miércoles, 16 de septiembre de 2015

Un héroe de nuestro tiempo - Mijaíl Lérmontov (1839)

"(…) esa inquietante necesidad de amor que nos atormenta en los primeros años de juventud llevándonos de una mujer a otra, hasta que, al fin, tropezamos con una que nos detesta. Entonces comenzamos a ser constantes, nace la genuina, la infinita pasión, que podríamos expresar matemáticamente con una línea proyectada desde un punto al espacio; el secreto de ese infinito radica tan sólo en la imposibilidad de alcanzar el objetivo, es decir, el fin”.
(página 118)

Con esta sencilla definición, casi una fórmula matemática, describe Pechorin, protagonista de Un héroe de nuestro tiempo, la esencia del amor y los nunca bien ponderados misterios opuestos de la fidelidad y la inconstancia. El mostrar la puesta en práctica de esta mecánica simple a lo largo de apenas dos centenares de páginas es la causa de que añada esta novela a la bibliografía antiamorosa.

Lejos de cualquier especulación biodeterminista, de cualquier nueva receta con la que obtener el coctel de hormonas definitivo, Lermontov nos explica de modo sencillo y verosímil por qué nos enamoramos y por qué dejamos de hacerlo. Para socavar el misterio ante el que todxs fracasamos necesita, eso sí, de un punto de vista privilegiado. Éste se lo ofrecerá el propio Pechorin, hombre de vigor y talento al que no se le resiste empresa convencional alguna. Entre estas empresas, la conquista de toda mujer que pueda constituir un triunfo social y una satisfacción para su autoestima figura como una de sus principales aficiones.
 Mijaíl Lérmontov desafiándote a un duelo.

¿Qué sucede cuando se llega al límite del éxito? ¿Qué ocurre cuando todas las mujeres se han mostrado conquistables y ninguna da al hombre la medida de su valor mediante una resistencia invencible? Entonces aparece el “hombre superfluo”; ese arquetipo de la literatura rusa, padre del nihilismo y de la puesta en entredicho de todos los valores, para quien la estructura social es una pantomima de mezquindades entrecruzadas e ignorantes.

Pero el hombre superfluo es algo más. Su vista de águila sobre el mundo del amor, al que desprecia como tierra arrasada, le permite desentrañar su sentido último como lucha por el poder. Él, que a todxs ha vencido, descubre que aquello por lo que todxs luchaban es el vacío de la devastación. Y él, que nada tiene ya por lo que luchar, prefigura al héroe sádico que, carente de más mujeres a las que conquistar, buscará recuperar el sentido de su existencia volviendo sobre las ya conquistadas para profundizar en su destrucción.
  
si buscáis en google imágenes de "un héroe de nuestro tiempo" os aparecerá esta estampa de Javier Maroto.
es decir, que estamos aún peor que en tiempos de Lérmontov.

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