domingo, 24 de marzo de 2013

sexo, género y follar



             Vayamos cambiando el vocabulario para que podamos decir cosas verdaderamente nuevas.

Sexo: categoría biológica aplicable a las especies cuya función reproductiva está diferenciada en hembras y mchos, siendo las hembras las que gestan a los nuevos individuos.
La diferenciación sexual, cuando existe, suele ir acompañada de dimorfismo sexual, es decir, de diferencias fisonómicas y fisiológicas más o menos marcadas en cada individuo y cuya presencia no es siempre condición necesaria para realizar la función reproductiva. La naturaleza presenta una enorme propensión a conferir dicho sexo de modo claro y distinto, resultando raros los casos en los que los individuos no presentan una conformación sexual definida, y más aún aquellos en que dicha indefinición los incapacita para la reproducción.
El ser humano presenta esta distinción y puede dividirse, por tanto, en hembras y machos.

Género: estructura caracterológica presente en la especie humana mediante la que los individuos de cada uno de los sexos biológicos asumen el papel social que les es asignado por la cultura en función de dicho sexo. Estos papeles reciben el nombre de “varón” u “hombre” para el sexo no gestante y “mujer” para el sexo gestante, y son calificados con los adjetivos “masculino” y “femenino”.
Dado que los individuos considerados por separado no adquieren el papel social de género de modo íntegro, ni en todos los grupos sociales coincide éste de modo exacto, el género presenta una notable diversidad en comparación con el sexo biológico, que va desde la asunción de la mayoría de sus elementos hasta el rechazo frontal de muchos de ellos o la adopción de los que la cultura hace corresponder al otro sexo. La asimilación de los conceptos de sexo y género, o la consideración de que no sólo el sexo sino también el género son determinados biológicamente, oculta esta diversidad. Así, la cultura simplifica la diversidad de géneros sociales remitiéndola a la de sexos biológicos, y calificando las faltas de correspondencia entre sexo (biológico) y rol social (de género) como desviaciones (condenables o no) con respecto al sexo de referencia. A su vez, los individuos que buscan la identidad específica de su género propio se apoyan en los dos géneros originales de referencia para describirlo, reforzando así su dependencia y subordinación a aquéllos.
Cabe afirmar, en cualquier caso, que, en la medida en que el género es una estructura cultural segregadora y opresora, las revisiones de dicha cultura que conservan sus elementos estructurales esenciales, es decir, la diferencia y la unidimensionalidad, abren vías a nuevas formas de segregación y opresión.


Estas dos primeras definiciones nos abocan ya a un problema conceptual: la polisemia del término “sexo”. Junto al primer significado arriba expuesto, el término posee otro que podríamos definir así: actividad caracterizada porque en ella se ven envueltos el placer erótico, los órganos genitales y el coito.
Sexo es, por tanto, coito en sí mismo, o follar, o acto sexual, o juego erótico en su más sofisticada y cultural manifestación. Así, los dos extremos, el biológico y el cultural, se funden en un solo término, pasando por encima del en el significante, conservan tanta proximidad en el significado, difícilmente podemos recordar con éxito su sustancial diferencia, salvo con un gran esfuerzo. La trascendental revolución ideológica que constituye la distinción entre sexo y género hace recomendable un cambio terminológico también para la actividad. Propongo restringir, por lo tanto, el uso del sexo a la diferenciación sexual y que hablemos de la hasta ahora llamada actividad sexual como:

Erotismo: Actividad en la que se ve implicado el placer sensorial que en la naturaleza conduce al coito.
A quien encuentre que esta definición tiene la debilidad del reconocimiento explícito de su dependencia de la función natural contestémosle así: esta evolución está ya presente en otras funciones naturales, y es, por consiguiente, privativo y característico del ser humano realizarla. Como del placer que conduce a realizar de forma natural la función de la alimentación se deriva la gastronomía, del placer que conduce a realizar la función de la reproducción se deriva el erotismo. Problema aparte es si la actividad derivada de la función debe seguir o no satisfaciendo la necesidad madre. Pero sí puede afirmarse que es tarea del hombre ético responsabilizarse de o, si se prefiere, culturizar, cada placer.

Nótese que este término, y su definición, nos permiten más versatilidad a la hora de identificar y describir actos relacionados con el placer erótico. El concepto de sexo propendía a identificar como sexuales aquellos actos que existía algún nivel de participación de la comunicación o la excitación sexual. Decir que una conversación tiene un componente sexual cuando su transcurso ha generado en alguno de los individuos que la han llevado a cabo algún tipo de placer o excitación, resulta mucho más condicionante que calificar a este componente de erótico según la definición dada. La capacidad del erotismo para desempeñar una función secundaria, limitada y finalizada en sí misma como parte de otra actividad, es mucho más difícil de demostrar a través del término “sexo”. El sexo está íntimamente emparentado con la genitalidad, la función genital y el rol de género, tanto propio como ajeno. Hablar del componente sexual de un acto cuya vocación es otra implica poderosamente el deseo, por parte de, al menos, alguno de los implicados, de convertir dicho acto en sustancialmente sexual, pues el sexo sólo se realiza, en el sentido más estricto de la palabra, cuando es genital y coital. Por lo comprometido de sus implicaciones, el sexo fuerza a su propia represión. No diremos que una acción tiene un componente sexual secundario, porque con ello implicaríamos el deseo de transformar esa acción en coito, es decir, de desvirtuarla por completo. Pero al no decirlo estamos ocultando, precisamente, su omnipresencia, y obligando a que el surgimiento del componente sexual sea siempre brusco y traumático, irrumpiendo a través de una represión que no logra contenerlo. Los actos se transforman en sexuales desde la aparente nada, desde un sexo preexistente oculto, secreto y traicionero. Desde la mentira de que no había sexo donde lo había ya a raudales. Y cuando surge ya no hay camino de vuelta. Llega para quedarse y cumplirse. Para realizar o simular el coito, aunque vaya éste acompañado de medidas que impidan sus consecuencias in extremis. El concepto de erotismo nos permite, sin embargo, movernos sin presión en distintos niveles de intensidad y relevancia. Habrá erotismo sea éste poco o mucho, principal o secundario, reproductivo o no, deseoso de crecer o satisfecho en su actual estado.

Sexualidad o cultura sexual: Sistema ideológico que conforma nuestro pensamiento y actividad eróticas vinculándolas tácita o expresamente a la reproducción. Para Foucault, la sexualidad es la evolución, la mutación de la represión misma tras la equívoca liberación a la que la somete Freud mediante su problematización. Es, por expresarlo paradójicamente, la forma actual de la represión misma del sexo. Sin llegar a compartir íntegramente la idea de que la sexualidad es sólo una mutación de la represión, se optará en este ideario por afirmar el componente represivo del concepto mismo de sexualidad, en tanto que hereda el complejo ideológico reproductivo (y, con él, el capitalista y patriarcal) asociado al erotismo.


Genitalidad: alternativa terminológica al vocablo “sexualidad”, previa restricción del uso del mismo a aquellas actividades generalmente conocidas como “sexuales” cuya finalidad declarada es la reproducción. De aplicarse así este término, el término “sexo” quedaría sólo para la distinción biológica entre machos y hembras.


Los tres conceptos siguientes utilizan la acepción consuetudinaria de “sexo” como actividad eróticoreproductiva, y nos ayudarán a referirnos a la vida erótica no tal cual debiera ser, sino tal cual es.

Acto sexual: acto coital o precoital en la medida en que sea expresamente eróticoreproductivo.

Actividad sexual: conjunto de los actos sexuales realizados en un plazo de tiempo.

Vida sexual: puesta en práctica de la sexualidad en la vida de un individuo. Conjunto de su actividad sexual, su alimentación ideológica (contacto con y reproducción de la cultura sexual) y su represión.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Dediquese a otra cosa YA

fueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeerrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

El antipático dijo...

A la "i" le falta una tilde. Mejor volver a Corín Tellado, que es lo que a los anónimos les va...

Anónimo dijo...

cuatro mil títulos publicados y miles vendidos por parte de esta señora, son muchos ánonimos a favor, aunque yo no me incluya. y no pongo la tilde porque no me da la gana, antipático.