Una segunda función, menos universal, y más próxima al sentido profundo
del sadomasoquismo como práctica marginal, es el exorcismo del dolor. Esta
función carece también de orientación de género, al menos en primera instancia
(pues habría que analizar qué género es el que persigue este exorcismo y en qué
medida abunda así en su rol o hace abundar en el suyo al otro). El individuo
que exorciza el dolor a través del sadomasoquismo se provoca dolor a sí mismo
con la intermediación de otro, pero sin la del placer del otro, que le es
indiferente. Es por esto que no hay humillación ni sometimiento de otros (sino,
todo lo más, preparación por entrenamiento para humillar o ser humillado).
En tanto que el exorcismo del dolor
puede buscarse como fruto de una reflexión sana y responsable, enmarcada en el
autoconocimiento y el conocimiento del otro, debe aquí aceptarse que su
calificación ética no puede ser negativa a priori. Querer conocer el dolor
puede ser querer conocer el margen entre el placer y el dolor, la resistencia
saludable o el autodominio necesario para no provocarlo. En el significado más
literal de exorcismo del dolor, determinadas actitudes englobables en el
sadomasoquismo pueden ser un medio para liberarse del miedo irracional al
dolor, o resituar críticamente su valor. La propia experimentación de la resistencia
al dolor (a un dolor racionalmente intenso) puede ser en sí misma fuente de
placer a través de una ilusión de fortaleza (el sadomasoquismo tendría así un
componente halagador que lo aproximaría, precisamente, al arropamiento). De
esta manera se entiende, por poner un ejemplo, la popularidad del uso de la
cera derretida que se deja caer sobre el cuerpo gota a gota (práctica conocida
por el innecesario nombre de waxing).
Lo que en principio suena a tortura atroz, propia de un interrogatorio fascista,
se descubre, sin perder un ápice de espectacularidad en su puesta en escena,
que es sobradamente soportable, produciendo una agradable sugestión de
invulnerabilidad, así como una oportunidad para observar y conocer (es decir,
no sólo experimentar en el sentido de acumular acciones de modo consumista,
sino usar la experiencia como oportunidad para entenderla), de un modo
plenamente controlado, una determinada sensación de dolor.
De esta función del sadomasoquismo
participan otras manifestaciones de esta curiosidad, habitualmente conocida
como curiosidad mórbida, y que no es más que curiosidad a secas, en la mayoría
de las ocasiones perfectamente lógica y útil, hacia lo prohibido (en muchas
ocasiones perfectamente inútil e ilógico). Podemos, incluso, entender la
exploración del propio sadomasoquismo como función englobable en este grupo.
Lo prohibido encuentra en el sexo el
lugar natural para su expresión, dado que la cultura sexual lo convierte en un
acto de profanación en sí. En él aprovecha para la reconciliación con el
espacio maldito de nuestra existencia. Desde el fetichismo que, en el caso de
los pies, puede llegar a sustituir el área prohibida por el área despreciada
como objeto de excitación, pasando por el uso de la orina como socialización y
reconocimiento del acto privado y vergonzoso, (cuya aceptación completa
consiste en la feliz recepción del mismo por parte del otro, en su valoración
positiva), hasta aquello que puede producir un segundo rechazo, esta vez
consciente y proporcionado, el sadomasoquismo, y el sexo mismo en su aspecto
sadomasoquista, ofrecen la oportunidad de usar al otro como testigo y objeto de
nuestra aceptación.
La aceptación propia, incluso la
aceptación del otro como vía abierta por el sadomasoquismo, permite transitar
hasta su función más identificada con la opresión patriarcal. Cuando la
exploración y aceptación de lo reprimido aceptable se convierte en la
aceptación o imposición de lo reprimido inaceptable, el sadomasoquismo se
convierte en mecanismo patriarcal opresivo. Este cambio tiene lugar
principalmente en el paso de lo físico a lo psicológico; de la aceptación de un
objeto prohibido a la aceptación de un vicio. Pero, mediante este mecanismo, el
sadomasoquismo sustituye al amor mismo (invadiendo sus funciones), en la
aplicación de su principio de la aceptación del otro tal y como es, de la
mostración de nosotros mismos tal y como somos y de la satisfacción perfecta de
nuestras aspiraciones. Veremos esta función del sadomasoquismo más adelante.
Vaya muy interesante articulo acerca del sadomasoquismo. Conozco personas que en el sexo aguantan distintos tipos de golpes o agresión, pero no se hasta que nivel se debe llevar para ser sadomasoquistmo.
ResponderEliminarDe cualquier forma, excelente post.
saludos!