Resumiendo: En la agamia los celos quedan sustituidos por la indignación, que es
una protesta de contenido no limitado a lo sexosentimental.
El funcionamiento de la indignación, al contrario que el de los
celos, impide que estos se conviertan en
una fuente crónica de sufrimiento y, por supuesto, que fuercen a la
exclusividad sexual.
Nuestras expectativas hacia
alguien tienen un fundamento real, de modo que es difícil que sufran una grave
decepción (el donjuanismo queda completamente desactivado como fuente de celos,
pues la expectativa se concreta cuando se conoce la personalidad del don juan o
cuando se comprende que no se va a llegar a conocer, pudiendo entonces
adaptarse a esta circunstancia). En el caso de que la decepción llegue,
nuestras expectativas en la relación son modificadas, con lo que se modifica la
relación misma, lo cual, normalmente, ni siquiera tiene por qué implicar
cambios destructivos notables.
A la vez, las expectativas no
coartan la libertad, dado que son concebidas desde la conciencia de que la
libertad es un bien. Aquellas expectativas que limitan en la/el otrx una
libertad de la que puede necesitar o querer hacer un uso más importante que el
que nosotros hacemos de la limitación son, obviamente, ilegítimas, y nuestro
sentimiento de indignación sólo vendrá a señalar que debemos corregir la
expectativa.
Éste cambio es clave a la hora de
evitar la formación del gamos. Pero la gran pregunta es cómo se aplica esto a
un gamos ya formado o, como se expresa en el entorno de los modelos no
monógamos, cómo se “abre” la pareja.
Aunque hay que evitar que el
gamos llegue a formarse, es evidente que para algunxs es demasiado tarde, y
dichas expectativas ya están asumidas e incorporadas de manera estructural a la
vida. Hay quien ya vive en un gamos, y lo que necesita es encontrar el modo de
salir de él sin que el sufrimiento resulte insoportable.
En ese caso se debe buscar una salida paulatina sincronizada. La
construcción de soportes emocionales que ofrezcan integración social fuera del
gamos debe producirse a un ritmo suficientemente coordinado como para que lo
que cada uno pierda de su gamos, es decir, del sentido que le otorga la entrega
del otro, sea remplazado por el sentido que le otorgan otros vínculos. A medida
que el sexo se incorpore a esta sustitución, la libertad para disociar el ritmo
de liberación del gamos será mayor.
Abrir la cerradura del gamos
requiere de un movimiento compaginado. Ambxs
miembros del gamos deberán girar la llave a la vez, porque ambos parten de una
muy particular circunstancia que los implica en lo mismo. Ésa es la única
manera de escapar. Cualquier movimiento de iniciativa individual entregará al
otro, mientras yo escapo, a los perros de los celos. Aunque seamos nosotrxs los
que salgamos mejor parados, los perros serán más grandes y rápidos si los hemos
dejado tan bien alimentados. Y nuestra futura libertad dependerá, en gran
medida, de que no nos sangren las heridas.