Me dice una amiga que la pareja
es lo que empieza cuando se pasa la fase del enamoramiento y sigues enamorado.
Le digo que las paradojas son
fórmulas mnemotécnicas, pero que no expresan una verdad sino, precisamente, una
mentira, un error que se debe solucionar. Le digo que no deberíamos ser
condescendientes con las paradojas.
Reflexiona un momento y me dice
que la diferencia entre el enamoramiento “1” y el enamoramiento “2” es el
control. Me muestro de acuerdo hasta que me dice que se nota el final del
primer enamoramiento porque empiezas a controlar, a ser capaz de hacer otras
cosas, a recuperar tu vida. Que en el enamoramiento 1 no controlas y, cuando
empiezas a controlar, ya se le puede llamar “pareja”.
-Entonces, ¿lo que piensas es que
son tus emociones lo que controlas?
-Eso es. Al principio hay un
descontrol total, y apenas puedes abordar ninguna otra tarea. Pero llega un
momento en que te rencuentras con esa capacidad. Si, una vez aquí, sigues
enamorada, da comienzo la pareja.
Me parece muy grave todo esto que
expone mi amiga. Es una teoría y eso también es malo, porque seguramente habrá
cogido cariño y le estará sirviendo para explicar multitud de casos. Es seguro
que no es la primera vez que la expone, e incluso cabe que esté esperando por
mi parte la reacción de reconocimiento que habrá visto ya en otras personas cuando
la exposición llega a este punto.
Pero lo realmente peligroso es
que mi amiga tiene pareja, desde hace un tiempo considerable, y me dice, la muy
loca, que “ya controla”, es decir, que ella es el origen de sus propias
emociones. Vive con alguien pero ha concebido a ese alguien como alguien
incapaz de ser sujeto para ella, de “afectarla”. Lo malo no es que haya
objetualizado a un sujeto, o que eso pueda significar que ya no lo quiere, o
cualquier otra interpretación que constituya una decepción romántica. Lo malo
es que cree que va en coche cuando, en realidad, está subida a un caballo, y si
piensa que va a funcionar según las leyes de la mecánica se expone a desnucarse
en cualquier seto. En realidad no es un caballo, es un dragón. Bueno, es una
persona. Está subida a una persona y se cree que pasea en triciclo por el
parque. Eso es.
Pero yo no sé cómo explicarle
esto sin perder el hilo, porque me da la sensación de que el cambio de
paradigma es tan amplio que, lo empiece por donde lo empiece, se me deshará la
tortilla al darle la vuelta, y ése es un muy mal efecto si se quiere resultar
persuasivo.
Así que sigo tocando botones,
como si el triciclo fuera ella. Un triciclo de esos… con botones.
-Lo que no entiendo es por qué se
produce el cambio. Me describes un cambio, pero no sé por qué llega.
-El descontrol acaba cuando te
fusionas.
-¿Qué?
-“Fusionas”. Te fusionas con el
otro.
-¿Me hablas en serio?
-Claro. Cuando los dos organismos
se derriten para formar un magma informe e indisociable a unos 3000 grados
centígrados… hablo en serio, lo cual no significa que lo haga literalmente.
-Es una metáfora.
-Sí.
-¿De qué?
-De un estado psíquico.
-Que consiste, ¿en?
-En haber recorrido la vida del
otro de forma completa, haberte unido a él en todas sus facetas y habértelo
encontrado uniéndose a ti en todas las tuyas. Es como un acoplamiento existencial.
Lleva un tiempo y se coge con tanta ansia que trastorna toda tu vida, pero, a
partir de cierto momento, ya está: te has fusionado y, si el enamoramiento
permanece, entonces comienza a existir la verdadera pareja.
A mi amiga le gusta tanto este
concepto de “fusión” que se ha olvidado de justificarlo. De hecho, ni siquiera
ha caído en que eso es lo que yo le estaba pidiendo desde el principio, y que
la aparición del concepto de fusión no cambia nada.
-Sigo sin entender por qué se
produce.
-Es un anhelo natural.
-No esperaba ese concepto de ti.
-Perdón, perdón. Quiero decir que
está ontogenéticamente muy arraigado, que casi desde el principio nos
desgarramos del mundo, del útero, de la madre, y buscamos siempre volver a
fusionarnos con ellos o con símbolos de ellos.
-¿Eso es todo?
-Es un sentimiento muy fuerte.
-¿Un desgarramiento originario
lleva a repetir la pauta una y otra vez a lo largo de toda nuestra vida, sin
más evolución que el objeto amoroso, que una vez fijado no vuelve a cambiar? ¿Y
funciona? ¿Resulta que nos sustituyen el mundo, el útero, la madre, por una
pareja, y es justo lo que nos pedía el cuerpo? Entonces somos esencialmente
neuróticos, ¿no? Nacemos neuróticos hasta que el amor nos desneurotiza mediante
la fusión. Estamos biológicamente predeterminados para formar parejas. La
selección natural ha introducido en nosotros el desgarro primigenio con el fin
de perpetuar la especie.
-No sé de dónde viene, pero yo lo
vivo de una forma muy clara. Primero busco fusionarme, y paso una época
enfebrecida. Después, un día, descubro que ya lo he logrado, y se recupera la
calma, pero, si hay suerte, con pareja.
-No creo que vayas a encontrar la
explicación de la fusión si la llamas “fusión”, y menos si la concibes como un
proceso de perfeccionamiento mutuo y, sobre todo, bien intencionado. Haz
memoria, recuerda la primera época, recupera las emociones de entonces y dime
qué generaba el desasosiego. Y no te trates bien.
-Apriorizas el mal en el amor.
-No. Levanto la prohibición. Lo
hago pensable. ¿Qué sentías? ¿Qué te desasosegaba?
-Supongo que todo. Era una
montaña rusa de emociones.
-No supongas. Recuerda. ¿Cuáles
prevalecían?
-A veces emociones muy malas, de
mucha angustia; otras de felicidad exultante.
-Esfuérzate por recordar. Dime
qué sentías en concreto. Lo más frecuente. La ideas más marcada.
-Cuando estaba bien, que éramos
uno, que era mágico. Cuando estaba mal, que tal vez no me quisiera.
-Hasta que te convenciste de que
te quería.
-Me convenció él. Tuvimos una
conversación muy seria. Nos dimos cuenta de muchas cosas.
-Y ése es el punto de inflexión a
partir del cual estableces el nacimiento de tu estabilidad. El día que has
marcado en el calendario como aquél en el que recibiste la noticia de que no te
iban a abandonar.
-De que me querían de verdad.
-Eso ya lo sabías. O tal vez no
lo sabes aún. Pero ya no te preocupa, porque tu vida no depende de ello. Te
quieran lo que te quieran, y como te quieran, ahora sabes que tienes pareja.
Que no es un proyecto, sino una realidad, que funciona como tal, con la
estabilidad incluida.
-Eso es lo que digo. Que primero
buscas fusionarte, como una loca, y cuando te fusionas vuelve la cordura.
-Tiras una moneda al aire y,
mientras está en el aire, no puedes pensar en otra cosa porque todo el futuro
depende de la cara de la que caiga. Cuando por fin lo hace, se restablece la
vida segura.
-Pero aquí no hay ninguna moneda,
no existe ese elemento artificioso de azar. No hay momento clave de
transformación.
-No. Aquí el azar es previo. Aquí
no se lanza una moneda a que vuele libre por los aires, sino que nos abalanzamos
sobre la moneda que vuela libre para bajarla al suelo y determinar cuanto antes
la cara con la que jugaremos. A ese abalanzarse lo llamas “fusión”, y consiste
en unirse al otro en todas sus facetas vitales para llegar a una idea fiable
sobre si va a ser nuestra pareja o no, sobre si es cara o cruz.
Lo que se descontrola en la fase
de descontrol no son las propias emociones, sino al otro. Alcanzar la fase de
control significa llegar a la conclusión de que el otro está controlado.
Mi amiga sonríe. Encuentra
divertida la idea de que su pareja lo es como conclusión de ella y no de él. Le
hace sentir, supongo, que “controla” la situación.
-Me suena bien.
-Eso es lo malo.
-¿Por qué?
-Porque olvidas que hemos pasado
de un modelo cordial a uno hostil. De la fusión al control. Del acuerdo al
contrato. Y todo cambia. En realidad, todo se derrumba. ¿En qué se basa ahora
tu supuesta tranquilidad? Piensa en la de él, piensa en lo tranquilo que se
siente él porque tú eres su pareja. Piensa en cuánto has cedido tú, a lo largo
de la supuesta fusión, para generar en él un espejismo de control y conservar
tu libertad secreta. Piensa cuanto has sofisticado esa libertad a medida que el
control se sofisticaba. Piensa en lo compleja que te has vuelto, piensa en lo
ingenuo que es él al pensar que te controla y, ahora, coge todo eso, y
aplícatelo a ti misma.
-Lo estás magnificando.
-¿Sabe él que estás aquí?
-… No.
3 comentarios:
Quizás tu amiga con lo del control y la fusión se refería a eso que tantos hemos experimentado cuando comienza una relación, este momento inicial de entusiasmo extremo con el otro que eclipsa por un momento las otras relaciones y asuntos. El interés, la curiosidad y la atracción se agudizan y reconcentran…efectivamente el enamoramiento inicial de dice de muchas maneras y una muy habitual es la de la búsqueda de fusión pasional: esa tendencia vana a unirnos con el otro. Las raíces psíquicas o sociales de dicha tendencia no la legitiman, pero su indagación puede darnos una clave para comprenderla o, en su caso, si se quiere, para desactivarla. El encuentro sexual presenta ciertos rasgos claros de escenificación de este anhelo. Una vez pasado aquel momento inicial, y visto como imposible esta afán, los enamorados van recuperando la visión y el oído que aquella tormenta sentimental había alterado. Porque tu amiga hablaba del inicio de una relación de pareja,no? Pues eso, entonces dicha vana y euforica búsqueda de fusión se resuelve en este caso como una redisposición vital: los enamorados entienden que deben despegarse, que afortunadamente no son un uno amorfo y monstruoso, y que han de reordenar las otras relaciones para hacer sitio a la nueva. Así, comienza la compleja y trabajosa tarea de construir los términos de la nueva relación que desde el momento será la relación afectiva de referencia. Que este proceso no es lineal sino irregular, inconstante y llenos de desvíos y equívocos y conflictos no cabe duda, pero es así con todas las relaciones no sólo con las de pareja, cuya definición y redefinición no acaba nunca, más en esta que en otras relaciones, por cierto. Puede haber o no unilateralidad en la definición de estos términos, por muchas circunstancias o causas, y sólo una de ellas ser grado de sumisión o afán de dominación objetualizador de una de la partes, el afán de control del que hablas…pero que por lo que cuentas no parece que tu amiga se refiriera a esto cuando habla de aquí de “control”. También puede haber mayor o menor disparidad en la percepción de la adecuación o naturaleza de estos términos en los que miembros de la relación, pero nada de eso supone una impugnación de la pareja como tal.
una amiga
Bueno,¿ qué más da si es fusión, ilusión o una especie de control? la questión es si se es feliz. El problema está cuando nos autoengañamos, cuando nos decimos des de la racionalidad "tengo pareja, soy feliz", pero el corazón nos dice "no me siento correspondida" o "no le quiero como antes" o "me falta algo y no sé qué es".
Bueno, la perfección no existe y la felicidad eterna tampoco.
Me conformo en seguir mis sentimientos y disfrutar los buenos momentos. El amor y el enamoramiento son bonitos, aunque no duren para siempre. ¡A disfrutarlos mientras se pueda!
No, la pareja no queda impugnada (éticamente) sólo porque se alcance cuando se logra el control sobre su estabilidad. En realidad, cualquier gran proyecto del que dependa nuestro futuro funciona así. Lo que impugna a la pareja es que su estabilidad se cifra en la falta de libertad sexual, y por extensión emocional, y, por extensión, general, del/a otrx. Sólo sabemos que tenemos pareja y que la tendremos de una manera más o menos confiable cuando sabemos que la/el otrx no busca o dispone de otras candidaturas, dado que las candidaturas, según la filosofía del amor, son incompatibles.
Es difícil llegar a una certeza vivible de que el/la otrx no nos va a abandonar de un día para otro, en cualquier momento. Para eso hace falta un conocimiento exhaustivo, un registro integral de datos, un contraste sistemático de afirmaciones y hechos en todas y cada una de las facetas de su existencia: una fusión.
Pero esos datos no pueden bailotear, producirse en constante cambio, generarse a partir de nuevas dimensiones, o la certeza de disponer de pareja nunca se alcanzará. Para evitar la amenaza de todas esas evoluciones propias del desarrollo humano necesitamos convertirnos en la figura que las mediatiza: lxs guardianes de su libertad.
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