Normalmente, cuando me dirijo a la comunidad ágama, uso la
fórmula “ágamxs y filoágamxs”. La intención, al incluir la cateogoría
“filoágamxs”, no es sólo interpelar a toda persona que muestre simpatía o
curiosidad por la agamia. Se trata también de incluir a aquellas personas para
las que la agamia es una opción deseable pero sentida como imposible.
He escuchado muchas veces que “la agamia está muy bien, pero
hay que ser muy valiente para llevarla a la práctica”.
Mi respuesta es siempre que no es verdad (porque no lo es),
y que todo el dolor que se anticipa al imaginar el paso de la monogamia (o de
cualquier otro modelo) a la agamia es prácticamente el único dolor verdadero que
se va a experimentar. El poder de la frontera entre ambos modelos está en el
símbolo de esa frontera, y no en ningún sistema represivo verdaderamente eficaz
del que la frontera disponga.
Por eso siempre digo que, si se quiere salir de la
monogamia, lo más cómodo es la salida radical, es decir, la agamia, y que si la
salida de la monogamia duele es porque se ha ido de la monogamia a otro modelo,
pero no a la agamia.
Con esto, lógicamente, se puede estar de acuerdo o no, y mis
argumentos pueden parecer más o menos verídicos.
Pero para quienes consideráis que tengo una visión demasiado
optimista de la transición os traigo hoy una propuesta que no podéis rechazar.
Va dirigida a las personas que, ahora, no tienen pareja (lo cual puede incluir
a quienes la tienen desde hace poco y a quienes parezca que, dentro de poco, dejarán
de tenerla).
¿Te has planteado ser
ágamx mientras no tienes pareja?
Sé que suena a fraude, a sucedáneo y a traición. Explicaré
por qué considero que no lo es.
No es un sucedáneo
porque nuestros modelos relacionales, como no podría ser de otra manera, son
siempre experimentales. Decir que vamos a probar a ser ágamxs mientras no
tenemos pareja puede ser un salto con red, pero eso no significa que vayamos a
caer en la red. Sería un sucedáneo si lo que hubiera tras el salto fuera, con toda certeza, una
versión rebajada de la agamia. Pero debo advertir de que si pruebas la agamia cabe la posibilidad de que dejes la monogamia para siempre.
No es un fraude
en la medida en que no engañes. No tenemos la obligación de desnudar nuestras
intenciones a todo el mundo. Pero hay personas a las que debemos contar algunas
de ellas, porque les afectan directamente. Entre esas personas estamos, por
cierto, nosotrxs mismxs. No se trata con esto de demonizar el engaño, que forma
parte necesaria de la condición política de nuestra vida privada. Se trata de
recordar que el engaño, normalmente, no está justificado, y que las
justificaciones para los engaños son, normalmente, muy engañosas.
De modo que, como decía, no es un fraude en la medida en que
no engañes. Si otras personas saben que se están vinculando contigo a pesar de
que tú puedas romper esa vinculación el día que decidas abandonar el
experimento ágamo, entonces no debes preocuparte. Ellas estarán (o deberían
estar) preparadas para ese momento.
Y, ¿cómo lo llevamos
a cabo?
Es muy sencillo, porque la agamia es muy sencilla. Dejaremos de ver nuestras relaciones como
divididas en dos grupos incomunicados: parejas y no parejas. Dejaremos, por
tanto, de angustiarnos porque uno de los grupos esté completamente vacío, a
pesar de que el otro esté aceptablemente lleno. Lo que no tenemos, porque no
tenemos pareja, lo buscaremos en quienes no son nuestra pareja. Encontraremos
algunas cosas, otras no, pero ya no nos hará falta una pareja para
encontrarlas, porque parte de las necesidades que una pareja satisface estarán
ya satisfechas.
Dejaremos, además, de
angustiarnos porque tenemos demasiadas parejas. No hay incompatibilidad
alguna, porque nadie es nuestra pareja. No necesitaremos reprimir la formación
de ningún vínculo deseado porque su lugar esté ocupado ya. Si aparecen tus
celos, no temas. O, al menos, no temas a la agamia por ellos. Lo que los celos
te vienen a decir es que quieres controlar la vida sexosentimental de una de
las personas con las que estás vinculadx. Recuerda que eso te obligará a dejar
que tu vida sexosentimental quede controlada también. Pero recuerda, además,
que si es realmente lo que quieres, ya habías avisado de que podría ocurrir, y
que es legítimo que lo intentes.
¿Te parece buena idea? Probemos algo que quizás haga que parezca aún mejor.
Imagina que se pudiera cuantificar todo aquello que esperas
de una pareja. Ninguna pareja te lo dará todo, está claro, pero puede que te
conformes sólo con un porcentaje razonable. Digamos, el 75%.
Hoy no tienes pareja (o estás a punto de dejar de tenerla,
como tú y yo sabemos). ¿Qué porcentaje tienes lleno? Desde una perspectiva
monógama, 0%.
Estás a 0. No me extraña que te sientas solx. Y que tengas
prisa.
Ahora planteémonos una perspectiva ágama. Supongo que
algunas, o muchas, de las cosas que esperas de una pareja las obtienes, o
podrías obtenerlas, de otras personas (claro, hay una que no obtienes, que es
“que todo se dé en la misma persona”, pero eso es sólo una cosa). ¿Hablamos de
un 20%? ¿De un 40%? ¿¡Del 60%!? Cualquiera de esas cantidades te proporciona
una posición mucho más satisfactoria que la lectura monógama. Y desde esa
relativa satisfacción, tu capacidad para gestionar la búsqueda de la
satisfacción del resto de tus necesidades y deseos es mucho más flexible y
capaz. Cualquier pequeña mejora en tu vinculación es una mejora real, porque no
te obliga a prescindir de otra parte de vinculación que ya tenías.
Pruébalo. Prueba a vivir así, ahora que puedes.
Si la agamia te parece el modelo deseable y estás en
condiciones de hacer este experimento , pero prefieres evitarlo, entonces lo
que te preocupa no es el dolor que pueda causarte la transición a la agamia,
sino el hecho mismo de que la agamia te vaya a funcionar y te encuentres en un
par de meses considerándote ágamx de hecho.
No te preocupes más. Puedes confiar en esa persona que serás
tú dentro de dos meses. Al menos tanto como de ti mismx justo ahora.
1 comentario:
Tengo una pregunta, si estas en contra del amor como presumo. ¿que es lo que te motiva en la vida?
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