Como tantas otras cosas en nuestra cultura neoliberal, y
como muchas otras cosas en nuestra cultura sexual neoliberal, el tema de las
parafilias es casi siempre tratado desde la perspectiva del consumismo
gourmet.
Interminables y cansinos catálogos de prácticas y supuestas
prácticas sexuales nos son ofrecidos como refinadas cartas de degustación para descubrir nuevas experiencias con las que enriquecer nuestra vida sexual.
Se nos invita, además, a que miremos dentro de nosotrxs en busca de aquella que más se nos ajusta, y se nos llama a celebrar que la
enorme variedad nos ofrece una oportunidad sin precedentes para que nos
realicemos sexualmente. Se completa así el relato de la utopía consumista: el
producto está creado para adaptarse a tus necesidades, y toda evolución o
diversificación del producto obedece al descubrimiento de una nueva necesidad
de cuya insatisfacción quizás no tenías noticia, pero que ahora tienes
pendiente sentir.
Éste es el espíritu que subyace a los catálogos de
parafilias, y ésta es la actitud que se espera de nosotrxs ante ellos: “no todo
tiene por qué resultarnos atractivo, porque no todo corresponde a nuestra
sensibilidad sexual personal. Lo que no nos resulta atractivo está ahí porque
satisface sensibilidades sexuales que no coinciden con la nuestra y que, por lo
tanto, no podemos comprender ni juzgar. El servicio que nos ofrece el catálogo
es facilitarnos la localización de las que sí entendemos.”
Para encontrar nuestras parafilias a medida no necesitaremos
enamorarnos de ninguna. Es evidente que habrá algunas que nos resulten algo más
deseables que aquellas cuya sola lectura nos revuelve el estómago. Se nos dirá
que las que menos rechazo nos produzcan nos están destinadas, nos encajan, y
que si no nos entregamos a ellas con fruición es porque todavía no hemos
liberado lo suficiente nuestra curiosidad sexual.
Tras el formato "catálogo" se materializa, así, el gran dogma
del discurso sexual neoliberal: DESEA. NO JUZGUES.
Elige. |
No necesitamos, sin embargo, ser peligrosxs revolucionarixs
antisistema para recordar que en el neoliberalismo los productos no se conciben
para prestar un servicio, sino para obtener una ganancia. Y no necesitamos ser
ágamxs radicales para saber que, en nuestra cultura, el capital y el sexo están
íntimamente ligados.
Si queremos no ser presa de la ideología de la depredación
sexual neoliberal, debemos convertirnos en herejes de su dogma y en empecinadxs
razonadorxs y juzgadorxs. Nos viene bien, para eso, rechazar el formato "catálogo" de productos precocinados inasequibles al juicio y sustituirlo por
taxonomías orgánicas donde prevalezca la interpretación. Mucho más que en qué
consista una parafilia, cuáles sean los productos que mejor la facilitan, dónde
estén las personas que me permitirán practicarla, mucho más que todo eso, nos interesa
entender su significado: ¿Qué función está realizando esa parafilia?
Y uno de los factores más determinantes en la conformación
del significado de las parafilias es su relación con el valor sociosexual. Cada parafilia se asocia, entre otras
cosas, a una relación determinada de
valor sociosexual entre el sujeto y el objeto sexuales.
Pondré un ejemplo muy rápido para orientarnos, a partir del
cual podremos establecer algunas definiciones.
A y B tienen una relación sexual porque su valor sociosexual
similar les ha llevado a ello. Entendemos que un cambio de valor sociosexual en
cualquiera de lxs dos hace peligrar dicha relación. Si el valor de A disminuye,
B tendrá que elegir entre conservar su valor sociosexual abandonando la
relación y realizándolo con otra persona de su mismo valor, o conservar la
relación y dejar que A se beneficie, que se “alimente” de su valor, porque
ambxs, al ser pareja, son juzgados como de valor equivalente. Todo el mundo
entenderá que, si A está con B será porque A es un poquito mejor de lo que a
simple vista parece. Pero también porque B no es tan buenx.
Pero también tienen otra posibilidad: pueden establecer una
relación parafílica. Si A acepta ser humilladx sexualmente por B, B consigue
con ello un grado de posesión que nunca habría obtenido si A hubiera conservado
su valor primero. Dicho en términos prácticos, A ya no es aceptable como pareja
sexual, pero sí puede serlo como subordinadx sexual. Podemos decir que A pasa a
tener una relación parafílica de
inferioridad con B, mientras que B pasa a tener una relación parafílica de superioridad con A.
Como se ve, la parafilia
no es otra cosa que una tecnología
extractiva que sirve para que una relación sexual resulte aceptable en términos
de intercambio de valor sociosexual para las personas que participan en ella.
En este análisis, el sadomasoquismo aparece como la
parafilia tipo o de referencia. Así, una persona masoquista no es otra cosa que una persona que tiene regularmente relaciones sexuales con personas de
valor sociosexual reconocidamente superior al suyo, y que se somete para poder
tener esas relaciones. Una persona sádica
es alguien que tiene regularmente
relaciones sexuales con personas de valor sociosexual reconocidamente inferior
al suyo, y que las somete para poder tener estas relaciones.
Pero el sometimiento puede adoptar muchas otras formas. El
sadomasoquismo puede desplazarse, por ejemplo, a un fetichismo de pies. La
persona de menor valor sociosexual sólo aspirará a poseer los pies de la persona
de valor superior y, a la vez, ésta no aceptará de la persona inferior nada más
allá que dicha posesión.
En las dos parafilias expuestas hasta ahora (sadomasoquismo
genérico, y fetichisimo de pies) A y B
siguen siendo recíprocamente sujeto y objeto de la relación, a pesar de que
el valor sociosexual de A ha cambiado. Por esta razón las llamo parafilias de conservación de objeto.
Las diferencio de las parafilias de
conservación de posición que son aquellas en las que se sacrifica el objeto sexual por otro que corresponda con el valor
sociosexual del sujeto, de modo que se pueda conservar la posición relativa.
Lo que coloquialmente se conoce como “bajar el listón”.
A podía haberse ahorrado el sometimiento a B y haber buscado
una relación con alguien de su mismo valor sociosexual, ante quien no
necesitara someterse. Todxs vamos haciendo, en mayor o menor medida, este tipo
de adaptaciones a lo largo de nuestra vida. Pero a veces dicha adaptación es o
se percibe como imposible, porque no existe dicho sujeto inferior. Es entonces
cuando se recurre a objetos habitualmente considerados como impropios de una
relación sexual, pero a los que el sujeto logra desplazar su deseo. La zoofilia
o la necrofilia serían parafilias de conservación de posición, porque el sujeto
A no necesitaría (como originalmente no necesitaba con B) someterse a su objeto
para acceder sexualmente a él. La masturbación o la asexualidad serían
frecuentemente modificaciones del objeto con conservación de la posición,
aunque en estos dos casos no se habla jamás de parafilias.
La gran mayoría de las parafilias se explican con facilidad
mediante estas cuatro categorías, especialmente si recordamos que las
cateogorías son dinámicas (es decir, que la clasificación de la parafilia no
sólo depende del objeto de deseo, sino desde qué otra práctica se llega a dicho
objeto) y que, como tecnologías extractivas que son, su significado tiene
cierta tendencia a ocultarse para optimizar el resultado del flujo de valor
sociosexual (un sometimiento puede convertirse en fetichismo de pies para
hacerse pasar por una conservación del sujeto, es decir, por la impostura, por
el “juego”, de una supuesta relación igualitaria entre el sujeto y los pies del
objeto).
2 comentarios:
No estoy de acuerdo. Tu teoría choca con la realidad de que hay personas de alta posición sociosexual, por utilizar tus mismos términos, a las que les agrada, o que practican la sumisión sexual. Quizá está relacionado con lo contrario de lo que defiendes, una necesidad psicológica de ceder el poder y el control (por un rato, en una situación controlada, valga la paradoja)
estoy de acuerdo.
eso estaría contemplado como parafilia especular (una inversión del rol natural en la parafilia para compensar un nivel extremo en el rol que se experimenta como incómodo o que amenaza a la conservación de la relación).
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