Vayamos cambiando el vocabulario para que podamos decir cosas verdaderamente nuevas.
Sexo:
categoría biológica aplicable a las especies cuya función reproductiva está
diferenciada en hembras y mchos, siendo las hembras las que gestan a los nuevos
individuos.
La
diferenciación sexual, cuando existe, suele ir acompañada de dimorfismo sexual,
es decir, de diferencias fisonómicas y fisiológicas más o menos marcadas en
cada individuo y cuya presencia no es siempre condición necesaria para realizar
la función reproductiva. La naturaleza presenta una enorme propensión a
conferir dicho sexo de modo claro y distinto, resultando raros los casos en los
que los individuos no presentan una conformación sexual definida, y más aún
aquellos en que dicha indefinición los incapacita para la reproducción.
El
ser humano presenta esta distinción y puede dividirse, por tanto, en hembras y
machos.
Género:
estructura caracterológica presente en la especie humana mediante la que los
individuos de cada uno de los sexos biológicos asumen el papel social que les
es asignado por la cultura en función de dicho sexo. Estos papeles reciben el
nombre de “varón” u “hombre” para el sexo no gestante y “mujer” para el sexo
gestante, y son calificados con los adjetivos “masculino” y “femenino”.
Dado
que los individuos considerados por separado no adquieren el papel social de
género de modo íntegro, ni en todos los grupos sociales coincide éste de modo
exacto, el género presenta una notable diversidad en comparación con el sexo
biológico, que va desde la asunción de la mayoría de sus elementos hasta el
rechazo frontal de muchos de ellos o la adopción de los que la cultura hace
corresponder al otro sexo. La asimilación de los conceptos de sexo y género, o
la consideración de que no sólo el sexo sino también el género son determinados
biológicamente, oculta esta diversidad. Así, la cultura simplifica la
diversidad de géneros sociales remitiéndola a la de sexos biológicos, y
calificando las faltas de correspondencia entre sexo (biológico) y rol social
(de género) como desviaciones (condenables o no) con respecto al sexo de
referencia. A su vez, los individuos que buscan la identidad específica de su
género propio se apoyan en los dos géneros originales de referencia para
describirlo, reforzando así su dependencia y subordinación a aquéllos.
Cabe
afirmar, en cualquier caso, que, en la medida en que el género es una
estructura cultural segregadora y opresora, las revisiones de dicha cultura que
conservan sus elementos estructurales esenciales, es decir, la diferencia y la
unidimensionalidad, abren vías a nuevas formas de segregación y opresión.
Estas
dos primeras definiciones nos abocan ya a un problema conceptual: la polisemia
del término “sexo”. Junto al primer significado arriba expuesto, el término
posee otro que podríamos definir así: actividad caracterizada porque en ella se
ven envueltos el placer erótico, los órganos genitales y el coito.
Sexo
es, por tanto, coito en sí mismo, o follar, o acto sexual, o juego erótico en
su más sofisticada y cultural manifestación. Así, los dos extremos, el biológico
y el cultural, se funden en un solo término, pasando por encima del en el
significante, conservan tanta proximidad en el significado, difícilmente
podemos recordar con éxito su sustancial diferencia, salvo con un gran
esfuerzo. La trascendental revolución ideológica que constituye la distinción
entre sexo y género hace recomendable un cambio terminológico también para la
actividad. Propongo restringir, por lo tanto, el uso del sexo a la
diferenciación sexual y que hablemos de la hasta ahora llamada actividad sexual
como:
Erotismo:
Actividad en la que se ve implicado el placer sensorial que en la naturaleza
conduce al coito.
A
quien encuentre que esta definición tiene la debilidad del reconocimiento
explícito de su dependencia de la función natural contestémosle así: esta
evolución está ya presente en otras funciones naturales, y es, por
consiguiente, privativo y característico del ser humano realizarla. Como del
placer que conduce a realizar de forma natural la función de la alimentación se
deriva la gastronomía, del placer que conduce a realizar la función de la
reproducción se deriva el erotismo. Problema aparte es si la actividad derivada
de la función debe seguir o no satisfaciendo la necesidad madre. Pero sí puede
afirmarse que es tarea del hombre ético responsabilizarse de o, si se prefiere,
culturizar, cada placer.
Nótese
que este término, y su definición, nos permiten más versatilidad a la hora de
identificar y describir actos relacionados con el placer erótico. El concepto
de sexo propendía a identificar como sexuales aquellos actos que existía algún
nivel de participación de la comunicación o la excitación sexual. Decir que una
conversación tiene un componente sexual cuando su transcurso ha generado en
alguno de los individuos que la han llevado a cabo algún tipo de placer o
excitación, resulta mucho más condicionante que calificar a este componente de
erótico según la definición dada. La capacidad del erotismo para desempeñar una
función secundaria, limitada y finalizada en sí misma como parte de otra
actividad, es mucho más difícil de demostrar a través del término “sexo”. El
sexo está íntimamente emparentado con la genitalidad, la función genital y el
rol de género, tanto propio como ajeno. Hablar del componente sexual de un acto
cuya vocación es otra implica poderosamente el deseo, por parte de, al menos,
alguno de los implicados, de convertir dicho acto en sustancialmente sexual,
pues el sexo sólo se realiza, en el sentido más estricto de la palabra, cuando
es genital y coital. Por lo comprometido de sus implicaciones, el sexo fuerza a
su propia represión. No diremos que una acción tiene un componente sexual
secundario, porque con ello implicaríamos el deseo de transformar esa acción en
coito, es decir, de desvirtuarla por completo. Pero al no decirlo estamos
ocultando, precisamente, su omnipresencia, y obligando a que el surgimiento del
componente sexual sea siempre brusco y traumático, irrumpiendo a través de una
represión que no logra contenerlo. Los actos se transforman en sexuales desde
la aparente nada, desde un sexo preexistente oculto, secreto y traicionero.
Desde la mentira de que no había sexo donde lo había ya a raudales. Y cuando
surge ya no hay camino de vuelta. Llega para quedarse y cumplirse. Para
realizar o simular el coito, aunque vaya éste acompañado de medidas que impidan
sus consecuencias in extremis. El concepto de erotismo nos permite, sin
embargo, movernos sin presión en distintos niveles de intensidad y relevancia.
Habrá erotismo sea éste poco o mucho, principal o secundario, reproductivo o
no, deseoso de crecer o satisfecho en su actual estado.
Sexualidad o
cultura sexual: Sistema ideológico
que conforma nuestro pensamiento y actividad eróticas vinculándolas tácita o
expresamente a la reproducción. Para Foucault, la sexualidad es la evolución,
la mutación de la represión misma tras la equívoca liberación a la que la
somete Freud mediante su problematización. Es, por expresarlo paradójicamente,
la forma actual de la represión misma del sexo. Sin llegar a compartir
íntegramente la idea de que la sexualidad es sólo una mutación de la represión,
se optará en este ideario por afirmar el componente represivo del concepto
mismo de sexualidad, en tanto que hereda el complejo ideológico reproductivo
(y, con él, el capitalista y patriarcal) asociado al erotismo.
Genitalidad:
alternativa terminológica al vocablo “sexualidad”, previa restricción del uso
del mismo a aquellas actividades generalmente conocidas como “sexuales” cuya
finalidad declarada es la reproducción. De aplicarse así este término, el
término “sexo” quedaría sólo para la distinción biológica entre machos y
hembras.
Los
tres conceptos siguientes utilizan la acepción consuetudinaria de “sexo” como
actividad eróticoreproductiva, y nos ayudarán a referirnos a la vida erótica no
tal cual debiera ser, sino tal cual es.
Acto sexual:
acto coital o precoital en la medida en que sea expresamente
eróticoreproductivo.
Actividad sexual: conjunto de los actos sexuales realizados en un plazo de tiempo.
Vida sexual:
puesta en práctica de la sexualidad en la vida de un individuo. Conjunto de su
actividad sexual, su alimentación ideológica (contacto con y reproducción de la
cultura sexual) y su represión.
Dediquese a otra cosa YA
ResponderEliminarfueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeerrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
A la "i" le falta una tilde. Mejor volver a Corín Tellado, que es lo que a los anónimos les va...
ResponderEliminarcuatro mil títulos publicados y miles vendidos por parte de esta señora, son muchos ánonimos a favor, aunque yo no me incluya. y no pongo la tilde porque no me da la gana, antipático.
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