Como sabemos, las recomendaciones
para evitar violaciones realizadas por el Ministerio del Interior han provocado,
no sólo una lluvia de protestas, sino un decálogo alternativo.
Si en el primero todos los
consejos iban dirigidos a la mujer, llegando a cotas de paternalismo y
delegación de responsabilidad que se acercaban peligrosamente a la inculpación
de la víctima o, por lo menos, a su degradación como ciudadana, en el segundo se
hacía (se traducía, en realidad, de la versión inglesa, pero con este fin) una
inversión paródica que tampoco ha generado indiferencia. El tratamiento del
género masculino en su conjunto como potencial violador, mediante el que se ridiculizan,
con la lógica exageración, los errores del decálogo original, han sido
descontextualizados y tratados en demasiadas ocasiones como si fueran
recomendaciones reales, no dirigidas a sensibilizar sobre los equivocados medios
institucionales utilizados para evitar las violaciones, sino para evitarlas
ellas mismas. Algunas, como El Décimo: No
violarás, se han convertido en inquietantes eslóganes a los que varios
medios de redes sociales se han acogido como incisiva herramienta de lucha
contra la agresión sexual.
El resultado de este uso de la
crítica a las medidas del Ministerio es, en mi opinión, similar al de las
medidas mismas, dado que incide de nuevo en un lugar poco influyente en el
objetivo perseguido, dejando, además, la impresión de que nada más se puede
pedir o hacer.
Lo cierto es que pocas
violaciones se evitarán por más que este segundo decálogo se reproduzca hasta
el infinito. De hecho, dudo de la eficacia de cualquier conjunto de normas
cortoplacistas en una sociedad profundamente patriarcal y neoliberal, donde las
fuerzas que conducen a la agresión sexual están extendidas y arraigadas hasta
la más minúscula de nuestras conductas íntimas. Nuestra sociedad no puede sino
producir un alto número de agresiones sexuales, como una sociedad con gran
índice de desigualdad no puede sino producir violencia. Dichas agresiones no
son una anomalía de nuestra cultura, sino su síntoma más extremo.
Por eso, cualquier actitud que se
centre en corregirlas directamente corre el peligro de ser inútil, superficial y,
por todo ello, irresponsable.
Me niego a pensar que lo único
que puedo hacer para contribuir a la reducción del número de violaciones en mi
sociedad es no violar. Muy al contrario, y sin restar un ápice de
importancia a la responsabilidad de las instituciones, creo que puedo, que podemos,
tomar medidas inmediatas en una dirección radical. Ni sus resultados serán a
corto plazo, ni su adopción podrá resultar cómoda ni autocomplaciente: si
queremos que la raíz cambie debemos actuar sobre actitudes sustanciales y
confiar en que el nuevo paradigma produzca nuevos resultados.
Tomando el testigo del decálogo
crítico me dirijo, de nuevo, a los hombres, mediante un decálogo más, el
tercero, que invito a discutir, mejorar y, por supuesto, poner en práctica.
4 comentarios:
Me gustan, pero no entiendo la de cuidar la salud psicosexual de los otros ya que no considero que deba preocuparme por satisfacer necesidades sexuales de desconocidos. Creo que eso es ir más allá de una conducta ética y sólo puede traer culpa, sobre todo a las mujeres ( no olvides que a las mujeres se les ha obligado o dado a entender durante siglos que están en el mundo como sirvientas, también sexuales) Creo que los hombres violan porque aun tienen metido en su cerebro esa división sexual ancestral. Por lo tanto, evitaría hacer referencia a cualquier decálogo que implique obligación de satisfacer sexualmente a nadie ( ni hombre ni mujer)
Hablo de cuidar, no de satisfacer. Ni mujeres ni hombres tenemos la obligación de satisfacer las necesidades sexuales de nadie (y menos de desconocidos), porque el sexo en nuestra cultura tiene una carga simbólica que convertiría esa obligación en traumática.
Pero uno de los factores clave para aligerar esa carga es, precisamente, sacar al sexo de la economía de la hambruna a la que lo conduce la dedicación individual a su satisfacción, que acumula medios en grupos sociales determinados, detrayéndolos de otros de manera insoportable y también traumática.
Entendemos que cualquier necesidad debe ser satisfecha desde la responsabilidad del grupo (si el grupo abandona al individuo, éste queda legitimado para rebelarse contra el grupo de manera proporcionada, lo que nunca, por supuesto, podría justificar la violación) y el sexo debe ser tratado como una necesidad más.
Cuando alguien necesita tener relaciones sexuales, y no encuentra medios para lograrlas, es nuestra responsabilidad ayudarle, comprometiéndonos dentro de nuestras posibilidades.
hola, recién voy conociendo esta página, está muy bien. vi que tienen una discusión con el texto que salió en diagonal, pues aquí también dejo mi página porque ando dando vueltas en el tema, saludxs y felicidades por los textos! http://energiaerotica.wordpress.com/
No se trata de satisfacer a nadie, se trata de satisfacerte a ti mismo, y lee bien, quizá de paso si lo logras tengas el animo de satisfacer a tu pareja, https://www.blogger.com/img/blank.gif
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