La agamia implica la negación absoluta del concepto de género, como
adopción y extensión de la histórica reivindicación de igualdad de la tradición
del pensamiento feminista. Implica, asimismo, la asunción personal de la
indefinición de género.
La forma más habitual de crítica opone el concepto de sexo
al de género. El sexo sería un fenómeno biológico de vocación reproductiva, y
el género sería su traducción cultural, de vocación discriminatoria. Así,
nacemos mayoritariamente machos o hembras, pero la cultura nos construye
hombres o mujeres con el fin de establecer el dominio de los
varones-hombres. Esta crítica llega, con Wittig, a dudar del sexo
mismo, considerando que éste surge necesariamente en un entorno ya cultural
y dividido en géneros, que proyecta una poderosa expectativa de sexualización que
le obliga a pronunciarse sobre su propio sexo.
Sin embargo, el alcance de esta
crítica al modelo social de relaciones ha sido muy reducido. Sólo colectivos
marginales y alternativos, englobados bajo la categoría paraguas de "lo queer", presentan cierta sensibilidad hacia la crítica radical al
género, forzados, en muchos casos, por la circunstancia de no encajar en el
modelo de género heteronormativo.
Dado que el género es el
mecanismo que establece las bases de la discriminación, produciendo un género
fuerte y otro débil que deben relacionarse entre sí en un desequilibrio de
fuerzas; y dado que esa relación en desequilibrio es nuestro modelo
heteronormativo (en el que no sólo se fundamentan las relaciones normativas,
sino que es recogido después por los modelos alternativos mediante la
repetición del “gamos”), la agamia entiende que sólo se puede eliminar el gamos
mediante la negación absoluta del género.
La agamia, por lo tanto, no
distingue entre hombres y mujeres. Se convierte, así, en una forma de activismo
de género.
Carezco de información suficiente
para pronunciarme de manera categórica sobre la existencia o no de vestigios
sexuales en la conformación sustancial de nuestra psique, así como para
pronunciarme en detalle sobre la reciprocidad generativa entre el sexo y el
género. Pero considero dos hechos como evidentes y cruciales.
El primero es que es
altísimamente probable que dichos vestigios sean mínimos, es decir, no
determinantes. Dado que los individuos
sufren una poderosísima presión sociocultural para determinar su género y
determinarse a sí mismos como acertadamente pertenecientes a dicho género, y
dado que, a pesar de ello, la diferencia no es extrema, es legítimo suponer
que, suprimida esa presión, se suprimiría también una parte tan voluminosa de
la diferencia que la restante sería despreciable.
El segundo es que el ser humano
tiene la obligación de la libertad, es decir, de asumir la responsabilidad de
la construcción de la libertad. Esa libertad lleva a un pronunciamiento
decidido en contra del género, incluso de sus posibles residuos insoslayables,
y a la actuación en consecuencia, ya que, como categoría, hoy día sustancial en
la determinación del carácter de las personas y de los grupos a los que
pertenece, se convierte en herramienta de discriminación.
Así, ignoro si la eliminación del
género requiere de una discriminación positiva transitoria o definitiva, es
decir, si la negación del género hará que el género desaparezca por completo o
quedará tras ella un género residual que en algún momento deba ser sopesado.
Pero, puesto que sabemos que el género es discriminatorio, debemos asumir su
compensación transitoria o definitiva como una obligación política. Esa
compensación debe empezar con el establecimiento de la identidad formal de los
géneros, es decir, con la supresión absoluta de su reconocimiento.
La agamia rechaza la
proliferación múltiple de los géneros en la idea de que es el género mismo, y
no el tipo de género, la causa de la opresión.
El género es distinción mediante
el criterio arbitrariamente elegido (desde el punto de vista moral) del sexo, y
su función es el reparto discriminatorio de roles sociales, es decir, la
opresión. No hay, por lo tanto, un buen género subyacente a un uso odioso del
mismo. Todos los roles de género son opresivos de un modo u otro. La
personalidad del individuo, su carácter, no debe ser determinado por rasgos de
género, sea cual sea su combinación, ni son éstos los que deben constituir lo
representativo de dicho carácter.
La agamia considera que todo
comportamiento hasta ahora mediatizado por un rasgo de género es susceptible de
ser mejorado mediante la desaparición de dicho rasgo. Considera también que
ninguno de esos rasgos realiza un papel necesario en el carácter, y que éste
puede y debe estar regido por criterios estrictamente éticos, es decir, que el
género debe traducirse en ética. Si alguno de los comportamientos o rasgos
típicamente de género es rescatable para un carácter ajeno al género, será en
tanto que comportamiento o rasgo bueno, y nunca como recuperación o
reivindicación parcial del género.
La agamia, sin embargo, simpatiza
con la estrategia de la multiplicación de los géneros como mecanismo para
desestabilizar la categoría misma del género, pero considera que dicha
estrategia es transitoria y secundaria, siendo la principal, y quizás
definitiva, la negación del género y la determinación del comportamiento bueno.
La estrategia de multiplicación de los géneros puede adquirir un carácter
comercial autorreproductivo desde el momento en que se emancipa como fin en sí
mismo y deja de ser crítica con el tipo de géneros que crea o reivindica.
Imitaría así nuestro modelo capitalista de mercancía, que no es producida para
satisfacer una necesidad cuya satisfacción constituye un bien, sino para crear
un deseo que se transforma en necesidad y debe generar consumo inmoral.
4 comentarios:
intente encontrar la definicion de la palabra *agamia* . nombran una garza ... puedes indicarme donde encontrarla ? o de donde la tomaste tú?
Cordiales saludos
l.
"agamia" es un neologismo que me he tomado la libertad de crear.
se explica en el texto fundacional:
http://www.contraelamor.com/2014/01/agamia.html
además también es, sí, una garza :)
Hola Israel.
"Carezco de información suficiente para pronunciarme de manera categórica sobre la existencia o no de vestigios sexuales en la conformación sustancial de nuestra psique, así como para pronunciarme en detalle sobre la reciprocidad generativa entre el sexo y el género." (Cita textual de la entrada).
Estoy pronto a iniciar una pequeña síntesis analítica del "género", considerando las bases de la filosofía de la ciencia, el naturalismo y realismo filosófico, en fin, un abordaje psicológico como ciencia natural. Apenas lo tenga preparado me interesa compartírtelo.
Saludos.
Luis Andrey Solano Sancho
Del grupo de Agamia.
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