Me dice una amiga que ella ya es libre.
Que comparte la idea de que existe presión cultural hacia la
formación de parejas tradicionales, pero que ella se ha desembarazado de esa
presión. Para probarlo aduce que ha descubierto no necesitar compañerx.
Dice que cuando decide tener pareja lo hace porque lo desea
en sí, eso exactamente, y desde la conciencia plena de no estar evitando la
soledad. Dice que ha descubierto que puede prescindir indefinidamente de las
relaciones sexuales; no un mes ni un año, sino toda la vida si fuera necesario.
Le digo que su libertad se parece mucho a la que concede la
iglesia católica, dando a elegir entre matrimonio y ordenamiento célibe.
Me contesta que no se aplica a su caso, porque ella no es católica.
Le digo que el trato íntimo es una necesidad, tanto el
sexual como el emocional, y que aunque no es de primer grado, como la
alimentación, y de imprescindible satisfacción, por tanto, para conservar la
vida, no por ello deja su desatención de tener graves consecuencias. Le digo
que no sentir la necesidad en forma de deseo no es garantía de no tenerla, ya
que incluso el hambre deja de sentirse cuando el ayuno se ha prolongado más
allá de un plazo razonable. Le digo que las personas anoréxicas no sienten
hambre.
Me contesta que no está de acuerdo. Que el cuerpo le habla a
la conciencia y le pide aquello que precisa mediante su lenguaje de
sensaciones. Me dice que, si esto no sucede en el caso de las personas
anoréxicas, es porque están enfermas.
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