domingo, 8 de abril de 2012

¿qué es un guapo? PARTE I

 

Es una fastidiosa noticia descubrir que tenemos que responsabilizarnos de nuestros sentimientos amorosos, nosotrxs, que pensábamos que la naturaleza nos lo daba todo juzgado. Queremos a quien tiene poder, en su defecto a quien es guapx y, en el lamentable extremo de que también falte esto, a quien pueda unx soportar. Eso significa que, lejos de ser una fuente de integración social, el amor acentúa las diferencias dando protección afectiva a quien ya está protegidx, y desprotegiendo a quien partía de no tener nada. Amar sin más significa, por tanto, aumentar la injusticia. Vaya panorama.



             Pero, ¿qué se puede hacer? Amamos a quien amamos y suficientes problemas nos provoca a nosotros como para, además, encargarnos de los que les provoque a terceros. Amar es físico, o químico, o místico o energético y, sea bueno o malo, pocas medidas podemos tomar para evitarlo o provocarlo. Como es bien sabido, lo único que se puede hacer con el amor es aprender a detectarlo, porque si entendemos bien el mensaje de nuestro corazón y nos dejamos llevar por él, todo lo demás funcionará solo. Es duro, ahora lo comprendemos, marginar sistemáticamente. Es cruel querer a quien ha nacido con la estrella de ser queridx sin mérito alguno más, sí, e ignorar a quien en realidad merece nuestro afecto. Pero esto no cambia nada. Si pudiera cambiarse algo… pero no.

             Anda que si se pudiera…




             Esta entrada no tiene como objetivo exponer en toda su amplitud una teoría del gusto alternativa a la que el amor postula para sí mismo, pero sí enunciarla (aunque mejor sería decir “recordarla”) y justificarla mediante un ejemplo urgente. Ya hemos visto que el aprecio por la belleza nos conduce al afecto del amor y, con él, casi irremisiblemente a la atribución de virtudes éticas. Pero a la hora de determinar qué es lo bello podríamos sustituir la idea de que existe un canon universal con matices personales por la idea de que el gusto es educado según la ideología predominante, y que distinguimos como bello aquello a lo que atribuimos consciente o inconcientemente algún tipo de virtud.

             ¿Cabe analizar nuestro canon de belleza desde la perspectiva de la utilidad? ¿Es posible que quien nos parezca guapo y, por tanto, digno de entrar en consideración para ser amado, nos lo esté resultando por presentar algún tipo de virtud que entendemos fundamental para convertirse en pareja? ¿Es posible que juzgando el significado de los rasgos, y no su belleza, quepa no sólo redefinir el canon sino experimentar su atractivo sensible? Procedamos paso a paso.

             Para descomponer el canon debemos distinguir aquellos rasgos que son comunes a la construcción de ambos géneros de los que construyen cada uno por separado. Entre los primeros se encuentran la simetría general, junto con otras virtudes formales simples, el tamaño mediano o grande de las facciones expresivas, la ausencia de defectos, carencias, ya sean congénitxs o adquiridxs (entre los que se encuentran la obesidad y la vejez), y, por último, la presentación de todo ello como atractivo, virtud que propongo denominar “enfoque”.

             Entre los rasgos de género existe apenas consenso, salvo en aquellos que hacen destacar de modo más elemental el rol de género, esto es, pronunciamiento de los órganos maternales en la mujer y rasgos que reflejan poder físico en el hombre, como estatura y fuerza muscular. En un segundo plano de importancia (y también de consenso) se situarían aquellos rasgos que refuerzan la diferenciación (angulosidad masculina, redondez femenina, etc.).

             La segunda parte de esta entrada estará dedicada a analizar el significado cuya atribución a cada uno de dichos rasgos determina la atracción que ejercen sobre nosotrxs.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola! Te sigo desde hace unas semanas y no dejas de sorprendeme. Enhorabuena por tu trabajo aquí. Hay ideas que no comparto pero me interesa tu punto de vista. A veces el nivel de profundidad q abordas ciertas cuestiones me abruma, hasta el punto de tener que dejar para otro momento más lúcido el afrontar la comprensión de lo que dices. Sigue así! Me gusta que me hagan pensar.
Salomé

israel sánchez dijo...

Gracias por tus palabras. Te pido disculpas, y de paso a todo el que se pase por el blog, por el torpe hermetismo de algunos de los textos (precisamente, lamento, los que considero más importantes). Queda pendiente un serio trabajo sobre su inteligibilidad. En cuanto a tus discrepancias, te animo a que las plasmes aquí.

Anónimo dijo...

Contra el amor es un pésimo lema si se aspira a trascendencia política y a tener un efecto no marginal en la sociedad. Mala carta de presentación. Habrá que ir contra el amor romántico en todo caso, o contra determinados roles patriarcales. Vengo del artículo sobre la pintura, la cosificación obsesiva del cuerpo desnudo de la mujer y la manifiesta asimetría de género en el mundo de la pintura y la representación de desnudos.

Saludos.

Ana Maria dijo...

Suscribo este comentario todo entero!

israel sánchez dijo...

yo también lo suscribo, y sin embargo no encuentro más alternativa que conservar un pronunciamiento claro. es necesario, efectivamente, que el cuestionamiento de la ideología amorosa resulte más atractivo, pero es más necesario aún que ese atractivo no sacrifique ninguno de sus pilares, como sí hace la crítica al amor romántico.

Anónimo dijo...

El título Contra el amor es, simplemente, impresionante. Es el abismo, es indigerible, al menos para mi que estoy iniciando un nuevo camino. Gracias.