lunes, 14 de noviembre de 2016

¿qué podemos "pactar" en nuestras relaciones?


Decía en este post que los pactos o acuerdos en las relaciones son una herramienta mucho menos fiable de lo que nos están contando.

Para que un acuerdo funcione hace falta que las partes sepan que el incumplimiento será castigado.

Se necesita entonces una fuerza capaz de imponer ese castigo porque sea superior a la de lxs firmantes del pacto, y en las relaciones es raro que se disponga de esa fuerza. Los pactos en las relaciones no sólo son privados, sino que se exige esa privacidad (“lo que dos personas libres y maduras pactan sin intervención de nadie” suele ser la definición).

De modo que el acuerdo es papel mojado. Vale tanto como vale el guión de una performance que las personas pactantes decidieran redactar. Es poco más que un relato.

Pero tiene que haber alguna razón para que existan, entonces, y para que disfruten de su presente reputación como piedra filosofal de las relaciones. Las cosas disfuncionales no subsisten. Subsisten, y muy bien, aquéllas que parecen disfuncionales pero están realizando una función oculta.

En el caso de los acuerdos, esta función es el aprovechamiento de la buena voluntad. Si tú me propones un acuerdo y yo lo acepto creyendo que el acuerdo sin vigilancia sirve de algo, y que mi obligación es cumplirlo, entonces te estoy dando la oportunidad de que prepares con tiempo tu traición al acuerdo. Estoy bajando mi guardia hasta el momento en que tú puedas traicionarme de la manera más ventajosa para ti. Aceptar un acuerdo, y hacerlo de buena voluntad, es ceder a la otra parte la posibilidad de golpear primero. Eso es precisamente lo que la otra parte nos propone, disfrazado de acuerdo. Y por eso mismo defiende la cultura del acuerdo.

Cambiemos, entonces de paradigma. Hablemos de consenso.

Hay consenso cuando el objetivo es común. Si la otra persona busca lo mismo que yo, puedo entonces confiar en que su voluntad va a estar razonablemente orientada a lograr aquello que es nuestro común objetivo.
Veamos algunos ejemplos para entender cómo funciona el consenso.

1_El objetivo común no es la coincidencia de los objetivos personales.

Si yo quiero ganar dinero y tú quieres ganar dinero, ganar dinero no es un objetivo común. Yo quiero dinero para mí y tú quieres dinero para ti, así que no queremos el dinero para la misma persona. No es común, y lo que tú necesitas para ganarlo no es que yo lo gane. Es otra cosa.

Puede ocurrir, claro, que decidamos intercambiar información, o que el apoyo mutuo sea eficaz a la hora de alcanzar nuestros objetivos independientes. Pero si mi ganancia se ve alguna vez obstaculizada por la tuya, entonces me tendrás inmediatamente en tu contra.

El objetivo de la ganancia pasa a ser verdaderamente común, por ejemplo, cuando ambxs queremos gastarlo en algo que tiene el mismo efecto para lxs dos (perdóneseme el binarismo). Cuando estamos ahorrando, pongamos por caso, para costear un viaje juntxs. Entonces sí podemos confiar en que la otra persona no va a dificultar mis ganancias, porque mis ganancias son, en realidad, las suyas.

2_El consenso no se decide. Se sabe.

Cuanto mejor conocemos a alguien, mejor sabemos cuáles son nuestros consensos con esa persona. De modo que conocer (y compartir cosas con ese fin) es el modo de descubrir qué objetivos se pueden abordar en común.

Para que yo sepa que la otra persona no va a salir corriendo con nuestras comunes ganancias para el viaje tengo que saber que realmente quiere ese viaje. Lo que me haya dicho sólo es una fuente de información (me informa de su posición frente a mí), pero no de verdad.

Es sólo conociéndola como yo puedo saber si nuestro supuesto objetivo común es un verdadero objetivo para ella o sólo un subterfugio para conseguir cualquier otra cosa.

3_El consenso se desarrolla con el debate.

La negociación no es la dinámica que aumenta el consenso. Es el debate. Hablar de las cosas es lo que pone de manifiesto lo que las cosas son para las personas que hablan de ellas, y lo que hace que sobre ellas lleguen a nociones comunes. A medida que esas nociones se vuelven cada vez más comunes los objetivos también lo hacen, y las posibilidades de buscarlos en común aumentan.

Se dirá que las personas siempre discreparán. Bueno. Y siempre estarán de acuerdo. La discrepancia y el consenso siempre están presentes, pero el último aumenta con la búsqueda común de lo verdadero. Si conocerse mutuamente es descubrir el consenso, debatir, en su sentido más extenso (no sólo debate formal, sino intercambio de experiencias, búsqueda de experiencias comunes, puesta en común de otras opiniones influyentes, investigación común, etc), es aumentarlo (o descubrir dónde creíamos que existía y en realidad no existe, lo cual es una optimización del consenso que también mejora las posibilidades a la hora de establecer objetivos comunes).

Y se dirá que las personas siempre buscan su propio beneficio y esa discrepancia no puede someterse a consenso alguno. Es una tontería, porque todxs entendemos, por el sentido común más inmediato, que la cooperación aumenta las posibilidades individuales. El egoísmo ideológico más extremo puede reducirse también a la cooperación, siempre que sea sometido a conocimiento mutuo y debate.

4_Los acuerdos que sí funcionan son cooperaciones, no acuerdos, y nacen del consenso.

Si dos personas que conviven y entre las que el consenso no es significativo son capaces de ponerse de acuerdo para repartirse la limpieza, por ejemplo, es porque sí hay un consenso con respecto a la importancia de la limpieza y a la necesidad de seguir conviviendo.

Esas personas serán capaces de hacer una planificación, pero no será un acuerdo, dado que no servirá para armonizar objetivos enfrentados, sino a personas que están enfrentadas con respecto a otros objetivos, pero entre las que habrá consenso con respecto al objetivo de tener la casa limpia. Si el consenso no es real (una de las personas, por ejemplo, no cree verdaderamente en la importancia de que la casa esté limpia) estaremos entonces ante un acuerdo, y éste correrá el peligro de no ser cumplido.


1 comentario:

Martela dijo...

Pues que brutal está este articulo, pero muy bien ejemplificado muchas gracias. Lo cierto es que ya entiendo más este concepto del objetivo como parte fundamental del consenso. Esto de conocer a la gente y entender sus diferentes motivaciones es algo que poco a poco me ha ido cayendo y otras veces no lo comprendo tanto. saludos.