiota de Diego es el primero que salta:
-¡Ya está! ¡La deseo! – afirma con convicción.
-¿Por qué? – pregunta Sofía, como si hubiera estado
esperando exactamente esa declaración.
¿Ahora qué, idiota? Vamos, Sofía. Machácalo.
-Porque es una mujer muy interesante. Siento deseo. En
serio.
Diego sólo ha hablado para poder dejar de hacerlo. Ni
siquiera buscaba convencer. Sólo escapar. Ningunx le ha contestado. Sofía ya lo
había hecho. Su “¿por qué?” era más que suficiente.
Ahora nadie mira a nadie. Todo el mundo parece mirarse a sí
mismx. Todo el mundo escarbando en el pozo de su deseo en busca de Carla, para
poder encontrar detrás a Sofía. O construyendo algún tipo de engendro estratégico,
allí, en el fondo de su pozo.
Entonces habla Fredi. Con mucha serenidad. Como si la serenidad
fuera su verdadero mensaje.
-Deseo a Carla. Es normal que la desee. Lo he pensado
despacio y, sí, por supuesto que su cuerpo no me llama la atención a primera vista.
Pero sé que eso después me dará igual. Que ese cuerpo se llenará de significado
porque el significado ya está en ella y se asociará poco a poco a su cuerpo.
Así que sí: la deseo. Me parece lo más sencillo del mundo. Y si no nos lo
hubieras propuesto en estas condiciones tarde o temprano la habría deseado.
-¡¡¡¡¡No, no, no, no, no!!!!! – vuelvo a interrumpir. –
¡Vamos a ver! Aquí se están produciendo cosas que… ¡No, no, no! Esto no es así.
O sea, la idea está bien, pero esto no es así. ¿¡Dónde está la legitimidad de
todo esto!? ¿Qué sentido tiene? Es que hay mil cosas… Se me ocurren mil cosas
que decir. ¡Sofía, no lo has planteado bien! ¡…objeciones! ¡Eso es! ¡Tengo mil
objeciones!
-Israel – dice, mirándome profundamente, y su mirada me calma
como si yo fuera un cachorro al que cogen por la nuca. Me sonríe afectuosamente
- Eres lento.
_
Regreso a casa con un desasosiego sexual parecido al de otras
veces. No sé si siento indignación, sincera curiosidad intelectual, o simplemente
estoy excitadísimo. Mi cabaza, eso sí lo sé, hierve con cada detalle de lo que
acaba de pasar. Se encuentra en modo “Sofía”. “Velocidad Sofía”.
Y soy lento.
No entiendo cómo se puede correr más. Cómo se puede
gestionar esa situación en unos minutos. Todavía me es imposible obtener una
idea clara de las implicaciones éticas, no sólo para cada unx de lxs tres, sino
para la propia Sofía. Y, por supuesto, para Carla. La había olvidado por
completo. ¿En qué ha consistido esa presencia? ¿La había preparado con Sofía?
¿Era todo una actuación?
Busco en mi memoria pistas que me puedan dar una respuesta,
y me retrotraigo al momento en el que ha llegado. Su aparición adquiere ahora
un carácter perturbador, y tengo la sensación de estar mirándola más en mi
recuerdo de lo que lo hice cuando el recuerdo se formó. Llego al momento en el
que se sienta junto a Sofía y encuentro que algo ha cambiado con respecto a lo
que esperaba. Ambas están unidas ahora por un vínculo nuevo. Aquella neta
diferencia, entre alguien que atrae y alguien que no, ha desaparecido…
“Sin hacer trampas”, pienso, mientras me reclino contra la
ventana del vagón, y dejo que la satisfacción me inunde. Mientras disfruto de
la experiencia sexual que Sofía acaba de regalarme.
5 comentarios:
Me pregunto por qué me resulta tan antipático el personaje de Sofia
pues no eres la primera persona que me lo dice. si das con la respuesta te agradeceré mucho que la compartas conmigo.
por otro lado, no sé si no es así como debería caer.
No entiendo...
¿Por qué desaparece la "barrera" que separa a Sofía y su amiga?
por asociación.
sofía ha establecido un vínculo entre su atractivo y el de carla, del mismo modo que su propio atractivo se ha construido mediante asociaciones.
¿La opinión de Carla importa algo aquí?
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