lunes, 29 de abril de 2013

sexo. FORMA. IV. el arropamiento afectivo. (3). el fraude de la fantasía sexual


Un breve apéndice a este modelo sexual con respecto a la cultura de la fantasía erótica.
El acto sexual con arropamiento afectivo tiene una alta expectativa emocional. Dicha expectativa, combinada con la escasez de recursos que ofrece, suscita pronto la suspicacia. El discurso cultural del amor nos dirá que ha llegado el momento de usar la imaginación, de aprovechar nuestros talentos ocultos (fantasías privadas, es decir, frustraciones esclerotizadas) y de pasar a la categoría de consumidores de complementos sexuales.

Así, el mercado se nos ofrece, como siempre, como solución a nuestra insatisfacción. Gracias a que el mercado propone, la solución queda dada y postergada antes de la crítica. Nuestra capacidad para resolver el problema de la satisfacción sexual dependerá del nivel de consumo que podamos alcanzar. Si no disfrutamos más es porque no disponemos de más dinero, de modo que, de nuevo, en la vida, busquemos dinero, o acomodémonos a una satisfacción muy limitada.

El concepto de fantasía que recomienda la ideología del amor no será literalmente la realización de lo deseado por cada individuo, que difícilmente puede ponerse en común y, más difícilmente todavía, adaptarse a la ideología del amor. Éste recomendará la fantasía, precisamente, como alternativa a la realidad. Será adecuado como fantasía todo aquello que frene el crecimiento de la crítica frente al modelo monógamo del amor y, especialmente, todo aquello que evite que dicha crítica acabe en ruptura con él. Por eso la fantasía, el uso de la imaginación, la búsqueda de alternativas, el desarrollo del juego, todo ello, vendrá siempre expresado en sentido negativo, sin forma explícita, o bajo una forma blanda e ineficaz que se enuncia como ejemplo de un mal ejemplo.

La fantasía de incluir a otra persona en la relación sexual, por ejemplo, se ofrecerá en la forma virtual de imaginar la presencia de esa tercera persona, o de ser interpretada por una de las dos que forman la pareja. Esta no realización de la fantasía desde la conciencia de que se realiza pretende satisfacer, a su vez, una fantasía que carece de forma definida, en tanto que dotarla de ella significaría un conflicto competitivo con la pareja. La tercera persona con la que se fantasea no es, lógicamente, cualquiera, sino mayoritariamente alguien a quien concebimos más excitante que la pareja disponible, rasgo éste que nunca llega a ser expresado ni, qué duda cabe, encarnado.

Las fantasías sexuales, con su aparente colorido, variedad y desenfado, aportan una mejora en la autoimagen del sexo, así como una distracción de las fuerzas disruptivas de la pareja cuando ésta tiene una firme fe en la ideología del amor. Así, las fantasías más frecuentes acaban siendo, o aquellas que mejor pueden ser contadas (“nos vestimos de”, “nos vamos a”, “nos untamos con”…) por más que su realización aporte una mejora poco significativa en la intensidad del placer, o aquellas que más se parecen a las verdaderas fantasías (“simulamos no conocernos”, “simulamos una violación”, “simulamos que nos mira gente”, “simulamos nuestra primera relación”, “simulamos estar con otra persona”, “simulamos un trío”…) con el objetivo de que, gracias a las simulaciones, dichas fantasías queden sin realizar.

Frente a esta fantasía sin realidad, la escuela pornográfica del sadomasoquismo simulará una fantasía de dominación y humillación, de conflicto de individualidades resuelto a favor del hombre mediante un acto, sin embargo, perfectamente real.

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