¿Qué es (o qué debería ser) la orientación relacional?
A mi modo de ver, la orientación relacional es, ante todo,
una formación que sirve para entender las relaciones. Ni más ni menos.
Del mismo modo que cualquier otra disciplina nos sirve para
entender el tema del que es objeto y para dejar de funcionar en ella por ensayo
y error y partiendo desde cero, la orientación relacional debería servir para
obtener una visión de conjunto sobre las relaciones personales con el fin de
que dejemos de afrontarlas a ciegas.
Podemos pensar que no somos especialistas de todo, y que es
en ese modo amateur como funcionamos en la mayoría de los ámbitos de nuestra
experiencia cotidiana. Pero no es así. A despecho de todo lo críticxs que
seamos con nuestro modelo educativo, (y yo lo soy mucho), incluso entendido en
el sentido más general, debe decirse de él que al menos aspira a ofrecer a cada
persona los rudimentos necesarios para entender el mundo en el que vive. Por
eso se hace una selección (sesgada) de materias, que deja de lado a las que
considera superfluas, y por eso las materias se presentan con una programación,
que filtra y ordena (sesgadamente) el conocimiento según su importancia para la
vida.
Como bien sabemos, en esa selección las relaciones no
aparecen por ningún lado. Y salta a la vista que no son precisamente ni un tema
baladí, ni uno que vayamos a necesitar sólo de vez en cuando, ni uno en el que
los problemas brillen, precisamente, por su ausencia.
No en un sitio, sino en muchos, he explicado lo que pienso
del funcionamiento de la ideología del amor, y de cómo ella se apoya en esta
falta de formación para perpetuarse y para alcanzar su objetivo de control
social afectivo, reproductivo y, sobre todo, intelectual: no enseñes cómo
funcionan las relaciones y conseguirás que la gente se pase el resto de su vida pensando en ellas.
Esa necesidad de analfabetismo relacional explica su
ausencia, no sólo del sistema educativo obligatorio, sino incluso de la
formación superior. La educación relacional no existe, porque si existiera nos
relacionaríamos desde algún tipo de racionalidad, y ella representaría una
amenaza para nuestro sistema relacional, basado en el impulso amoroso, en la
locura romántica, en el rapto emocional, en la corazonada y, en última
instancia, en la derrota y la impotencia.
Si hubiera educación relacional está claro que ésta
procuraría también reproducir el sistema relacional, pero para ello necesitaría
hacernos pensar sobre las relaciones, y eso sería muy peligroso.
La orientación
relacional pretende suplir esta carencia. Y lo hace como lo hace cualquier
estudio: proporcionándonos, como primera herramienta, algo que nos permita,
cuanto antes, abandonar el extravío y empezar, precisamente, a orientarnos. Mi
primer objetivo con las personas que me eligen como orientador relacional es
proporcionarles un mapa que les sirva para saber dónde están.
Necesitamos, para abandonar el caos, entender dónde estamos
con respecto a nuestra biografía sexosentimental. Necesitamos también entender
dónde estamos con respecto a las personas que nos rodean, e incluso con
respecto a la cultura social a la que pertenecemos. Y necesitamos entender
dónde estamos con respecto a la evolución relacional de dicha cultura.
Esta última necesidad de comprensión hace a la orientación
especialmente urgente, porque nuestra cultura atraviesa una profunda crisis en
su sistema relacional. Ella, la cultura, no nos lo va a decir, claro. Nos va a
decir que estamos donde siempre se ha estado, porque las relaciones son de una
manera determinada, como dios manda, y que nuestros problemas, ésos que tenemos
siempre o casi siempre, incluso ésos que acabamos descubriendo que tiene todo o
casi todo el mundo, son problemas personales, y que la culpa es nuestra.
Pero no lo es. Nos encontramos en un momento de plena incertidumbre,
donde el modelo relacional tradicional se viene abajo, y donde las alternativas,
ni están claramente definidas, ni sabemos si son verdaderas alternativas o
trampas peores que la ruina de la que queremos escapar.
No vamos a perecer si no aprendemos cómo funcionan las
relaciones. Pero nos va a ir mucho peor, como nos irá mucho peor con cualquier
cosa que necesitemos, si no aprendemos a usarla bien, especialmente si, como el
sistema relacional, la encontramos ya rota. Esta “cosa” la necesitamos mucho,
muchísimo. Cabe plantearse incluso si no es la que más necesitamos, e incluso
si no será porque es la que más necesitamos por lo que nunca nos dicen que
tenemos que aprenderla.
Nuestra educación relacional es imprescindible. Otra cosa es
qué medios utilicemos para desarrollarla, y si pasan por solicitar los
servicios de un/a orientador/a.
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3 comentarios:
Y dónde sugieren aprender a sobre la orientación relacional? algun curso específico(s)?
si haces clicas en el icono del corazón, al final del texto, puedes acceder a la información de las sesiones o ponerte en contacto directo conmigo.
este año habrá también talleres on-line y presenciales.
Concuerdo totalmente con este post. Hace muchos años que abogo porque haya AL MENOS un poco de educación (orientación) emocional en nuestras aulas. Es claro desde que lo planteó Goleman en su ya famoso libro "Inteligencia Emocional" que sin un autoconocimento y orientación de esa nuestra parte emocional, las relaciones inteligentes tampoco son posibles.
Hace apenas unos días vi un programa que ahondaba en el método educativo de Finlandia.
¡AL FIN!, me dije. Un sistema público, obligatorio, gratuito, universal, que se enfoca específicamente en las relaciones. Allí no se "califica" al estudiante por su desempeño en cada materia, sino por la forma en que participa y se relaciona con su grupo para resolver problemas comunes... ¿Podéis creer?
El estudiante, sotienen, no va ser exitoso por su mayor o menor conocimiento de la matemática, la física o la química. Lo será por su mayor o menor interrelación con su entorno y sus colegas para resolver juntos problemas de todos.
Si, esto también lo plantea Gardner en su teoría "Inteligencias múltiples", hace más de 50 años. Pero nuestras "autoridades educativas" viven en el siglo XIX.
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