Lejos de la libertad ética del
amor, que valora sus acciones desde una perspectiva particular e independiente
expresada en multitud de aforismos (“en el amor como en la guerra”, “quien te
quiere te hará llorar…), la agamia se manifiesta estrictamente ética. La agamia es la reinserción de los
intereses personales sexosentimentales al marco del bien y del mal.
Para la agamia el bien y el mal
no son “relativos” o “subjetivos”. El uso coloquial y erróneo de ambos términos
pretende significar que no hay más valoración ética de cada acto que la que
cada individuo quiera, decida o acabe dándole. Según este principio (que, por
supuesto, no puede ser sino otro tipo de ética, qué si no), los juicios
discrepantes de dos individuos diferentes no pueden ser puestos en común,
porque responden a circunstancias judicativas (psíquicas y contextuales)
diferentes. Para esta ética de la no ética, cada uno está legitimado para
actuar sin dar cuentas a nadie. Esto acaba siendo así en todo el sistema
emanado del capital (aunque no sea privativo de este sistema), pues su
principio rector es el deber de la acumulación, una forma de ventaja
individual, frente al que el resto de las consideraciones constituyen valores
menores.
Pero sabemos ya que el amor es el
centro y paradigma de las contradicciones ideológicas del sistema o, si se
quiere, la joya de sus contradicciones, el lugar en que las contradicciones
internas, u ocultas, se convierten en vestimenta y ostentación. En el amor, la
contradicción ética es tan grande que la única solución para no agotar las
fuerzas intentando abarcarla es convertirla en ideología. Es en el amor donde
el capital exhibe, forzado a la impudicia, su más descarnada sociopatía.
Así, el “relativismo” del amor no
es tal, pues el juicio no es relativo a algo, es decir, en función de algo cuya
referencia lo vuelve absoluto (disponer de un melón para comer a lo largo de un
día es una cantidad “relativamente” adecuada. Su relatividad nos refiere, por
ejemplo, a la cantidad de personas que deban comer de él. Una vez conocido el
número de personas, el juicio sobre su adecuación al alimento de una jornada
será ya absoluto o, al menos, su relativismo se habrá reducido). No es tampoco
“subjetivo”, porque no se forma en una conciencia conectada con la objetividad
de lo real a través de los sentidos y, por tanto, forzada a unas determinadas
formas de objetividad judicativa por esa objetividad percibida.
Se dice que los juicios del amor son relativos o subjetivos, queriendo
decir que carecen de contacto necesario alguno con la objetividad. El
elemento referente de la relatividad se ausenta de manera definitiva. El juicio
amoroso es relativo, pero no se desvelará en referencia a qué, de modo que
nunca alcanzaremos la objetividad que nos permita juzgarlo. La subjetividad, la
psique judicativa, desconecta tanto de los sentidos como de la intuición de
evidencia, de modo que el juicio amoroso subjetivo se vuelve el producto
algorítmico de una caja negra: el insondable cráneo amoroso.
En realidad, el elemento oculto
que deforma ambos términos es la voluntad en su condición deseante. El juicio
amoroso es relativo al poder y mezquindad de un deseo que no puedo confesar,
pues en su confesión permito esclarecer en mi perjuicio la incógnita de la
corrección moral de mi juicio. Si reconozco que juzgo así porque deseo algo, y
ese algo es inconfesable, reconozco con ello que estoy siendo inmoral por amor
y, con ello, que el amor es inmoral.
El juicio amoroso es, además,
subjetivo, porque el prisma a través del que se filtra la luz de la realidad
posee una forma que desconozco, es decir, que decido desconocer, y que no
reconoceré jamás, pero cuyo producto sí puedo constatar. Si reconozco que ese
prisma es, de nuevo, mi voluntad deseante inmoral, estaré reconociendo la misma
incorrección del juicio que oculto con el malentendido relativismo.
Ambos términos son sinónimos en
el lenguaje coloquial, y su objeto de aplicación paradigmático es el discurso
sobre los juicios de amor. Ése es el sistema de decodificación al que el
individuo debe apelar en cuestiones amorosas.
La razón por la que es difícil
encuadrar esta ética de la negación normativa en el marco de una ausencia de
ética es que a los principios no judicativos del subjetivismo y el relativismo
subyace una plétora de normas profundamente contradictorias pero del todo afirmativas
y concretas. Este conjunto de normas, como no puede ser menos, se presenta a sí
mismo como expresión de una moral definida y consistente. El individuo, sin
embargo, sólo puede intuirla, y sus esfuerzos por encontrar la jerarquía de sus
principios rectores le conducen de vuelta a la intuición a través de lo que
podríamos llamar una ética poética, donde el pensamiento intuitivo
prefilosófico es orientado por factores estéticos que mejoran su unidad.
El individuo sabe que hay cosas
que están bien y cosas que están mal para el amor, y pretende que un
comportamiento intachable le haga merecedor de ese mismo comportamiento para
con él. El individuo confía en que este intercambio de comportamientos
ajustados a la moral del amor le permita permanecer orientado, comprendiendo
las consecuencias judicativas de sus actos (las opiniones que sus actos
generan) y previendo los actos de los otros en función de su catadura moral. El
individuo espera que el subjetivismo y el relativismo, así como el conjunto de
principios contradictorios que los acompañan, apunten en una misma dirección,
incluso de un modo más eficiente y de más larga mira que la moral de
consistencia consciente que se atribuye a los restantes ámbitos de la vida
social.
Paulatinamente descubrirá que
aquello a lo que la moral del amor apunta es algo que él no discierne, y su
“subjetividad” se poblará de “relativismos”. Su necesidad de sobrevivir a la imprevisibilidad de comportamientos y
juicios amorosos generará una biografía de la contradicción personal que
constituirá el algoritmo a través del que él juzga, y cuya contradicción con
los principios afirmativos del amor permanecerá oculta al resto tras el telón
del relativismo y la subjetividad.
1 comentario:
Dios mio, recien conozco el termino de agamia, y la verdad sali perdida con este documento, no entendi el mensaje del todo pero siento que es trascendente, me gustaria una explicacion extra acerca de ello :(
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