Anoche llovió sobre la playa
de Haría, y la brisa es aún más fresca de lo usual para estas alturas de
Octubre. La mayoría de los cuerpos descansan semivestidos encima de las
toallas, y el mar apenas acoge a un puñado de bañistas. Escucharlo. Sentir el
aire salado. Dejarse llevar por los ritmos delicados e imposibles de su
silbido. Ver los caracteres despegarse de la memoria, y los gráficos, y las
caras, y los problemas, y la incertidumbre… Hallar la insuperable coordinación
con el ser amado en la inmovilidad absoluta. Saber de la imperturbabilidad de
este momento y reconocer el cumplimiento inesperado de los anhelos en la
ausencia de todo, en la quietud de todo lo que no sea un elemento inerte,
movido por fuerzas incapaces de ignorar siquiera su presencia. Frenar la
ventisca de la acción, interrumpirla, como finalidad de la misma. Reconocer la
perfección en la naturaleza fugaz de la pausa y la felicidad en la simple congelación
del dolor bajo un sol penetrante. Oxigenarse con el vacío. Hacerse el muerto.
Caminar con inesperada tranquilidad sobre la cuchilla ascendente de la nada.
A unos metros, de repente,
estalla el llanto de un niño.
historia de amor: desglose por indicadores. XV. Transmitir profesionalidad y eficacia
historia de amor: desglose por indicadores. XV. Transmitir profesionalidad y eficacia
No hay comentarios:
Publicar un comentario