4 Noviembre 2012 Domingo
15:14
-Igual que siempre. ¿Qué os
voy a decir? Pues como era de pequeña, en eso no cambia. Siempre trabajando,
responsable, cumpliendo con todo. Es una chica que tiene las cosas muy claras.
¿Os acordáis cómo se ponía cuando no le salía algo? ¡Madre mía, la renacuaja!
¡Qué berrinches!
-Bueno, pero mira ahora qué
bien le ha servido. Vale mucho. Eso al final da sus frutos. ¿Y el chico? ¿Es el
enfermero del que nos hablasteis?
-No, hija, otro. Éste es
informático. No lo conocemos. A ver. Ella habla muy bien de él. Se le ve
contenta. Dice que se llevan muy bien y que se quieren mucho. Ni idea. Esperemos
que sea éste el bueno. A mí me ha dicho ella que le gusta la carne y he
preparado los solomillitos en salsa, que vea que la suegra guisa bien. Por mí
que no quede…
Suena un móvil.
-Raquel (…) ¿Qué pasa hija?
(…) ¿Y eso? (…) Pero hija mía, que han venido los tíos (…) ¿Y me avisas ahora,
que lo tengo todo, que son las tres…? (…) Bueno, bueno, bueno, no te alteres, a
ver, que no pasa nada. Si no puedes venir pues no puedes venir (…) Pasaos luego
al café, aunque sea, ¿no? Y os lleváis los solomillos. (…) Bueno (…) Bueno,
pues no te preocupes. (…) Venga hija mía. Cuídate mucho. (…) Adiós.
Emilia contempla el gesto
descompuesto de su hermana.
-¿Pasa algo?
-El trabajo. Yo no sé, el
trabajo éste que tiene. Dice que mejora, pero siempre como una burra. ¿Tú te
crees, un domingo?
-Bueno, el trabajo es lo más
importante.
-Tan importante no puede ser,
que haya que dejar a la familia y dejarlo todo. Vaya voz tenía...
-¿Y el chico?
-No sé…
Antonio se levanta de la
mesa con aire cansado.
-Venga, vamos a comer
nosotros.
historia de amor: desglose por indicadores. XVI. Sólo el vacío nos separa del otro lado del abismo
historia de amor: desglose por indicadores. XVI. Sólo el vacío nos separa del otro lado del abismo
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