Pero la barrera idiomática no
podía ser un impedimento para, al menos, señalar el interés que alberga para
nosotrxs profundizar, desde la perspectiva más seria posible, en el tema de los
celos.
El libro es una compilación de doce
estudios realizados por algunas de las bibliografías académicas señalan como
máximas autoridades en la materia.
Su lectura, que discurre
sosegadamente por cauces formales perfectamente académicos, sin voluntad alguna
de pasmar al lector o conducirlo a conclusiones demagógicas, derrumba,
silenciosamente, dos mitos que son las columnas sustentadoras de nuestra manera
de entender los celos:
-los celos no son una emoción
simple, sino compuesta, y como tal, su comprensión debe remitirse a otras más
elementales cuyas diversas combinaciones forman parte de nuestra vida de manera
cotidiana. Es decir, continuamente, pero fuera de la pareja, ponemos en acción
herramientas para combatir los celos o, mejor dicho, mantenerlos en el ámbito
de las emociones eficaces y funcionales.
-no existe, o es despreciable, la
propensión (natural, biológica, genética, o de cualquier tipo) a los celos. Los
celos aparecen allí donde se producen las condiciones que los activan. Todos
somos potencialmente celosos como reacción ajustada a determinadas
circunstancias, de modo que el tratamiento actual de los celos como patología
en sí (y su identificación con la inseguridad como rasgo de carácter) implica
un error de enfoque.
Pero lo más divertido es ver cómo
estas conclusiones son desperdiciadas en las reflexiones más generales con las
que concluye cada texto. La ceguera sobre el amor es tanta que el simpe estudio
psicológico aislado no tiene, sin una reflexión psicosocial previa, fuerza para
hacer saltar la alarma crítica del psicólgo.
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